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Borges, Big Data y Walter Sosa Escudero

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09 diciembre de 2020

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Aprovechando el fin de semana largo nos tomamos una breve vacación de nuestros deberes de coyuntura económica para dedicar esta columna a reseñar el mágico libro de Walter Sosa Escudero: “borges, big data y yo” (sin mayúsculas en el original). La tarea de decir algo atrayente sobre los involucrados no es sencilla. Jorge Luis Borges fue uno de los mejores escritores que hayan habitado el planeta, y un prologuista magistral. Walter Sosa Escudero, si bien algo más humano, es un prodigio intelectual que no para de incorporar nuevos intereses, y mejorar los que ya domina.

Su último libro es un poco diferente de los demás. Ya no es protagonista central el tono didáctico y organizado de “Qué es la estadística”, ni se pone el ojo en una moderna revolución que está en boca de todos como en Big Data (otra maravilla). En “borges?”, el autor demuestra haberse liberado de cualquier atadura y, con una prosa que sigue madurando, nos interna sin trucos editoriales en sus sensaciones personales. La magia ocurre igual: el texto nos convence de que hacer ciencia no es dejar a un lado el entusiasmo, sino recurrir a él para incitar la provocación del pensamiento y la reflexión científica. Casi sin proponérselo, Walter transfunde en cada ensayo una clase consumada acerca del significado del conocimiento científico, y este ejercicio metodológico virtual supera un nuevo límite al referirse a la inmensa figura de Borges. Tras leer el libro, se hace difícil comprender cómo a Don Jorge Luis le ha sido negado un Premio Nobel, incluso en la más modesta categoría de Literatura.

Seré autorreferencial por un minuto, porque quiero ilustrar el impacto de esta obra en relación con mis intereses personales. Yo soy un economista no especializado en estadística o econometría, un lector poco astuto de ficción (y nada astuto de poesía), siento poca afinidad por la música y ningún interés por la fotografía. Si Walter tuviera la desgracia de reencarnar en alguien como yo, seguramente consideraría el suicidio, porque esas son de lejos sus actividades predilectas. Con todo, “borges?” me duró unos pocos rounds y le terminé ganando por knockout en unas pocas horas. Lo único que me distraía de la lectura era la búsqueda desenfrenada en la web de las referencias, historias y conexiones que pueblan el libro.

Para ganancia de la profesión, Walter sigue creciendo. Dos señales previas a “borges?” me convencieron de que estaba en vías a alcanzar la cúspide atenea del siglo XXI. Primero, uno de sus libros ya se consigue en esos sitios prohibidos manejados por gente del país más extenso del mundo. Segundo, hace poco escuché en la radio la publicidad de una librería motivando clientes nombrando autores locales consagrados: Piglia, Segato, Birmajer?Sosa Escudero. Escuchar el apellido de un economista como promoción de una librería no es asunto de todos los días.

El camino del autor fue puro esfuerzo, y cero estridencia. Eludió el camino fácil de escandalizar primero para publicar después. Escribió tres libros que revelan el amor por su profesión docente, y en todos ellos resalta su genialidad divulgativa y su capacidad para entender como nadie su trabajo. Para quien no lo sepa, Walter es economista, pero si uno le pregunta a él, dirá que es econometrista. Usando algunas de las técnicas que él enseña, se podría salir a la calle y preguntar a un centenar de personas al azar si saben qué hace un econometrista. La respuesta más repetida será, con altísima probabilidad: “¿un qué”?

El econometrista Walter está logrando conquistar la tierra viniendo del mar. Luego de transformar pacientemente sus agallas en pulmones, logró convencer a un montón de gente del valor de sus ideas. Ojalá el rebote mediático siga ampliándose, porque podría estar inaugurando en Argentina una disciplina que es furor hace tiempo en el mundo desarrollado, pero que aquí se le da la espalda. Hablo de la literatura divulgativa, esa especie de experimento solidario que pretende que el lector aprenda por la fuerza del entretenimiento, lo quiera o no.

Ah, me olvidaba de los detalles técnicos. El libro tiene una intro, cinco capítulos que cierran con un epílogo, 174 páginas y pesa 400 gramos aproximadamente (me pesé con y sin él). Me niego a usar este espacio para spoilear los paladares del libro, que prefiero deleiten al lector papel en mano. Pero sí les propongo un módico contrato de garantía. Compren “borges?” y, si no les gusta, me lo reclaman en los comentarios.

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