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Más preguntas que certezas sobre Biden

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Héctor Rubini 09 noviembre de 2020

Por Héctor Rubini (*)

El anuncio extraoficial de la victoria de Joe Biden sería confirmado o no en esta semana, salvo que prosperen las demandas judiciales del Partido Republicano. En el sistema de Colegio Electoral estadounidense la mayoría “piso” para que un candidato sea presidente es de 270 electores sobre un total de 538 miembros. Biden contaría con 290 electores y sin riesgo aparente.

Las objeciones judiciales de los republicanos de Michigan y Georgia fueron desestimadas, pero el viernes el secretario de Estado del Gobierno de Georgia anticipó que ordenaría un nuevo recuento a pedido de cualquier partido. Esto está previsto en la legislación de ese estado en caso de que la diferencia de votos para ambos candidatos no supera el 0,5%. Hasta este sábado se imponía Biden allí por 9.160 votos (0,2% de ventaja) a poco de terminar el escrutinio. Cualquiera que resulte perdedor exigirá repetirlo, casi con certeza. Por otro lado, los republicanos procurarían detener y eventualmente reiniciar el recuento de votos en Pennsylvania, que aporta 20 electores, y reclamarían reiniciarlo en Wisconsin, donde ganó Biden por poco más de 30.000 votos (1,3% de diferencia). Para que Trump revierta lo que hasta ahora es una derrota inequívoca, debe lograr que prosperen sus reclamos judiciales y revertir las derrotas casi consumadas en Pennsylvania, Georgia, Arizona y Wisconsin y ganar también en Carolina del Norte. Suena a misión imposible...

La impronta caudillista arruinó su desempeño electoral, ya que en prácticamente todas las encuestas prevalecía la opinión mayoritariamente favorable sobre la situación económica. Esto sostuvo el aumento de votos para los republicanos respecto de 2016, pero el mal manejo de la pandemia del Covid-19 y los episodios de “gatillo fácil” y discriminación racial colmaron la paciencia de buena parte del electorado.

De todos modos, si bien las perspectivas no son malas, el legado económico de Trump no tiene nada de deslumbrante. La flexibilidad de los mercados de bienes y servicios, de capitales y de trabajo muestran una sólida reacción (al menos en el corto plazo) frente al desplome del segundo trimestre del año. Pero la pandemia del Covid-19 hará que Trump cierre su ciclo, iniciado en enero de 2016, con la más baja tasa de crecimiento anual promedio del PIB (0,8%) desde la primera presidencia de Harry S. Truman (1945-48). Además, según la Oficina de Presupuesto del Congreso, la deuda pública total a fin de año cerraría en torno de los US$ 23,9 billones, nivel equivalente al 107,6% del PIB, el mayor valor desde 1947. Esto significa un incremento de la deuda estatal en US$ 4,4 billones (+22,3%) en 4 años.

Capítulo aparte es la negociación de Argentina con el FMI. Fue el Tesoro de Estados Unidos, no el de las empresas de Trump, el mayor aportante de los más de US$ 44.000 millones cuya devolución por parte de nuestro país luce imposible en los plazos originales. Esto tal vez se aclare cuando se confirme quién será el nuevo Secretario del Tesoro. La candidata más firme es Lael Brainard, de 58 años de edad. La actual gobernadora de la Reserva Federal asoma con el CV de más peso: nacida en Alemania, egresó de Harvard, fue profesora del MIT, investigadora de la Brookings Institution, consultora de McKinsey y de microempresas en Africa Occidental, titular del Comité de Secretarios de Economía Internacional y del Comité Económico Nacional en la segunda presidencia de Bill Clinton entre 1998 y 2000. También fue subsecretaria de Relaciones Exteriores en las dos presidencias de Barack Obama.

También sonó fuerte el nombre de la senadora de Massachusets, Elizabet Warren, partidaria de fuertes regulaciones bancarias. Pero en caso de ir al Tesoro, el gobernador, Charles Baker Jr., republicano, nominaría un senador de ese partido y los demócratas quedarían en minoría. Otros nombres que se mencionaron han sido los de laex titular de la Fed, Janet Yellen; la ex gobernadora de la Fed Sarah Boom Raskin; la co-titular del fondo Ariel Investment, Mellody Hobson; el ex gobernador de la Fed, Roger Ferguson y el presidente de la Fed de Atlanta, Raphael Bostic. También se mencionó a Gary Gensler de Goldman Sachs; a Hamilton “Tony” James, vicepresidente ejecutivo del fondo Blackstone y a Larry Fink, titular del fondo BlackRock. Según la revista “American Banker”, Fink habría manifestado ya en septiembre a los ejecutivos de BlackRock que no estaría interesado en ningún cargo público.

Para América Latina estos nombres no sugieren por ahora nada concreto. Supuestamente, el enfoque de Biden podría resumirse como “America in the World”, en lugar del “America First” de Trump. Habrá que ver de qué se trata, y cómo sería implementado. Tal vez se aclare el panorama cuando se designe al titular del Departamento de Estado. El candidato más firme sería William Burns, quien ha ocupado ya ese cargo y ha sido embajador en Rusia y Jordania

El resultado electoral asegura a los demócratas el control de la Cámara de Representantes, pero la misma cantidad de senadores que los Republicanos en la Cámara Alta. Esto ha sido bien recibido en el Wall Street, ya que torna improbable que se aprueben leyes para aumentar la presión tributaria y la intervención del Estado en la economía. También fue bien recibido por Wall Street, con reacción positiva de la cotización de las acciones. A su vez, el “Dollar Index”, que mide el valor del dólar contra una canasta de monedas, mostró una tendencia a la baja, señal inequívoca de que el mercado financiero descuenta una política monetaria expansiva, aun con tasas de interés de corto plazo en torno de cero. Esto afectaría a los resultados de los bancos estadounidenses, pero hay otras precauciones en el sector financiero. Se esperan graduales cambios en la Fed con mayor presencia de demócratas y un giro de las regulaciones financieras en varias direcciones no deseadas por los bancos privados: 1) endurecimiento de las “pruebas de stress” para los bancos, 2) aumento de exigencias de capitales mínimos, 3) aflojamiento de las exigencias regulatorias para las fintech para competir con los bancos tradicionales, y 4) sustitución de gran parte de la conducción del Consejo de Supervisión para la Estabilidad Financiera para que quede en manos de una mayoría de Demócratas. El objetivo: poner a intermediarios financieros “sistémicamente importantes” bajo una mayor supervisión de la Fed, al igual que a participantes en contratos financieros consideradas “demasiado riesgosas”.

La política de comercio exterior podría retornar a cierto multilateralismo y buscar mejorar la relación China y Europa, pero sin grandes cambios, especialmente respecto de China.

Respecto de su política hacia América Latina, lo que asomaría como prioritario sería una política más amigable hacia el “triángulo del norte” centroamericano (Guatemala, Honduras y El Salvador). Según Biden, buena parte de la inmigración desde esos países, y sus problemas agudos de crimen, narcotráfico y falta de oportunidades laborales, es fruto de la desatención de EE.UU. a la región y pondría a disposición más fondos para reformas estructurales.

Para Sudamérica lo único previsible es el abandono de la política “dura” de Trump hacia Venezuela, pero qué tipo de acercamiento al régimen de Nicolás Maduro tendrá Biden es algo que todavía nadie lo sabe. Pero esto, de todos modos, no sorprende, ya que todo indicaría que el líder demócrata no introduciría grandes cambios en las relaciones de EE.UU. con los gobiernos de nuestra región, aunque esto dependerá en buena medida de quién sean los nuevos responsables del Departamento de Estado y los de Comercio, y de su grado de coordinación o subordinación, de facto, a las decisiones y recomendaciones del Departamento de Defensa y del círculo más estrecho de colaboradores del nuevo presidente. Un círculo cuyo armado también es una incógnita, ante la visible pugna entre los sectores más “centristas” y los que están más a la izquierda en el Partido Demócrata.

(*) Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

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