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La política exterior no cree en lágrimas

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02 noviembre de 2020

Por Jorge Riaboi  Diplomático y periodista

A esta altura sería útil que la política exterior deje de lado el concepto de almas gemelas y concentre su atención en los proyectos orientados a dar sustancia a nuestros compromisos con el desarrollo sostenible, la democracia, los derechos humanos y la convivencia pacífica. El nuevo escenario global hace desaconsejable que la futura presidencia pro-tempore de Argentina en el Mercosur (enero-junio de 2021) venga cargadita de alucinantes sorpresas.

Quienes alguna vez creyeron que el país está en condiciones de hacer lobby ante la Unión Europea (UE) para acelerar la firma y ratificación del borrador de Acuerdo de Libre Comercio (ALC) con el Mercosur, se equivocan de película y no tienen ideas válidas para terminar la negociación de este complejísimo asunto. Junio de 2019 quedó en la prehistoria. En todas las capitales de la UE nadie propone fastidiar al lobby agrícola o hacerse el malo con los partidos verdes que están arañando la cúspide del poder regional. Son tiempos muy difíciles para la chantocracia o para desconocer los valores positivos y las falacias de política comercial que encierra la revolución climática.

Por lo pronto, urge que nuestra clase política conozca la diferencia entre una opción de progreso, un infantil bache de conocimiento y el mero deseo de figuración social. Como suele decir mi amigo Donald Trump, siempre sin citar fuente, yo también escuché por ahí que el gobierno no piensa revisar el borrador de acuerdo UE-Mercosur, versión que absorbí entre paréntesis. En cambio es un dato cierto que las autoridades de la UE confirmaron, reiteradamente, que hoy tienen otras ideas y otra visión del borrador adoptado como “acuerdo político”. Es al cohete, no todos son cumplidores como nosotros.

Para hacer que el borrador sea un Acuerdo, es necesario firmarlo y ratificarlo, un proceso sencillito que en el Viejo Continente demandó, al procesar el caso no controversial de Canadá-UE (el CETA), algo más de cinco años. Pero lo del Mercosur viene con premio, ya que los productores de la UE le tienen idea al sector agrícola y agro-industrial del Mercosur y las cosas nunca dejaron de estar pesadas. Veamos los hechos.

En julio pasado, al asumir la presidencia del Consejo Europeo, la canciller alemana Angela Merkel deslizó la versión oficial que se estuvo dosificando desde septiembre de 2019. Mencionó que el actual borrador de ALC con el Mercosur no resulta viable para la UE en tanto varios Estados Miembros ya rechazaron el texto a nivel legislativo (Irlanda, Austria y tengo entendido que, en cierto modo, Holanda). Al hacerlo indicó que había serios problemas con las disposiciones agrícolas y otros contenidos. Entre ellos los enfoques y medidas de Brasil sobre deforestación y Cambio Climático.

Con esa declaración, se escribió en la piedra lo que antes habían anticipado la ex negociadora Jefe de la UE, la comisionada Cecilia Malmström, su fugaz sucesor Phil Hogan y muchos portavoces de menor rango.

Antes de esas noticias aluvionales, el Presidente Emmanuel Macron y la misma Merkel le habían anticipado al entonces presidente Mauricio Macri como estaban las cosas.

Hoy no se pide a nadie que lea y entienda los textos técnicos, ejercicio que no tiene contraindicación médica, sino que al menos hojeen los diarios (como Clarín del 1/9/2019, donde en un sustantivo reportaje la señora Malmströn, ya mencionaba el nerviosismo agrícola de los europeos; tampoco se exige que sepan lo que sostuvo con lenguaje mucho más crudo el excomisionado Hogan a principios de este año, ante verdaderos expertos de política comercial y dirigentes empresarios de Washington, cuya sustancia resumí en El Economista). Cecilia y Phil no se privaron de enfatizar que, en materia de acceso al mercado, las concesiones de la UE al Mercosur no resultaron significativas.

Recientemente tal guión recibió el aporte del Vicepresidente de la Comisión de la UE y nuevo Comisionado de Comercio, Valdis Dombrovskis. Al enunciar los objetivos de su gestión en el ámbito del Comité de Comercio Internacional del Euro-Parlamento (el INTA), se comprometió a negociar la reapertura del borrador adoptado con el Mercosur en junio de 2019, para reformar dos aspectos que tienen incidencia deliberada y directa sobre el intercambio de productos agrícolas y agroalimentarios. La reforma de los textos o capítulos referidos al contenido y el carácter de las obligaciones sobre desarrollo sostenible y la desforestación de la región amazónica brasileña, una propuesta que seguramente debe haber emocionado al presidente Jair Bolsonaro y a sus ministros, quien sólo festeja cuando lo identifican como el Trump del trópico.

Semejante cuadro estaría bastante completo si se recuerda que el cuasi-vitalicio Presidente del Comité INTA, el alemán Bernd Lange, suele asegurar que todo acuerdo de libre comercio con el Mercosur que contenga agricultura, no habrá de ser ratificado por ese foro legislativo, una consigna que también sostuvo alguna vez ante senadores de nuestro país. Por otra parte, desde 2014 los poderes legislativos de las naciones altamente desarrolladas del Atlántico Norte decidieron ampliar sus facultades de decisión y control de esa clase de negociaciones.

Paralelamente, en la edición del 26 de mayo último, en una columna titulada “Otro misil contra el Acuerdo UE-Mercosur” publicada por El Economista, hice un breve análisis del Informe del staff técnico del Euro-Parlamento titulado Brasil y la Selva Amazónica, donde se mencionaron los criterios del Gobierno de Bolsonaro acerca de “tener menos selva y más economía”, así como la displicencia que caracterizó a su gestión ante los fuegos que arrasaron una gran superficie de ese patrimonio natural, considerado como el pulmón más importante del planeta (lo que también incluye a las otras porciones de selva amazónica que están fuera del territorio brasileño).

Ese Informe no se originó en la inspiración de los asesores del Parlamento, sino en un pedido específico del Comité ENVI (envi es la abreviatura de medio ambiente en inglés y francés).

Finalmente, conviene leer con especial cuidado el párrafo referido al Mercosur del Informe solicitado por el comité INTA a la Dirección de Política del Euro-Parlamento, difundido el pasado 22 de octubre, cuyo título es “Como contribuye el comercio internacional a la forestación sostenible y a la preservación de los bosques a través del Pacto Verde”. El referido Pacto es la nave insignia de la actual Presidenta de la Comisión de la UE, doctora Ursula von der Leyen.

Al recapitular estos hechos, es relevante destacar que ninguno de los portavoces de la clase política europea defendió en forma sostenida la idea de suscribir y ratificar el Acuerdo con el Mercosur. En la Comisión de la UE hay quien dice, con notable mesura, que se deberían cumplir esos compromisos por razones de buena educación política. A mal entendedor muchas palabras.

¿Alguien puede creer que el bloqueo europeo a este proyecto surge por desatención o debilidad ideológica? ¿O imaginar que los parlamentos nacionales de la UE no tenían claro los motivos que los llevaron a votar el rechazo del borrador? ¿O suponer que una gestión de nuestras autoridades habrá de servir pa1ra que Europa ” vea la luz y cambie sus puntos de vista?

Si esas preguntas retóricas son razonables ¿Por qué no concentrarnos en “hacerles el favor” de aceptar la reapertura del borrador y pedir a cambio un reciclaje integral y sustantivo de las concesiones y los aspectos regulatorios, ahora que el puntapié inicial se originaría en Bruselas? ¿En serio los amantes no selectivos del dogma aperturista (yo estoy a favor de una apertura racional y sostenible), creen que los acuerdos regionales de integración se suscriben “por razones políticas”, “para insertarnos genéricamente en el mundo” y no para igualar o superar otras condiciones preferenciales de acceso a los mercados del Viejo Continente (lo que con la UE es muy difícil por su dimensión y cantidad de interlocutores globales)? ¿Es lógico afirmar, cuando discutimos y aceptamos sin pestañar el manual de proteccionismo más completo, complejo, dogmático y sofisticado del planeta, que sólo enmudece ante la sabiduría del proteccionismo chino, estamos haciendo patria?

En el capítulo dedicado a los acuerdos bilaterales de libre comercio, el Informe solicitado por el INTA recuerda que, “en el caso del Acuerdo de bilateral de Libre Comercio entre la UE y el Mercosur, éste se halla pendiente de aprobación por parte del Consejo Europeo y el Euro-Parlamento. Y en el subtítulo referido al comercio y desarrollo sostenible el acuerdo (debería decir el borrador de acuerdo) contiene dos artículos explícitamente concernientes a las regiones boscosas. El artículo 8 alude al gerenciamiento de la forestación sostenible (Sustainable Forest Management o SFM, aclaración nuestra) y compromete a las partes a promover el comercio de los productos y subproductos originados bajo el concepto de SFM. Asimismo, a impulsar, cuando sea apropiado, y bajo la regla del consentimiento previo (que es bastante standard en instrumentos como la Convención sobre Diversidad Biológica) la inclusión de comunidades locales e indígenas que habiten esos bosques (un tema ultra-sensible para naciones como Argentina, Chile, Brasil y Paraguay), en la cadena de abastecimiento de productos y subproductos forestales y en prácticas de conservación a nivel nacional y global. También a combatir la deforestación ilegal. Por último, el artículo obliga a las partes a intercambiar informaciones y a cooperar en los esfuerzos de conservación nacional e internacional vinculado con el comercio de productos de origen forestal.”

A la vez, el Artículo 13 del borrador de acuerdo contiene una lista comprensiva de cooperación social responsable en el ámbito corporativo, en la formulación de conductas éticas en el campo empresario, en la conservación y uso sostenible de la diversidad biológica y en acciones tendientes a evitar la deforestación (yo leería atentamente esa definición). Finalmente, señala que muchas de estas medidas son expresiones de buenas prácticas y objetivos deseables (best endeavours), que es el tema central en el que la UE quiere meter mano.

Cuando leí por primera vez estos y otros textos del borrador me pregunté si nadie se dio realmente cuenta de su peligrosidad y torpeza. Hoy nos tocaría agradecer la suerte de lidiar con un borrador y no con un irresponsable acuerdo final.

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