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Guzmán amainó la corrida y juega su futuro mañana

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Luis Varela 26 octubre de 2020

Por Luis Varela

Con un gasto público con pocos precedentes para un solo día, el ministro de Economía, Martín Guzmán, logró frenar parcialmente la corrida cambiaria en curso que está sufriendo Argentina.

Después de que el presidente Fernández lo nombrara capitán del equipo económico, poniendo todo en sus manos, Guzmán se lanzó a realizar su movida algebraica, convencido de que tiene las herramientas para vencer a millones de ahorristas e inversores.

La estrategia, sin embargo, tiene varios flancos extremadamente débiles: para parar la corrida, el ministro resolvió quemar las naves. Alberto Fernández le puso un plazo de 15 días para que su estrategia tenga éxito.

¿En qué medida tranquilizó parcialmente al mercado Guzmán el viernes? Se enfocó con todas sus fuerzas en frenar a los dólares financieros libres (contado con liquidación y MEP), dijo que el dólar blue no tiene la menor importancia global por su escaso volumen y realizó un raid mediático, hablando parsimoniosamente, con una sonrisa, intentando inducir tranquilidad.

Y a los ojos de los observadores que miran la pintura desde lejos, Guzmán ganó el round del viernes. El dólar MEP cayó en esa jornada nada menos que $8,33 hasta $155,17 y el contado con liquidación se desplomó $9,43 hasta $171,63. Ambos tuvieron sus mayores caídas diarias en seis meses. Sin embargo, detrás del escenario, en la línea del coro, el dólar blue mostraba otra realidad: saltó otros $5 y llegó a un máximo histórico sin precedentes de $195.

Ni bien se conocieron los datos de cierre, los analistas que miran la pintura en detalle, y le cuentan las municiones a unos y a otros, mostraron con claridad lo que le costó al ministro realizar ese tuerce de muñeca en la pulseada con el mercado.

El viernes el BCRA perdió US$ 170 millones de las reservas. Esa caída no tuvo que ver tanto con intervención, sino con salida de depósitos de los que tienen fondos en los bancos. De los US$ 40.400 millones que tiene el Central de reservas brutas, US$ 11.877 millones corresponden a los encajes de depósitos de privados.

Pero, además de eso, que es una sangría permanente (Reconquista 266 ya lleva perdidos US$ 3.000 millones desde que Guzmán le trasladó toda la deuda externa al presidente que siga al mandato actual de Fernández), lo peor del caso es el endeudamiento que autorizó el ministro para ganar un round.

Desde que se firmó el acuerdo con los bonistas duros del canje ley NY hasta ahora, el precio contado de los nuevos bonos argentinos sufrió una baja del 26,2%. Y el viernes esa caída se sostuvo por un particular derrumbe justamente en los bonos que surgieron del canje.

Se sabe, el mayor volumen del canje ley NY determinó la supremacía de dos bonos el GD30 y el GD35; y el mayor volumen del canje ley Argentina fijó el predominio de dos bonos el AL30 y el AL35. ¿Qué pasó el viernes con esos papeles?

En el mercado local, sobre el 100% de lo operado en bonos, el 64% se transó en el AL30 y el AL35, el primero tuvo el 54% del total de los negocios y el segundo el 10%. ¿Qué pasó con sus cotizaciones? La ola vendedora para frenar al CCL y al MEP fue tan grande que el AL30 se desplomó 4,7% y el AL35 cayó entre 2 y 2,6% en sus distintas variantes.

El día del canje, hace ya seis semanas, los precios contado de los bonos nuevos determinaron un riesgo país de 1.058 puntos básicos, lo cual significaba a vencimiento el compromiso de pagar una deuda en dólares del orden del 11% anual. El viernes el riesgo fue de 1.425 puntos (35% más que hace un mes y medio), lo cual significa que si el Estado se desprende de alguno de esos bonos está endeudando al país con una tasa a vencimiento de más del 16% anual en dólares.

O sea, el ministro, en sus ecuaciones y proyecciones sustentables, quemó reservas actuales y empeñó el futuro, para frenar una corrida cambiaria que es la fiebre, no la enfermedad. El problema no es el dólar, sino un exceso de gasto público estructural (no vinculado al Covid), que los privados ya no están dispuestos a sostener.

Esa baja artificial, con un costo enorme, que logró Guzmán el viernes enfrenta mañana martes un test gigantesco, que si le sale mal le puede acortar su permanencia en el cargo de ministro de Economía. Con muchos sectores que operan en blanco acorralados con posiciones en pesos, el titular de Hacienda realizará mañana dos licitaciones, una de bonos en pesos atados a la inflación y otros atados al tipo de cambio oficial (dollar linked), con el objetivo de “ofrecer alternativas de inversión y 'secar' la plaza pesos”.

Esta licitación tiene dos problemas: los grandes sectores que están acorralados en pesos son los bancos y las compañías de seguros. Si ponen sus pesos en esos bonos, y el ministro usa el tipo de cambio oficial como ancla y los números del Indec siguen mostrando una inflación alta pero bajo control, esos dos sectores verán sus activos licuados, y cuando los bancos y las compañías de seguros tengan que cubrir lo que los privados contrataron tendrán menos espaldas para hacerlo.

Además, ocurren infinidad de cosas que no pueden entrar en este comentario por cuestiones de espacio, pero como adicional, el viernes se logró bajar al ccl y el mep con otro elemento: hubo un virtual feriado cambiario porque la Comisión Nacional de valores le pidió a las ALIC (Agentes de Liquidación y Compensación, ex operadores de Bolsa) que operen lo menos posible.

Y, como dato adicional, la enorme brecha cambiaria que hay entre los seis tipos de cambio que inventó Alberto (el viernes la brecha entre el dólar oficial y el dólar blue fue del 132% y la del CCL y el mayorista fue del 119%), están destruyendo el comercio exterior, ya que esas distancias beneficia a las importaciones y castigan a las exportaciones.

En dólares, en agosto hubo exportaciones por US$ 4.938 millones e importaciones por US$ 3.508 millones, lo cual dio un superávit de US$ 1.430 millones. Pero en septiembre las exportaciones cayeron a US$ 4.711 millones y las importaciones subieron a US$ 4.127 millones,por lo que el superávit se redujo a US$ 584 millones.

Esto se da con el supercepo cambiario y comercial, es decir hay un cúmulo de importaciones trabadas. Hay muchas industrias sin insumos y comerciantes sin productos. Nadie sabe con qué precio vender, porque desconoce a qué valor logrará la reposición. Lo cual recuerda a ese cuento de cuánto vale una lata de sardinas en un supermercado que tiene en los estantes 1.000 latas y cuánto vale la misma lata si quedan 3 latas solas.

Por eso, empieza a haber escasez en muchos productos y eso está haciendo que la inflación muestre los dientes. El mismo Indec reconoció en septiembre que hubo una inflación del 2,8% mensual, la más alta desde la cuarentena, con todas las tarifas congeladas, pero también admitió que la inflación núcleo, que es la que sienten las familias, estuvo más cerca del 4%.

Algunos de los funcionarios se enorgullecieron en decir que a lo largo de la semana el precio de las acciones subió de manera espectacular, nada menos que 7%. Pero no dijeron que esa variación fue en pesos: medidas en dólares las acciones argentinas sufrieron una baja semanal del 2,2%. Y con una caída del 2% en Frankfurt y una baja del 1% en Wall Street, con todo el mundo muy preocupado, porque nadie sabe qué pasará con los mercados a partir del 3 de noviembre, cuando los norteamericanos decidan si Donald Trump sigue o si el demócrata Joe Biden se transforme en el nuevo ocupante de la Casa Blanca.

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