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Enfrentando el futuro

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14 octubre de 2020

Por Enrique S. Mantilla  Presidente de la Cámara de Exportadores de la República Argentina

La crisis provocada por el Covid- 19 es profunda. Según las estimaciones que realizó la Organización Mundial del Comercio ? OMC, en abril, el comercio mundial de bienes en 2020 tendría una caída, dependiendo del escenario, de entre el 13% al 32%.

Por eso, la estimación que la OMC publicó en octubre de una caída para este año de 9,2% contra el 2019 fue considerada una buena noticia. Al mismo tiempo planteó un escenario de crecimiento del comercio para el 2021 del 7,2%, pero lo hizo con la advertencia que si se materializaran riesgos con una segunda ola de Covid-19 con su respectivo shock de oferta y demanda en los próximos meses, este pronóstico tendría que revisarse. También señaló que podría haber efectos negativos si las medidas tomadas por los gobiernos no fueran las adecuadas o si hubiera fallas importantes en mantener una cooperación internacional aceptable.

Enfrentamos una crisis global y está claro que la capacidad fiscal y monetaria de los países es desigual y que hay diferentes límites de lo que cada uno de ellos puede hacer en términos de ayuda gubernamental para estabilizar los ingresos y el consumo y también consolidar sus mercados financieros e inversores.

Por supuesto, habrá heterogeneidades, en especial en aquellos países con serios problemas de sustentabilidad fiscal y sin sólidos programas económicos. Por esto el tema del empleo y las quiebras empresarias adquieren centralidad y tendrán consecuencias en la dinámica política de los países.

Un hecho que hay que señalar es que el noroeste de Asia ha surfeado la pandemia mucho mejor que otras regiones. Ha sufrido menos infecciones, menos muertes y menos daños económicos. Con el virus controlado, la producción fabril se ha normalizado y se ha recuperado el crédito. Nos estamos refiriendo a Corea del Sur, China, y Taiwán y los sistemas hospitalarios han demostrado ser robustos y con capacidad de manejar potenciales rebrotes.

También hay que mencionar el papel destacado de la cadena de productos electrónicos en estos países. Por ejemplo, los fabricantes de chips de memoria de Corea del Sur se han beneficiado con la creciente demanda de almacenamiento en la nube. Los fundidores de semiconductores de Taiwán han prosperado debido a la actualización de teléfonos inteligentes y China tiene gran participación en las cadenas de suministro de tecnología y mantiene su demanda interna. El pronóstico de crecimiento del PIB de China para 2020 es de 2,3%.

También hay que mencionar a Tailandia ya que los bancos estatales han invertido en fondos de estímulo para compensar el colapso del turismo, lo que ha producido un buen nivel de crédito en su economía.

Si ahora nos concentramos en América Latina, la situación es más complicada. La Cepal menciona: “La crisis del Covid-19 está llevando el crecimiento del PIB a mínimos históricos en toda la región? aumentando así la pobreza y la desigualdad. Se han acometido intervenciones en el ámbito de las políticas para preservar las capacidades humanas, productivas y financieras. Sin embargo, las capacidades financieras e institucionales son limitadas y los problemas estructurales ?como la elevada informalidad, la baja productividad y la vulnerabilidad socio-económica? acentúan la necesidad de adoptar medidas enérgicas y eficaces.”

La situación de Argentina era compleja y se agrava por la caída del PIB en 2019 y 2020:

Por otra parte, en los últimos diez años, el nivel de inversión bruta interna fija (IBIF) a precios corrientes en Argentina ha sido muy bajo y se ubica en un ranking de 148 países en la posición 138 de acuerdo al Banco Mundial. También hay que tener en cuenta que el número de empresas exportadoras que en el año 2006 eran 15.075 habían disminuido a 9.530 en 2017 y, en 2019 se contabilizaron 8.864 empresas exportadoras de manufacturas. La caída de las exportaciones para este año se estima en un -10%.

La economía argentina va a completar una década de la reducción de su PIB per cápita, a lo que hay que añadir las secuelas que dejará el coronavirus. Está claro que las inconsistencias en el plano fiscal, monetario y de la competitividad hicieron que la volatilidad deviniera un rasgo permanente de la economía, con consecuencias estructurales tales como la fragmentación del mercado laboral y el subdesarrollo financiero con dolarización.

La estructura de la economía ha sufrido, por años, un deterioro que ha tendido a reforzar las restricciones al crecimiento de la productividad y, por ende, de la competitividad y la inclusión. El agravamiento del deterioro laboral y social aumentaron las presiones sobre el gasto público y el incremento de los impuestos distorsivos.

Argentina no ha tenido éxito en encontrar un marco institucional para que la economía cumpla con los requisitos de estabilidad y adecuación para desarrollar una estrategia nacional exportadora y niveles de inversión adecuados que son clave para la generación de empleo sostenible de calidad con inclusión social.

¿Es posible pasar de una cultura de divergencias políticas sobre cuestiones esenciales, como la necesidad de desarrollar la competitividad, a una con un sistema de consensos mínimos?

Los desafíos que enfrentamos en un mundo con muchas incertidumbres y con cambios importantes en las relaciones comerciales y en medio de una revolución digital, requiere que los actores de la política, del sector empresarial y sindical lleguen a un acuerdo donde la promoción de la productividad, la inversión y la exportación sean el eje central para crear empleo e inclusión social y superar los dilemas del presente. Para eso se necesita dirección, decisión y determinación porque no basta desear un futuro mejor sino que hay que hacerlo posible.

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