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Dólar, incertidumbre y estanflación

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Héctor Rubini 23 octubre de 2020

Por Héctor Rubini (*)

El lunes por la noche, el Mministerio de Economía anunció medidas para reducir el “parking” a 3 días y licitación de nueva deuda para el 9 y el 10 de noviembre por US$ 750 millones para dar salida a fondos extranjeros sin presionar sobre el dólar Contado con Liquidación. En particular llamaron la atención dos párrafos del comunicado oficial.

Uno, donde se afirmaba que “las regulaciones implementadas el 15 de septiembre han tendido a reducir la liquidez del mercado, ocasionando una volatilidad que resulta dañina para el proceso de formación de expectativas”. Algo que exterioriza públicamente una muy fuerte diferencia de enfoques entre los responsables de la política monetaria y de la política fiscal. Sobre todo, porque en un comunicado más reciente, del 1° de octubre, el BCRA afirmaba que había decidido “abandonar el mecanismo de devaluación uniforme, otorgando mayor volatilidad y manteniendo el nivel competitivo del tipo de cambio real multilateral”.

Otro párrafo fue en principio bien recibido por la opinión pública: “El BCRA derogará el punto 5) de la Comunicación “A” 7106 del pasado 15 de septiembre para fomentar la operatoria de emisores locales en mercados regulados argentinos”. Dicho punto disponía que “los no residentes no podrán concertar en el país ventas de títulos valores con liquidación en moneda extranjera”, salvo aquellos adquiridos “en el país con liquidación en moneda extranjera a partir del 16/09/20 y hubieran permanecido en la cartera del no residente por el plazo no inferior a un año”.

Así, la Comunicación “A” 7142 derogó el punto 5) de la Com. “A” 7106, y modificó el punto 6 de dicha norma. El mismo establecía: “Las transacciones de títulos valores concertadas en el exterior y los títulos valores adquiridos en el exterior no podrán liquidarse en pesos en el país”.

La nueva redacción, según la Com. “A” 7142, es la siguiente: “Las transacciones de títulos valores concertadas en el exterior no podrán liquidarse en pesos en el país, pudiéndose liquidar en pesos en el país solamente aquellas operaciones concertadas en el país”. La medida daría mayor potencia a las intervenciones oficiales en el mercado de bonos y en el de divisas. Pero no incentiva el ingreso o repatriación de fondos del exterior.

Las posturas de los diversos funcionarios en materia monetaria y cambiaria no parecen ser uniformes. Según el BCRA, parecía indispensable promover mayor volatilidad cambiaria y “marcar la cancha” a los participantes en los mercados MEP y CCL.

El Ministerio de Economía pareciera tener una interpretación contraria a la de promover o convalidar volatilidades. Algo coherente, si se quiere, con los esperados anuncios de blanqueo de fondos para financiar proyectos de construcción, y canalizar ahorros a la inversión real.

Pero emerge otro problema: si se el impuesto a los patrimonios o “riquezas” llega a gravar los activos “blanqueados” años atrás, ¿cuál es el incentivo a “blanquear” hoy, si lo que sigue es alguna penalización vía algún nuevo impuesto futuro? Y aun así, ¿por qué aplicar fondos en dólares básicamente a nueva construcción? ¿Por qué no extender el régimen a inmuebles usados, y movilizar en serio el mercado inmobiliario?

Nuevamente van emergiendo con los sucesivos anuncios la misma percepción de incertidumbre y de falta de rumbo claramente definido. La dinámica del mercado cambiario y de las expectativas difícilmente cambien con estos anuncios sin estar enmarcados en un plan de estabilización y crecimiento percibido como sostenible, y cuyos costos sean aceptados por los potenciales perdedores. No se ve tampoco indicios de nada de esto.

De hecho, a partir de las inexplicables críticas presidenciales a la ciudad de Buenos Aires y el repentino quite de coparticipación al Gobierno de la Ciudad, la credibilidad en las autoridades ha caída a niveles difíciles de recuperar. Sobre todo con anuncios de marchas y contramarchas que complican, a su vez, la formación de expectativas. Algo que tornará inevitable, y quizás más que antes, el escrutinio diario no sólo de la evolución de las reservas líquidas del BCRA, y de sus pasivos monetarios y cuasifiscales, sino también de los depósitos en dólares y de los encajes sobre dichos depósitos. Dos indicadores que pueden cobrar mayor relevancia para evaluar no sólo las decisiones de la autoridad monetaria y del ministerio de Economía, sino también el grado de aceptación o rechazo a las mismas por parte de sector privado.

Por caso puede verse la escasa o nula repercusión que ha tenido (al menos en lo inmediato) el anuncio del proyecto de ley para un nuevo blanqueo de capitales orientados a financiar la construcción. La potencia de la propuesta responderá básicamente a los incentivos para atraer contribuyentes interesados a blanquear su situación fiscal. Pero la “zanahoria fiscal” del proyecto de ley no parece ser suficientemente atractiva. Y la enunciación de las exenciones impositivas del artículo 10 del proyecto de ley deja al contribuyente expuesto a gravámenes relacionados con exteriorizaciones de riqueza como la seudo “contribución voluntaria” sobre las “grandes fortunas” que podría ser aprobado por el Congreso este año.

En suma, persiste la secuencia de sucesivos parches sin una dirección claramente definida respecto de incentivos para la recuperación de la actividad económica, ni para reducir la incertidumbre y la desconfianza. Algo más que necesario en semanas en que se estaría frenando la sangría diaria de reservas del BCRA. Pero el sector privado desconfía, y al cierre de ayer, el dólar blue vendedor llegó a $190, con una brecha de 131% respecto de la cotización oficial. Para las puntas compradoras, la brecha entre dólar blue y oficial trepó al 137%.

La credibilidad en las autoridades sigue muy deteriorada, y esto empieza a manifestarse en dos síntomas cada vez más visibles en la economía real: a) la remarcación de precios “por las dudas” ante la incertidumbre sobre la próxima lista de precios de bienes a ser adquiridos por las empresas para reponer stocks, y b) la evidencia cada vez más difundida de desabastecimiento de determinados productos (farmacéuticos, alimentos, de ferretería y otros), que exacerba la desconfianza y el temor respecto del futuro.

Un escenario que en la medida que no se revierta, mantendrá sin muchos cambios la presión compradora de dólares, y no sólo en el mercado paralelo. Pero aún si se calmara y empezara a reducirse dicha brecha, el daño ya está hecho. Las restricciones a la movilidad física, al comercio exterior y al mercado de cambios seguirán bloqueando la actividad económica, de manera que sin certidumbre en materia de precios ni recuperación del ingreso disponible a la vista, el sendero de corto plazo no es de estabilidad. La estanflación mantendrá su curso, sin grandes novedades al menos hasta el verano.

Habrá que ver si en lo que queda del año algo modificará para mejor. Pero si algo ha quedado más que claro, es que la estrategia en línea de que “la regla es la incertidumbre” no conduce sino a una estanflación más aguda, con acortamiento general de los horizontes de planeamiento, y un empobrecimiento y descapitalización de empresas y familias que serán muy difíciles de revertir.

(*) Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

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