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La política exterior necesita una fuerte ducha de sensatez

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14 septiembre de 2020

Por Jorge Riaboi  Diplomático y periodista

A fines de la pasada semana la atención periodística volvió a posarse sobre un caso cerrado y vergonzoso. Aunque la intención de esta columna era olvidar la kafkiana candidatura argentina a la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) por la obvia y previsible falta de apoyo (ver mi columna del 11 de agosto), los protagonistas del episodio insistieron en provocar un innecesario y ruidoso capítulo final. No quisieron entender que la opción digna era dar vuelta la página, hacer las paces con la realidad y acariciar con firmeza las verdaderas prioridades del Gobierno. Según la mirada prevaleciente perder fue ganar. Si era así, ¿para qué y a qué jugaron?

Las magníficas reflexiones literarias sobre la invariable soledad de América Latina que nos proveyeron Gabriel García Márquez, Octavio Paz y Osvaldo Soriano no reportan ningún insumo para explicar cuántos frentazos adicionales espera comerse la clase política argentina antes de aceptar que una candidatura a la Secretaría General de Naciones Unidas o de la FAO, o al mal concebido intento de disputar la presidencia del Banco Interamericano de Desarrollo, demandan otros requisitos. Sin duda saber si el país calificaba para dar una compleja batalla de poder e intereses, donde gravita tanto el currículum y las virtudes del candidato como la popularidad y seriedad del país que representa. En tal escenario tiene valor cero conseguir el respaldo de una peña de líderes retirados llamada el Grupo Puebla o el endoso escrito de muy respetables y queribles ex Presidentes regionales, ya que el prestigio y la autoridad moral ajena no votan en la asamblea. También ponderar con seriedad, artículo escaso, si una candidatura de esta índole justifica empeorar el ya gravísimo escenario doméstico y global del país.

Nada de eso supone tragar los falaces argumentos del candidato ganador. La regla de que el sillón principal del BID lo debe ocupar un ciudadano de naciones latinoamericanas que son sujetos de crédito en la institución, surgió de un pacto real, conocido y respetado que formó parte del compromiso de sede adoptado en el acto fundacional, sesenta años atrás. Es equivalente al que rigen las designaciones en el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial. Lo que perdió Argentina es poder, al evidenciar lo poco que sabe sobre las asignaturas confiabilidad y consenso. Y también nuestro eterno desconcierto acerca de cuáles son las prioridades nacionales ante la gigantesca crisis económica, los flamígeros problemas sociales y la convivencia republicana del país cuando por enésima vez vive el problema de la deuda. Nadie explicó a qué fin útil se aplica esta movida final de adolescente inconformista, que no movió el amperímetro. Ni cuál era el plan de acción del candidato que se retiró.

Un país que tiene seis autoridades de política exterior con acceso directo o semidirecto al sillón presidencial, debería exhibir otra capacidad de delivery (el team incluye al Canciller Felipe Solá; al asesor sobre temas ignotos Gustavo Béliz; a la unidad con facultades especiales que es nuestra embajada en Washington encabezada por Jorge Arguello; a los intentos del ministro Matías Kulfas; al influyente y discreto senador Jorge Taiana y al asesor Tom Shannon). No tengo idea de cómo opera y si opera semejante pastiche. Tampoco cómo podremos manejar con ese mismo equipo una acertada, equilibrada y productiva convivencia mayor con China y Estados Unidos. Se claramente porque lo digo.

Un mes antes de cortarse el suspenso sobre la candidatura advertí, con macabra exactitud, y con todos los fundamentos del caso, lo que podía suceder y cómo iba a pasar. No era la primera vez. Me inspiré en el certero diagnóstico de Peter Hakim, expresidente del Diálogo Interamericano, y algunas observaciones personales. Tampoco me equivoqué cuando señalé que el debilitado Presidente de México no podía ser alma gemela y leal al doctor Alberto Fernández, ya que su alma estaba consagrada, por inmejorables razones, al Presidente que atiende en la Casa Blanca, quien tiene muchas opciones para garantizar por vía del amor, o del desamor, tal lealtad. Cualquiera que albergue dudas sobre el asunto, debería repasar lo que sucedió al negociarse el nuevo NAFTA, proceso en el que México y Canadá hicieron un visible pacto de sangre acerca de ciertos principios, objetivos y alcance del proyecto de reforma hasta que, cuando llegó la hora de poner las borlas sobre la mesa (ver diccionario), se escuchó algo equivalente a un “hasta aquí manito”. Y ese previsible momento se podía anticipar de lejos: nadie en su sano juicio que preside una nación que dirige el 80% de sus exportaciones a Estados Unidos y recibe remesas financieras de 38 millones de mexicanos residentes en ese territorio, viaja a Washington para hacerse el macho Alfa en la Casa Blanca.

El Gobierno tampoco calculó otros detalles. El Financial Times acaba de circular la versión de que el actual titular de la Oficina del Representante Comercial (USTR en inglés), el embajador Robert Lighthizer, podría ser uno de los candidatos a quedar en el gabinete si gana las elecciones el líder opositor Joe Biden. Eso confirma la idea de que puede haber continuidad o enorme desconcierto en ciertos aspectos de la futura política económica y comercial. Esta es otra buena razón para dedicarse a trabajar en vez de esperar milagros en la Oficina Oval.

No es la única movida que parece una oferta de servicios. También la nota que acaba de publicar el influyente republicano Bob Zoellick en Foreign Affairs el martes 8, donde sostiene que la agenda interna de Biden debería guiar su política exterior y su política comercial, es una referencia válida. Estos saltos partidarios son muy sugestivos, porque Bob sostiene que los futuros votantes respaldarán a Biden exclusivamente como conducta anti-Trump, ya que hoy por hoy ninguno tiene la menor idea de cuál es la política exterior del candidato demócrata.

Volvamos al menú del día, que incluye un dato bastante aleccionador para la dirigencia del Mercosur. La semana pasada nos brindó terribles imágenes de como ardía una inmensa región de California y Oregon, donde se acumuló la pérdida de 2,5 millones de acres que, si mis cálculos están bien hechos, equivalen a la friolera de 10.120 kilómetros cuadrados.

Esa situación no es nueva. Se repite y empeora desde hace una década y es consecuencia del cambio climático. Tanto, que el actual presidente Donald Trump ahora dice, después de retirar a Estados Unidos del Acuerdo de París, y de negar la existencia de ese cambio, que piensa asumir un fuerte liderazgo en el plano ambiental y climático, cuyos efectos menoscaban la seguridad alimentaria de su país y del planeta.

Esto viene de la misma persona que la semana pasada vivió otro gigantesco papelón cuando se difundieron las grabaciones del experimentado y muy prestigioso periodista Bob Woodward (uno de los que denunció el escándalo Watergate que eyectó a Richard Nixon de la Casa Blanca), donde consta que Trump reconoció saber desde enero pasado la peligrosidad del Covid-19 y que jugó al “aquí no pasa nada serio” para evitar el pánico en la población. A partir de ese dato, se le cayó el techo político encima de la cabeza. Este puede ser un dato central en la elección del 3 de noviembre, siempre y cuando uno recuerde que votan estadounidenses.

Vale la pena mencionar que es el mismo gobierno que tuvo la audacia de imputarle falta de transparencia a China (que obviamente la tuvo y grave) y a la Secretaría de la Organización Mundial de la Salud (OMS), para iniciar las acciones destinadas a retirar a Estados Unidos de tal organización.

Del lado europeo, existen voces parlamentarias orientadas a llevar del 50% al 60% el recorte de las emisiones de gases de efecto invernadero previstas para el año 2030, ante las renovadas amenazas de caos climático que están a la vista. Ante ello, algunos intendentes ecologistas de Francia están creando focos como los que generan las provincias argentinas para evitar la propagación de la pandemia en sus territorios prohibiendo la libre circulación en nuestro país. Pero el caso francés se asemeja a una epidemia de intendentes ecologistas, que inventan normas municipales que contravienen las normas del país, los que sin anuencia papal se creen Juan Grabois, asunto que espero retomar en otra columna.

El pasado 27 de agosto Washington y Bruselas suscribieron un acuerdo destinado a reducir la protección arancelaria al comercio de unos pocos productos, que generarían un intercambio adicional estimado en sólo 200 millones de Euros anuales. La comunicación del Vicepresidente Ejecutivo y nuevo Comisionado de Comercio de la Unión Europea, Valdis Dombrovskis, reconoce que las disposiciones del nuevo acuerdo estarán sujetas al principio de Nación más Favorecida del GATT (Artículo I) y que los textos serán sometidos a la consideración del Consejo

Europeo y el Euro Parlamento para ratificación. Las disposiciones tienen como fecha de aplicación retroactiva el 1ero de agosto pasado y beneficia a quienes encuadren en las reglas aplicables en la actualidad. La declaración menciona que el intercambio bilateral de bienes y servicios entre ambos signatarios se mantiene en unos 1,3 billones de Euros anuales (en castellano, trillones en inglés). Las rebajas pactadas permitirán ampliar las exportaciones comunitarias de vajilla de cristal, hélices de polvo, encendedores y sus partes por un lado, y las de langostas vivas y congeladas en el caso de Estados Unidos.

Más que los montos involucrados, lo que importa es la reanudación de las negociaciones bilaterales entre ambos gobiernos. Éstas pasaron por un pésimo ciclo Trump en los últimos cuatro años. Sin embargo, el dato llamativo es el hecho de que el nuevo Acuerdo Comercial no parece hacer referencia alguna a la futura condición de no miembro del Acuerdo de París que inició Washington, a la que tanto Francia como el Euro Parlamento invocaron como determinante para aceptar o rechazar el borrador de acuerdo birregional de libre comercio con el Mercosur. Si hay una región del mundo que está hermanada con la depredación de la amazonia brasileña, es la devastada región del oeste de Estados Unidos.

Evidentemente, el criterio de igualdad ante la ley que aplica Europa tiene un indiscutible sesgo argentino.

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