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El Estado debe ofrecer razones para no comprar dólares

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01 septiembre de 2020

Por Pablo Besmedrisnik (*)

El mundo (fundamentalmente el occidental) y América Latina siguen sufriendo los efectos económicos adversos de la pandemia. Esto se ha puesto de manifiesto en caídas bruscas en los niveles de actividad, pero no necesariamente en saltos violentos y masivos en las variables financieras y cambiarias, y en general los países están ingresando en un sendero de mayor normalidad y de recuperación relativamente claro. Argentina es una de las grandes excepciones.

Aún con tropiezos, los países latinoamericanos a grandes rasgos han contenido la inestabilidad y no han sufrido fuertes devaluaciones de sus monedas que sí son percibidas como reserva de valor. Incluso, en los últimos cinco meses las monedas de Chile, México, Colombia y Uruguay se han apreciado frente al dólar. Incluso Brasil, que venía padeciendo una presión devaluatoria considerable pudo contener el golpe y entre el 1° de abril y el 28 de agosto devaluó tan solo 3,5% su real. En el mismo lapso, el peso argentino en su versión oficial se devaluó 18,2%. De todas formas, la devaluación del peso oficial es tan sólo una muestra gratis de la devaluación verificada en el mercado informal, en el marco de un fuerte control de cambios y de brecha cambiaria.La falta de acceso al financiamiento externo, una economía y situación social compleja, la fragilidad fiscal, los problemas eternos en la balanza de pagos, y sin soluciones para una inflación imparable, constituyen junto con una montaña de pesos en circulación y la incertidumbre política (que se vive desde agosto de 2019) un escenario poco propicio para atender la gravedad de la crisis generada por el Covid-19, que alimenta expectativas negativas sobre el futuro cercano. Naturalmente, esto afecta la demanda de dólares y su perspectiva de evolución a futuro. Y así lo entienden no solo los grandes inversores sino también los casi 4 millones de individuos que vienen recurriendo al goteo de los US$ 200, para atesorarlos o venderlos en el mercado paralelo.

Aun soslayando las expectativas negativas que empujan a la dolarización, y la sensación de que los dólares “en oferta” se acabarán pronto (las potenciales nuevas restricciones adicionales son percibidas como que están a la vuelta de la esquina), tampoco están dadas las condiciones corrientes de rentabilidad que inviten a los (pequeños) ahorristas a buscar con ganas alternativas de inversión en pesos, simplemente “no les queda otra”.

Descartando las inversiones en acciones o bonos que son muy riesgosas para ahorristas no profesionales, la rentabilidad que ofrecen los plazos fijos a las tasas corrientes no preservará el valor del dinero con las proyecciones de inflación existentes. Si bien hasta la fecha las tasas de los plazos fijos vienen superando a la inflación verificada, a futuro el panorama aparece como diferente y si no hay ningún cambio en la política de tasas mínimas terminarán recibiendo tasas negativas.

Si un ciudadano común y con poco acceso a mecanismos sofisticados de inversión disponía de $100 el primer día del mes de abril, a fin de agosto tendría $113 si optaba por constituir un plazo fijo. En ese mismo plazo, si en cambio compraba dólares al tipo de cambio oficial hoy dispondría, al mismo tipo de cambio, de $118. Finalmente, si decidía comprar dólares blue hoy contaría con $167. Es decir, la compra de un dólar blue el primero de abril multiplicó por más de cinco la rentabilidad de un plazo fijo.La economía argentina y su mercado de cambios en particular están experimentando una situación de gran complejidad y tensión. Argentina necesita ejecutar políticas contundentes en el corto plazo para frenar la demanda de dólares, generando mejores rendimientos en inversiones en pesos, recreando confianza para incentivar la oferta de dólares, y explicitando un plan realista de absorción de los pesos emitidos. Si bien para el mediano plazo queda la implementación de soluciones para la cuestión fiscal y generar cambios estructurales que definen cuanto y como crecerá la economía argentina, hoy hay que comenzar dando señales concretas y planificando.

(*) Director de Invenómica

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