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El Covid-19, precios acelerando su ritmo y la (eterna) escasez de dólares amenazan la recuperación

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07 septiembre de 2020

Tras la parálisis total de abril, cuando el Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) del Indec derrapó 26% interanual y 17,6% versus marzo, el nivel de actividad empezó a rebotar. Era esperable el “efecto reapertura”. Así, el EMAE rebotó 9,7% y 7,4% mensual en mayo y junio, respectivamente. Formando, al menos inicialmente, una suerte de “V”: caída violenta con recuperación potente. Sin embargo, desde julio la segunda recta de la “V” se empezó a quedar sin fuerza y empieza a lateralizar. En criollo: la recuperación se quedó sin nafta y la actividad se estabilizó.

El “efecto reapertura” aún tiene más potencial porque, más allá de la flexibilización tendencial de la cuarentena, hay actividades centrales que aún se encuentran suspendidas y no han ingresado a la “nueva normalidad”. En el EMAE de junio, por ejemplo, el rubro “otras actividades de servicios comunitarios, sociales y personales” estuvo 63,2% debajo de su nivel de 2019; la construcción, 41,9% abajo y hoteles y restaurantes, casi 63% abajo.

Más allá de eso, los economistas creen que la recuperación del EMAE será más amarreta en los próximos meses. Algunos indicadores adelantados así lo muestran: en julio, el Indice General de Actividad (IGA) de Ferreres, cayó 0,5% mensual contra julio. El Indice de Producción manufacturera (IPIm) del Indec mostró, en julio, un rebote leve de 2,1% mensual, tras el 12,3% y 16,5% de mayo y junio, respectivamente.  Algo similar pasa con la construcción, otro sector clave: tras el 113,6% de mayo y el 37,6% de junio, en julio desaceleró hasta 6,8%.

Según el top-10 del último Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM) del BCRA, la actividad cayó 16,2% (trimestral) en el segundo trimestre y rebotará 8,6% y 4,5%, respectivamente, en el tercero y cuarto. Así, el PIB de 2020 terminaría 12% abajo (promedio anual) con respecto al 2019.

La visión de los privados

“En julio y agosto sigue la recuperación, pero mucho más lenta”, dice el último reporte de FMyA. Hacia adelante, los riesgos centrales son tres: el Covid-19, el alza de la inflación (FMyA la estimó en 3,5% para agosto) y la falta de dólares. “Con los datos que salieron de julio y los preliminares de agosto, estimamos que la caída interanual de EMAE se redujo a 12% en julio y a 10% en agosto”, dice el reporte. “Mantenemos la proyección de una caída del 12% en todo 2020. Pero los riesgos de enfriamiento siguen altos: la crisis sanitaria sigue presente y no podemos descartar que algunas zonas del interior vuelvan a cerrarse; en agosto la inflación marca una visible aceleración (proyectamos 3,5%) y la pérdida de reservas del BCRA obligará a endurecer el cepo en importaciones, que frenaría la actividad”, concluye.

“¿Por qué la recuperación no tiene forma de “V”? Básicamente por dos motivos. Por el lado de la oferta, es decir, de la posibilidad de que los sectores económicos puedan volver a funcionar con normalidad, aún continúa habiendo restricciones. Algunos sectores (pocos) continúan prohibidos en amplias zonas geográficas del país y muchos están habilitados a funcionar, pero con una utilización de su capacidad instalada baja. Por el lado de la demanda, el daño que implicó el aislamiento resultó en la pérdida de capacidad productiva, con quiebras de empresas y destrucción de empleo, ambos factores que implican una reducción del ingreso disponible privado (menos ganancias y menos salarios que antes), por lo que la demanda agregada no puede tener la misma fuerza que antes de la pandemia. Ambos factores explican que la recuperación rápida que implica la pata derecha de la “V” no pueda darse en este contexto. Tampoco tiene forma de “L” porque la actividad no quedó estancada en el nivel bajo del mes de abril. Eso solo hubiera ocurrido en el caso en que la cuarentena casi absoluta que se estableció en aquel mes no se hubiera flexibilizado nada, lo que claramente hubiera implicado un daño económico mayor que el que estamos tendiendo”, señalaron desde Invecq.

¿Qué implica la forma que estaría tomando la recuperación económica en nuestro país? “Básicamente que el tiempo que llevará regresar a niveles de actividad, ocupación e ingresos como los que existían en el momento previo a la implementación de la cuarentena (y que ya venían de caer en relación a 2017) será mayor que lo que espera el Gobierno y que lo que han sido en general las últimas recesiones argentinas. Esta crisis es más profunda y sus consecuencias persistirán entre nosotros por más tiempo. Por último, cabe preguntarse si el Gobierno tiene la capacidad para alterar la dinámica de la recuperación, particularmente, para acelerarla. Sin la suficiente credibilidad, el Gobierno no puede hacer mucho para cambiarla. De hecho, dados los enormes desequilibrios macroeconómicos que presenta la economía, es mejor que no lo intente. El resultado podría ser el inverso: agravar los desequilibrios, empeorar las expectativas privadas y desenlazar en un nuevo símbolo: la 'W', es decir que, antes de que la actividad termine de recuperarse, sufra una nueva caída”, señalan.

“Los sectores que podían recuperarse rápido ya lo hicieron, la normalización de los más afectados tardará en llegar y, por eso, el rebote perderá fuerza. La demanda también podría resentirse un poco a medida que el gobierno vaya removiendo los estímulos fiscales y la inflación erosione los ingresos de las familias. Incluso la inversión, que tuvo un desempeño bastante decoroso considerando la magnitud del impacto, podría verse afectada ante la amenaza de mayores impuestos. En este marco, el rebote del PIB sería mucho más lento en el segundo semestre (1,25% promedio mensual) y el año cerraría con una baja de 11,5%”, dijeron desde el Area de Research del Grupo SBS.

El Gobierno, expectante

En el Gobierno, naturalmente, son más optimistas y creen que la recuperación se irá afianzando. Por un lado, confían en que el sector privado irá empujando más y que el aporte del sector público también será decisivo. “El Estado usará sus dos músculos principales”, que son el gasto público directo y los créditos subsidiados, anticipó Cecilia Todesca Bocco, vicejefa de Gabinete, el fin de semana. Por otro lado, aun sin explicitarlo en un plan, en el Gobierno creen que han aclarado el panorama sobre cuál es su rumbo. Además de cerrar el acuerdo con los acreedores de forma exitosa y haber desplegado algunas de sus famosas “60 medidas”, señalan que el Presupuesto 2021, que se presentará el 15 de septiembre, aportará más claridad e información sobre el plan macroeconómico oficial.

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