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Empoderado, Guzmán se quiere quedar y enfrenta un segundo semestre decisivo

Alejandro Radonjic 27 agosto de 2020

Por Alejandro Radonjic

En la reunión de Gabinete Económico del pasado 5 de agosto, Santiago Cafiero entró al Salón de los Científicos envalentonado y, con el puño derecho en alto, pidió “un fuerte aplauso para Martín”. Martín es Guzmán. Un par de horas antes (circa de las 3 AM) se había puesto de acuerdo con BlackRock y los otros fondos sobre la reestructuración de la deuda bajo Ley Extranjera. “Un fuerte aplauso para Martín y todo su equipo de trabajo que lograron un objetivo central que nos pidió el Presidente de la Nación al encarar la negociación de la deuda externa que nos permite una perspectiva distinta, para pensar políticas públicas para la producción y el empleo”, fue la frase completa del hombre oriundo de San Isidro.

Hubo aplausos y nada más porque, bueno, virus. Ni siquiera coditos. No hubo abrazo, como aquel famoso entre Alfonso Prat-Gay y “Toto” Caputo en Manhattan en abril de 2016. Si es augurio de un final mejor, bienvenido sea.

El hombre de La Plata, seguramente agotado, hizo algunos gestos tímidos de reciprocidad, suponemos que sonreía (tenía barbijo) y se empoderaba antes sus pares del Gabinete. Metía un gol. Acaso el primero grande de la era de Alberto Fernández. Si tardó más de lo debido o el Valor Presente Neto (VPN) final estuvo US$ 15 arriba de la primera propuesta no importa mucho. Logró algo que “el mercado” desconfiaba que iba a poder hacer por excesivo ideologismo, por ser un académico (sic) o por, se decía, estar más interesado en sentar un precedente que en resolver un problema. Pero, sobre todo, Guzmán despejó la necesidad de dólares de corto plazo: el famoso “debt relief”. Un fuerte aplauso para Martín.

Con su tono peculiar y estable, Guzmán suele decir “sostenibilidad” y “consistencia” con frecuencia. También dice que quiere “tranquilizar la economía”. Todos déficits clásicos de Argentina, top5 de los países más volátiles del mundo. No hace pronósticos ni promete “segundos semestres”. Habla poco y es infrecuente que “haga medios”, como se dice en la jerga. Cuando los hace, es por pedido de arriba más que por vocación. “Es un cultor del perfil bajo y no cambiará por más que sume funciones”, dicen cerca suyo. Trabaja, además, con un Presidente que habla, y bastante, de economía.

Mientras, va sumando funciones y acaparando áreas en un diseño de política económica que inicialmente arrancó fragmentado (como el de Cambiemos) y donde solo era el “hombre deuda”. Hoy tiene influencia en el BCRA (aunque se cuida de no hacer tan evidente la dominancia fiscal) a través de Diego Bastourre, su secretario de Finanzas, que participa de la mesa de los jueves. Además, Miguel Angel Pesce no cree en la independencia del BCRA “a lo Sturze” y coopera. Si bien hay algunas diferencias (que pueden crecer), se administran y actúan en tándem. Mantener el cupo de US$ 200 mensuales fue una decisión que el Presidente tomó luego de hablar con él, y no con Pesce. Días atrás, Guzmán sumó la Secretaría de Energía, renovada con el neuquino Darío Martínez, que pasó bajo su órbita. Vaca Muerta, tarifas y barril criollo (temas gordos) ahora son suyos. Además de los previos: cuidar la caja en pesos (tarea siempre difícil en Argentina y más hoy) y la de los dólares, cuyo nuevo plato fuerte es el FMI. Además de diferir el calendario original de US$ 44.000 millones que solicitó Cambiemos, Guzmán deberá lograrlo con la menor cantidad de “condicionalidades” posibles.

Políticamente, tiene respaldo de les Fernández (cuenta con línea directa con ambos) mientras dialoga con otros pesos pesados de la constelación del Frente de Todos, como Sergio Massa y Máximo Kirchner. Está empoderado y, a diferencia de un antiguo predecesor, se quiere quedar en esa silla eléctrica que es el Mecon para tranquilizar a la economía. Contagiar la suya. La que exhibe al hablar. Otra menuda tarea.

Es lógico que la factura que se le pase al Gobierno por la malaria económica sea mayor. La tierra arrasada que dejó el “best team ever” y la pandemia atemperaron reclamos, pero eso se va perdiendo. La baja exposición de Guzmán (decisión propia que no alterará), su desconocimiento y el acierto de no hacer pronósticos como si fuera un consultor de la city permiten eludir algo ese pase de facturas.

Lo que viene hacia adelante es bravo en serio y el riesgo de una implosión nominal está latente. De hecho, ya hay algunos indicios de que la inflación está acelerando mientras el dólar oficial es una incógnita porque el cepo no aguanta mucho más. Hay muchos pesos y pocos dólares.

Evitar una crisis cambiaria, un fogonazo inflacionario o ambas determinará si el ciclo económico sigue mejorando. Abril fue el piso del Estimador Mensual de Actividad Económica (EMAE) y, desde entonces, viene mejorando y se empieza a formar una V pero, con crisis macro, será W y Guzmán estará complicado que su querido GELP en los promedios de la Superliga.

Si se evita, la V puede seguir estirándose, 2021 podría ser un buen año (algunos ya hablan de una variación del PIB de 7%) y, allí sí, habrá un gran aplauso nacional para el joven de 37 años que tiene que timonear, desde lo económico, un barco llamado Argentina en el mar más bravo de las últimas décadas. Y vaya si hubo marea alta y olas por estos pagos. Además, cuando empieza a entrar agua a la cubierta, se activa el fusible clásico: Argentina tuvo, desde 1854, 128 ministros de Economía, con una duración promedio de 14 meses en el cargo. Guzmán hará lo que pida el Presidente obviamente pero, ratifican cerca suyo, trabaja para quedarse.

También dependerá de algo que excede al ministro: los planes del virus en el país y la capacidad de las mentes detrás de la vacuna para meter el gol que hoy espera la humanidad.

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