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El triángulo del desarrollo argentino

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12 agosto de 2020

Por Alfredo Pérez Alfaro Doctor en Ciencias Económicas y Director de Fundación GEO

Inspirado en las propuestas de John Kenneth Galbraith, el físico y tecnólogo argentino Jorge A. Sábato plantea para cada caso puntual de situación nacional, una visión del desarrollo apoyada en la fortaleza de los que él denomina “triángulos de desarrollo”. Los tres vértices del triángulo son el gobierno, el aparato productivo y la infraestructura científico-tecnológica. Cada vértice está integrado por múltiples instituciones.

El vértice gobierno, representado por el sistema político, y las formas en que las instituciones nacionales, provinciales y municipales ejercen el poder.

El vértice aparato productivo, conformado por el conjunto de las empresas y demás sectores de la producción, sus microeconomías y el sistema de inversiones.

El vértice científico-tecnológico, integrado por el sistema educacional, los centros de investigación, las instituciones de planeamiento, las usinas culturales y creativas, etcétera.

Los lados del triángulo representan las interrelaciones entre los vértices mientras que dentro de cada vértice sus instituciones interactúan entre sí. Cualquier política de desarrollo debiera apoyarse en un triángulo nacional de vértices eficientes y consolidados en sus intrarelaciones y con lados de gran solvencia y fluidez, capaces de asegurar un ida y vuelta virtuoso en sus inter relaciones.

En plena coyuntura de pandemia surgen varias preguntas cuyas respuestas será necesario elaborar con claridad y mirada estratégica.

¿Cuál era el estado del triángulo del desarrollo argentino en vísperas de la pandemia?

¿En qué estado se encontrará el triángulo del desarrollo argentino cuando finalice la actual cuarentena de duración todavía impredecible?

Cuando se alcance la “nueva normalidad” ¿qué caminos podrían emprenderse para acondicionar el triángulo a las exigencias de una recuperación del crecimiento, en el marco de las concepciones “finalistas” del desarrollo, superadoras de la “falacia cuantitativa”?

En las puertas de la pandemia, el triángulo del desarrollo argentino presentaba serias debilidades e inconsistencias, tanto coyunturales como estructurales.

El vértice gobierno se encontraba inmerso en una etapa de asentamiento y puesta en funciones por parte de las nuevas autoridades que asumieron sus cargos en diciembre de 2019. La preocupación dominante giraba en torno a las negociaciones por el refinanciamiento de la deuda. Desde muchos sectores se reclamaba “un plan económico”.

El vértice del aparato productivo enfrentaba las secuelas de una profunda recesión iniciada en 2018, en el marco de una de las inflaciones más altas del mundo.

En ese escenario de estanflación, se asistía a un conjunto de medidas de corto plazo que apuntaban a reactivar el consumo para lograr la reactivación económica, habida cuenta de la dramática ausencia de inversión que evidenciaba la economía.

El vértice de la infraestructura científico-tecnológica, en particular en el plano educativo, aparecía dominado por cuestiones circunstanciales tales como la eterna discusión sobre el inicio puntual de las clases y las discusiones de la paritaria nacional docente, persistiendo como asignatura pendiente un profundo debate sobre la calidad, eficiencia y efectividad de la oferta educativa y su adecuación a los desafíos de la desigualdad social y de la revolución tecnológica.

Estos escenarios del triángulo del desarrollo argentino quedaron de pronto inmersos en la aparición de la pandemia del coronavirus y su brutal efecto de shock: la mayor parte de muchas cuestiones domésticas que preocupaban a los argentinos, y que parecían trascendentales, pasaron por completo a segundo plano. Tanto el Estado, como las empresas y la educación -los tres vértices del triángulo- fueron desafiados como nunca por la necesidad de reaccionar y adaptarse a circunstancias jamás imaginadas.

La vida argentina está transcurriendo desde entonces en el “limbo” económico social de una extendida cuarentena, de final y resultados inciertos, muy difícil de evaluar en su dimensión y profundidad. Es necesario preguntarnos en qué condiciones estará entonces nuestro triángulo y qué habrá ocurrido con sus vértices y sus lados, una vez que avancemos hacia la “nueva normalidad”. Porque ese estado de cosas será la base desde donde los argentinos deberemos partir para encarar la reconstrucción.

En este tiempo de prueba y resiliencia, el mayor compromiso de nuestra dirigencia política, social, empresarial, sindical y cultural consistirá en generar un liderazgo de crisis capacitado para imponer una visión compartida sobre las cuestiones básicas a resolver, a fin de estar en condiciones de encontrar el mejor y más equilibrado camino a la hora de pensar en volver al desarrollo.

Si no lo encaramos ahora, sin prejuicios y con espíritu solidario, tendremos que hacerlo de apuro y sin margen para el error cuando llegue el momento, con las consecuencias que podemos imaginar.

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