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China gira hacia al mercado interno

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Héctor Rubini 31 agosto de 2020

Por Héctor Rubini (*)

El Partido Comunista Chino (PCC) se prepara para la 5° sesión plenaria del 19° Comité Central que será presidida por Xi Jinping. El Covid-19 y el conflicto con EE.UU. conducen a cambios de política ya inevitables.

El conflicto de EE.UU. con China registra crecientes tensiones y esto probablemente se agudice al acercarse las elecciones presidenciales. En los actos para la confirmación de la candidatura de Donald Trump, la postura republicana la resumió el exaltado discurso la novia de su hijo, Kimberly Guilfoyle: “Biden, Harris, y el resto de los socialistas cambiarán esta nación de manera fundamental. Quieren fronteras abiertas, escuelas cerradas amnistías peligrosas y egoístamente enviarán tu puesto de trabajo a China mientras ellos se enriquecen”. Más claro, agua. Lo que viene con Trump, es un Gobierno más radicalizado, proteccionista y anti-China. Si triunfa Biden, su política respecto de China (y del resto del mundo) es, por ahora, una incógnita.

El Gobierno chino desde hace varios meses se viene preparando para un escenario hostil. Los riesgos son básicamente tres: a) un episodio militar entre ambos países que conduzca por “accidente” o por “error” a la detonación de un arma atómica, con impacto devastador sobre la vida en buena parte del planeta, b) un agravamiento del proteccionismo hasta replicar el bilateralismo de los años '30, que agudizaría y extendería por varios años la recesión mundial de este año, y c) menos cooperación internacional para enfrentar pandemias, lo cual sería una suerte de suicidio global (sanitario y económico) ante el potencial advenimiento de nuevos virus tan o más mortíferos que el Covid-19.

El virus ha dañado a todo el mundo. Y el Gobierno chino es más que consciente del recrudecimiento, y en gran escala, del sentimiento anti-China en buena parte del resto del mundo. Modernizar la red de comunicaciones y la infraestructura, y promover el consumo y la inversión privada movilizará miles de millones de dólares de inversiones por al menos 5-8 años que permitirán revertir los efectos de la recesión de 2020. Pero el cómo hacerlo no está definido. Para las sesiones de octubre de 2020, el PCC tendría que mantener la rutina de anunciar, o al menos anticipar el 14° Plan Quinquenal (2021-2025) para el Desarrollo Económico y Social, y nada menos que los lineamientos y metas a seguir hasta el año 2035. Sin embargo, las autoridades de Beijing han anticipado que el anuncio del nuevo Plan Quinquenal se postergaría para el año próximo.

Parte de las ideas han sido anticipadas en mayo por el primer mandatario. Según Xi, al menos en el corto plazo se seguirá una estrategia dual de “doble vía” de crecimiento, con énfasis tanto en sostener las relaciones más abiertas posibles con el resto del mundo como en dar mayor impulso al mercado interno. El Gobierno de Xi confía en la flexibilidad que permite negociar de manera multilateral con diversos gobiernos, tanto nacionales como subnacionales de otros países (incluido el de EE.UU.), evitando confrontaciones abiertas. Esto sugiere que, al menos en el corto plazo, se mantendrá el modelo pro-mercado bajo los límites y la discreción de planificadores centrales. El supuesto subyacente es que, gane quien gane en las elecciones de EE.UU., la actitud de Washington y de otros gobiernos será inequívocamente más hostil hacia China al menos en el corto plazo.

La semana pasada, Xi convocó a una docena de economistas del Gobierno y a varios sociólogos para discutir el futuro de la economía china, para definir el contenido del futuro Plan Quinquenal. Implícitamente, al menos, Xi entiende que es altamente factible un potencial “desacople” (al menos parcial) de EE.UU. y de otros países occidentales como fuentes de insumos industriales y materias primas, así como de flujos de inversiones. El giro hacia el mercado interno es visto como un hecho ya irreversible al menos por los próximos 3 años, y varios de los “cerebros” del Gobierno chino entienden que es perfectamente coherente con un sendero de crecimiento no inferior a 5%-6% anual para los próximos 5 años.

Algunas sugerencias, sin embargo, muestran que la agresividad de Beijing va a ir de la mano de algunas de las sugerencias que de alguna forma quedarán plasmadas en el nuevo Plan Quinquenal. Lu Ming, docente en la universidad Jao Tong de Shanghai, ha propuesto el abandono del enfoque de promover el desarrollo de pequeñas ciudades y localidades, y apostar a la expansión de la urbanización en torno de las megaciudades del país. Wang Changlin, titular de la Comisión Nacional de Reforma y Desarrollo, se manifestó a favor de la centralización en el gobierno nacional de la política de formación de recursos humanos y del manejo de todos los recursos y políticas para el desarrollo tecnológico e industrial. También estuvo presente Zhu Min, ex director del Fondo Monetario Internacional, quien dos meses atrás sostuvo que el gobierno chino debería “promover” el uso del yuan en los países que suscriban acuerdos según la iniciativa de la Ruta y la Franja de la Seda. A su vez, Justin Yifu Lin, ex economista jefe y ex vicepresidente del Banco Mundial, sostuvo que si China hace un “buen uso” de su potencial (interno), tendría asegurada una tasa de crecimiento del PBI no inferior al 5%-6% en toda la próxima década.

El mensaje transmitido hacia las filas del PCC y hacia la sociedad china es que habrá cambios en el tipo o perfil de desarrollo ya desde el próximo año. Las autoridades entienden que buena parte de la sociedad cuenta con recursos y know-how para competir con los países más avanzados y sostener una “guerra fría” prolongada promoviendo el mercado interno, pero sin cerrarse al mundo. El cómo hacerlo es algo que no se va a aclarar al menos hasta enero próximo, mes en el que iniciará su período el presidente electo de los Estados Unidos.

El Gobierno chino no espera una actitud más contemplativa de Washington cualquiera sea el que gane. Y el resto del mundo tampoco podrá esperar eso de China. Apuesta a un plan que es, básicamente, una estrategia para un mundo en guerra. Por consiguiente, es de esperar que los condicionamientos de China para acuerdos comerciales, inversiones u otros van a ser más duros y potencialmente más desfavorables para sus contrapartes. Algo que deberían tener en cuenta quienes con cierta candidez imaginan ventajas seguras y fáciles de las ofertas de Beijing relacionadas con la Ruta y la Franja de la Seda, y otras alternativas de inversiones chinas.

“There is not such thing as a free lunch”, decía Milton Friedman. Así lo comprobarán quienes incautamente suscriban convenios o acuerdos apresurados con el Gobierno chino, y sin una debida evaluación de costos y beneficios, de corto y de largo plazo.

(*) Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

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