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Agendas propias y ajenas

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Carlos Leyba 28 agosto de 2020

Por Carlos Leyba

Primera lección: para encarar un buen gobierno, además de la suerte que hay que saber aprovecharla o de la mala suerte que hay que saber ahuyentarla, hay que elaborar una agenda propia. La realidad elabora su propia agenda y a esa hay que cabalgarla. Pero sin la propia y sin jinetear la realidad, ese vacío, lo ocupa (si o si) una agenda ajena. Y la agenda ajena se ejecuta mal. Veamos.

Alberto Fernández, luego de haber cerrado el riesgo de default (que habría implicado caer en un pozo profundo sin posibilidad de rescate) ha dado los primeros pasos en busca de un nuevo acuerdo con el FMI, el principal acreedor externo.

Llegar hasta aquí, por la razón que sea, le devoró un quinto de su mandato.

No hubo durante todos estos meses, de parte del Gobierno, ni un pequeño paso en materia ofensiva hacia el crecimiento. Sólo acciones defensivas para detener el adicional derrumbe económico que provocó la cuarentena. La razón del silencio acerca de la agenda propia era la de resolver primero el default que era parte de la agenda ajena que dejó Mauricio Macri.

Ahora vamos al FMI, también un pendiente de la “agenda Macri”. Estas gestiones podrán estar concluidas tal vez en el primer trimestre de 2021.

Entonces tendremos concluido el cash flow de nuestras obligaciones públicas federales de servicios y amortización, en dólares. Sabremos cuánto y cuándo tendremos que pagar. No está hoy disponible cómo lo vamos a hacer. Una idea del orden de las necesidades la enunció el Presidente del BCRA, que dijo: “Argentina necesita exportar por US$ 90.000 millones” anuales. Eso implica un incremento del 65% si proyectamos los US$ 27.000 millones de exportaciones realizadas este semestre. Un salto enorme de producción exportable.

Lo que está mas a mano, en ese rubro, es el área rural. Rotura de silo bolsa, incendios; sequía, discurso político no demasiado amigable. ¿Alguna línea de crédito para implantación de pasturas, instalaciones de riego, etcétera? ¿Algún programa de infraestructura para potenciar el sector? Dejo de lado el “avance chancho chino” porque, como es habitual, seguramente vendrá llave en mano como los durmientes gestionados por la dupla ferroviaria Randazo-Kicillof.

Volvamos al tema deuda. El eje común de ambas negociaciones (privados y FMI) es alargar el calendario de vencimientos, lo que siempre es posible.

Para la deuda con los privados la clave era bajar el costo. Martín Guzmán logró una tasa promedio de 3% y por eso nos ahorramos casi US$ 35.000 millones. Una mejora descomunal respecto de la negociación de los expertos del PRO. ¿Cómo haremos para pagar los servicios y renovar el capital? Un mega desafío heredado. Difícilmente se podría haber logrado más sin caer por un largo tiempo en default. Y en ese caso ¿en qué habría mejorado el presente y el futuro inmediato?

Si para la deuda con los privados “el tema” era “la tasa”; para la deuda con el FMI “el tema” es “bajar” el costo de las condicionalidades de sus programas. Tenemos antecedentes “favorables”, en el acuerdo con Eduardo Duhalde y en el acuerdo privilegiado de Macri, por el apoyo inusual de Donald Trump. El FMI además de una enorme suma de dinero, incorporó flexibilidades para asistir en planes sociales. Por esos antecedentes y porque el deterioro del modelo neoliberal ha corroído la economía mundial, es probable que “la cuestión social” sea aceptada como una condición necesaria para poder “cumplir” los compromisos que se asuman de ahora en más y que las llamadas “reformas estructurales” sean aligeradas y postergadas de modo que el frente interno del Gobierno no estalle estrepitosamente. Para entonces, cuando las conversaciones con el FMI lleguen a final (por ejemplo, marzo de 2021) un tercio de la gestión económica habrá estado dominada por las deudas pendientes del desgobierno de la “agenda Macri”.

El tiempo para encarar la crisis de fondo, “la economía para la deuda”, se habrá ido agotando.

Es cierto que habría sido posible, aunque no muy probable, una gestión negociadora con el capital privado que podría haber obtenido los mismos resultados en menos tiempo. Entonces la negociación con el FMI podría haber estado ya resuelta o en camino. Hoy recién comienza.

No ha sido así. Un tercio de la gestión de Alberto Fernández habrá estado dedicada a resolver la Agenda Macri, las deudas que impedían o impiden gobernar hasta ser renegociadas. Por eso la de Macri es una herencia maldita que consumió tiempo de gobierno para resolver una agenda ajena que no es opcional: si o si debe ser resuelta para poder gobernar.

Nadie, ni ebrio ni dormido, puede negar que, antes de la pandemia, Fernández recibió el Gobierno atado de pies y manos. Es cierto, Fernández podría haberse liberado de esas ataduras en menos tiempo.

Pero fueron o son, unas fenomenales dobles ataduras: deuda con el sector privado carísima y de vencimiento urgente; y deuda increíble con el FMI. Esa montaña de dólares que ingresó no aterrizó en la realidad del país. Como entraron salieron agravando los problemas previos. Difícil de creer.

No hay ejemplos de un crédito de esa magnitud del FMI a un país; y no hay ejemplos de la magia de su desaparición. Tampoco hay ejemplos de un endeudamiento en dólares con el sector privado tan oneroso (caro), tan corto y tan, pero tan, inútil. Como nota de color de fiebre alta: hoy las reservas líquidas en el BCRA suman aproximadamente US$ 3.000 millones (sacando los encajes en dólares, todos los swap, oro y DEGs). En fin, una herencia maldita que absorbe dedicación y que representa una filosa guillotina a punto de caer si no apaciguamos a los verdugos.

¿Esa guillotina es una excusa para no atender los problemas que pertenecen a la macro, a la realidad social, a la declinación de la actividad y al desgaste del aparato productivo? Digamos la agenda propia para la que quiso gobernar. Absolutamente, no. .

Quien asume el gobierno conoce los problemas que quiere resolver y se postula para resolverlos. Por lo tanto, y este es el caso, mientras se saca la “manea” de las patas y las “esposas” de las muñecas, debería estar ejecutando o pensando el cuándo de la ejecución de las ideas que ya debería haber madurado cuando se postuló.

Porque las ideas para los grandes problemas nacionales, sí agigantados por Macri (4 años), tienen cuatro décadas previas y se supone que las había desarrollado, sobre todo tratándose de un gobierno de científicos.

Alberto se postuló porque creía poder resolver los problemas que conocía. De tratar los problemas previos a las deudas no ha dado señales, la más mínima. ¿Si lo sabe, por qué nos niega conocer cuáles son sus salidas? Es cierto que con la manea y las esposas aún puestas, llegó la pandemia.

Algo absolutamente inesperado para lo que la ciencia, sencillamente, dice no tener remedio. Y ante esa pandemia, los científicos de Alberto entienden que lo único disponible es el encierro a la espera de una vacuna. La cuarentena o la estrategia del Gobierno ante la pandemia exhibe un resultado positivo si lo medimos por el todavía bajo número de muertos comparado.

Pero la estrategia ha generado una caída adicional del nivel de actividad, del empleo, del número de empresas que estarán en actividad y un aumento considerable de la pobreza. Y todo a pesar de un aumento considerable en el déficit fiscal que, por lo dicho, revela que las ayudas han sido insuficientes.

Potencial default, condicionalidades futuras y seguras del FMI, pandemia, cuarentena y, ya sin aliento, resolver los problemas acumulados de un país estancado por décadas, empobrecido a raudales. ¿Qué más decir?

Convengamos la cuestión del default y del FMI, sin duda son agenda ajena para Alberto. Pero quién habría de suceder a Macri, cualquiera fuera, sabía de los problemas estructurales que requerían de otra visión política y económica distintas de la del PRO que claramente, lejos de resolverlos, los había agravado: es el caso de la estanflación, que es anterior a la “crisis de deuda Macri”, como lo fueron el incremento de la pobreza, el desempleo y la desigualdad, y la ausencia de inversiones.

Lo que no aparece en escena es la agenda propia de Fernández, aquella que habría de proponerse la resolución de los problemas estructurales de la Argentina y que como es obvio son los que hace 46 años se los pretende resolver con “deuda externa”.

Las últimas jugadas fuertes y generadoras de disenso han sido Vicentin, la expulsión de los jueces que condenaron a CFK, la reforma judicial, la declaración de servicio público de los telcos, ahora el impuesto a la riqueza de Carlos Heller, etcétera. Ninguna de esas medidas es prioritaria respecto de la solución de los problemas estructurales de la Argentina.

Los principales comunicadores de los principales medios han instalado que estos temas no son la agenda de alberto sino la de CFK. “Si non e vero e ben trovato”? Lo que es seguro es que no debería ser la prioridad de Alberto, si es que él vino a resolver los problemas estructurales de la economía ya que ellos, además de la “agenda Macri” de la deuda, producen la pobreza y el deterioro gigantesco de nuestra sociedad: la decadencia.

Está claro que estos temas que llevan el entusiasmo de los legisladores más entusiastas del Frente de Todos no atacan ni remotamente las causas de la decadencia.

Y así pasan los años, los meses y los días y continúa su erosión, agravada en la pandemia, y por lo que podemos ver, si nada se propone como enérgica reforma estructural para el desarrollo, después de la pandemia, continuará la erosión de lo poco que queda de viejas glorias.

¿Alberto tiene una agenda? Durante la campaña insistieron en el desarrollo de Vaca Muerta y 500.000 puestos de trabajo.

La realidad redujo aquel entusiasmo compartido por CFK y Mauricio. ¿Qué más?

La crisis estructural que origina la decadencia no se resuelve con el hallazgo de una mina de oro.

Requiere una agenda para el desarrollo, ojalá sea mañana la agenda propia de Alberto.

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