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Rodríguez Larreta 2023 o nunca

El jefe de Gobierno de la CABA ocupa el sillón del candidato a presidente natural del arco no peronista, y su vida política tiene fecha de vencimiento: 2023. Para llegar enfrenta seis trabajos de Hércules, que van desde la pandemia y la recuperación hasta el rol de Macri.

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20 julio de 2020

Por Daniel Montoya Analista político y consultor estratégico @DanielMontoya_

“Fuerte compromiso con la libertad”. Con ese centro al votante cambiemita, Horacio Rodríguez Larreta disparó su campaña 2023. Era lógico. Raúl Alfonsín y Fernando de la Rúa demostraron que el peronismo no era invulnerable en las urnas. Mauricio Macri acreditó, además de su vulnerabilidad electoral, que no solo el peronismo terminaba sus mandatos en tiempo y forma. La vara de Rodríguez Larreta será demostrar la existencia de un peronismo inédito de un solo mandato. No tiene otra. Ocupa el sillón del candidato a presidente natural del arco no peronista, y su vida política tiene fecha de vencimiento: 2023. Una butaca de legislador nacional dañaría su perfil ejecutivo. Sin la botonera de CABA, Larreta sería uno más del montón. Por otra parte, aun teniendo tropa legislativa propia, no tiene cancha para forzar una reforma constitucional en la ciudad de Buenos Aires, salvo por vía de un acuerdo con otras fuerzas que le aportasen 8 legisladores a su grupo actual de 37, siempre y cuando la UCR estuviera dispuesta a sacrificar sus ínfulas políticas, hoy encarnadas por Martín Lousteau. Posible, pero poco probable.

A tal fin, los primeros seis trabajos de Hércules que tiene el actual jefe de Gobierno de la ciudad de Buenos Aires, pasan en primer término por evitar que su distrito replique con el coronavirus las fotos de metrópolis como Nueva York donde llegaron a utilizar fosas comunes, como no lo hacían desde mitad del Siglo XIX. Misión casi cumplida.

En segundo término, asociado a ello, que su territorio no exhiba una peor performance versus sus pares peronistas del conurbano bonaerense, vinculados diariamente por el transporte del área metropolitana. La evidencia aquí no es muy favorable. Si bien el sistema de la salud de la ciudad de Buenos Aires no mostró desbordes hasta ahora, murieron la misma cantidad de personas en CABA y PBA, con una población provincial que la quintuplica. No obstante, en la medida que se mantenga bajo el número de muertes, es previsible que el Gobierno de la ciudad no sufra mayor daño en su reputación. Más aún, cuando su poderío de fuego mediático es prácticamente ilimitado.

En tercer lugar, salvando el efecto de pérdida de riqueza originado por las últimas devaluaciones, la ciudad de Buenos Aires ostentaba hasta hace poco una riqueza per cápita similar a la Comunidad de Madrid. En cualquier escenario, la capacidad de este distrito para liderar el rebote económico siempre está intacta. Acceso a los mercados internacionales de crédito, a las inversiones, a los flujos de turismo internacional. En ese terreno, Rodríguez Larreta siempre dispone de herramientas que, con menor poder de fuego, también tienen otros gobernadores. Buenos Aires, Mendoza y Santa Fe, al igual que las “Repúblicas Asociadas de Córdoba y Neuquén”. Cualquiera de ellos puede activar la obra pública local, apoyados sobre sus prósperos contribuyentes. Ahora bien, la pandemia abrió un gran interrogante, ¿bastará con levantar la cuarentena para que nuestro país recupere los tres millones de turistas extranjeros que, en su gran mayoría, queman sus dólares en la ciudad de Buenos Aires? Incierto.

Mucho más cuesta arriba que eso, es el cuarto trabajo de Hércules. Todas las derrotas dejan marcas indelebles. Si lo sabrá el radicalismo, con un largo y penoso vía crucis de quince años, tras el fracaso de la administración De la Rúa en 2001. En esta oportunidad, Juntos por el Cambio viene de dos debacles traumáticas a gran escala. Nación y provincia de Buenos Aires, a las cuales hay que agregar otras de menor rango, pero importantes también. Morón, Pilar y Quilmes en el conurbano y Ciudad de Córdoba, Neuquén, Paraná y Santa Fe, entre otras. En tal sentido, Rodríguez Larreta tendrá una misión titánica por delante. Devolverle el liderazgo nacional, a una fuerza política acotada a la ciudad de Buenos Aires que, por obra y gracia de la Resolución 125 de 2008 (gentileza Lousteau) logró adquirir un perfil nacional junto a un radicalismo que hizo de furgón de cola, pero que hoy no controla ninguna de las ciudades más grandes del interior, salvo la capital de Mendoza.

Con vistas a semejante tarea, el jefe de Gobierno porteño tendrá una gran piedra en el zapato: Macri. ¿Cómo podría proyectarse a escala nacional con semejante debilidad territorial, prescindiendo de la única figura partidaria con una difusión no solo explicada por su paso por la presidencia, sino también por su baño de popularidad al frente de Boca? Así como en cada pueblo hay un médico o psicopedagogo radical, tampoco falta una peña xeneize. En ese aspecto, el adagio político de Alberto Fernández “con Cristina no alcanza, pero sin ella no se puede”, puede ser el traje a la medida de Macri para 2023. Más aún, será muy difícil para el PRO prescindir del creador de la fuerza política que ganó dos elecciones locales en la ciudad de Buenos Aires, una presidencial e inauguró una saga política que, en 2023, cumplirá 16 años al frente del distrito que triplica en ingreso per cápita a cualquiera de las grandes provincias argentinas y es sede del poder empresarial, político y mediático, el círculo rojo.

Por último, but not least, Rodríguez Larreta deberá ordenar el delicado proceso de sucesión local, en un distrito donde sus dos principales dirigentes no tienen horizonte más allá de 2023. Ello perfectamente podría abrirle el juego a algún comensal inesperado en la mesa, en un distrito voluble y permeable para celebrities de alto voltaje como el propio Lousteau, que en poco tiempo pasó de la función pública y de un par de tapas en las revistas del corazón a una candidatura de diputado en 2013 y a arañar la Jefatura de Gobierno en 2015, poniendo en riesgo hasta el proyecto presidencial de Macri. Figuras no faltan. Uno de los más visibles en la actualidad es Facundo Manes, quien no parece enfocado en la capital, pero convoca miles de personas en cualquiera de sus charlas neurocientíficas a lo largo y ancho del país. En el exterior también. “El que a medios mata, a medios muere”. Difícil encontrar un mejor adagio político, para indagar acerca del devenir inmediato de la ciudad de Buenos Aires.

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