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La pandemia, la guerra y la economía

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07 julio de 2020

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

La pandemia ha sido presentada más de una vez como una metáfora de la guerra. Por supuesto, los matices abundan: este enemigo es invisible, silencioso, no negocia, y ataca a otro rango etáreo. En cambio, las consecuencias económicas son bastante más asimilables a la alegoría: destrucción de actividades productivas, repliegue de fronteras comerciales, devaluaciones en los países más afectados.

Algunos países están enfilando ya hacia fases terminales de apertura, y es momento de considerar si, una vez acabada la guerra, la economía está por comenzar un período de prosperidad y crecimiento. El final de la Primera Guerra Mundial le regaló a algunas potencias los “locos años veinte”, y las tres décadas que siguieron a la Segunda Guerra Mundial rebosaron de progreso, con la racha de expansión mundial más duradera y generalizada de la historia económica. ¿Le espera a Argentina, tras la guerra del coronavirus, otro viento de cola similar, del que podamos tomar ventaja para crecer?

La respuesta rápida es no. No porque Argentina no logre aprovechar ese viento, sino porque ese viento difícilmente tome velocidad. Durante una guerra, los procesos productivos tienden a concentrarse en la producción de bienes y servicios estrictamente relacionados al objetivo militar, la mayoría de los cuales son efímeros y económicamente muy ineficientes, tanto en términos presentes como respecto del futuro. En cuanto estas restricciones se levantan, la economía tiene la oportunidad de reasignar sus fuerzas productivas a la situación anterior al conflicto, permitiendo una rápida recuperación de la actividad tras varios años de un uso poco efectivo de sus capacidades. Durante la pandemia, muchas actividades perdieron, pero algunas ya se reorganizaron de modo de saltear las restricciones impuestas obligadamente por el virus. La demanda, como se trató en otra nota, no saldrá demasiado estimulada, como sí ocurre tras los conflictos bélicos. Hay para recuperar, pero no tanto como tras una guerra.

Desde luego, la posguerra suele beneficiar mucho más a los ganadores. En los años 20s, varios perdedores europeos no solo sufrieron enormes pérdidas económicas, sino además el trauma que más recuerdan: la hiperinflación de los primeros años de la década.

Y esto plantea la pregunta de si Argentina podría sufrir, tras la guerra del Covid-19, un drama similar. Y de nuevo la respuesta es no. Las hiperinflaciones europeas de los '20 estuvieron irremediablemente vinculadas a las reparaciones de guerra. La necesidad permanente de devaluar la moneda y los respectivos impactos en los precios redundó en una suba de precios descontrolada. Pero Argentina no le debe nada a ningún extranjero como consecuencia de la pandemia. Más aun, como está a punto de reestructurar su deuda, está propiciando una situación macroeconómica que, si bien no es holgada, le permite tomar un descanso importante en lo inmediato respecto de las tensiones en los precios. Persisten, desde luego, los desequilibrios internos (la emisión provocada por las ayudas gubernamentales, la rediscusión de las tarifas públicas, etcétera), pero se trata de una situación claramente más manejable.

En esta guerra perdimos todos un poco. Tras la paz, la economía mundial se recuperará parcialmente, pero difícilmente tome un sendero de desarrollo similar al vivido en los '20 o luego de 1945. La buena noticia es que, desde el punto de vista de la inestabilidad nominal, no enfrentamos situaciones de desequilibrio entre países que propicien devaluaciones brutales que exijan compensaciones. Esta es una enorme ventaja para gambetear los futuros problemas inflacionarios del planeta. Argentina no debería ser una excepción en ambos frentes.

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