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El canje tuvo avances, pero la novela parece que continuará

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Luis Varela 08 julio de 2020

Por Luis Varela

Tal como ocurre desde mediados de diciembre, es decir desde que el Covid-19 empezó a hacer estragos primero en China, luego en Europa Occidental, después en Estados Unidos y ahora en América Latina y el Sudeste Asiático, los mercados siguen bailando una bachata, con un paso para adelante y otro para atrás, en una volatilidad que no tiene fin.

Obviamente, los movimientos son al ritmo de los avances y retrocesos del coronavirus. Si aparecen noticias sobre remedios o vacunas, todo se pone pum para arriba. Y si las cuarentenas retroceden por aparición de más contagios, los retrocesos regresan. Y en lo que va de esta semana, el lunes tocó tono festivo y ayer tocó un descenso moderado, en un ida y vuelta con un pulso que ya es tomado por algunos especuladores, que están haciendo fortunas incalculables.

Por supuesto, dentro de esa volatilidad, los mercados que sufren movimientos más extremos, tanto hacia arriba como hacia abajo son los más riesgosos, es decir los que tienen chances de sufrir situaciones de quebranto y no poder cumplir con sus compromisos. Y Argentina es casi la campeona mundial de este grupo de mercados con taquicardia.

Dicen que como muestra vale un botón, y bien podemos tomar como caso testigo a lo que ocurrió con la acción de la empresa Cresud: su cotización rozaba los US$ 21 en Nueva York en enero de 2018, cuando los mercados creían que Mauricio Macri era un buen presidente. Pero Macri fracasó, llegó Alberto Fernández, y la pandemia, y el papel hizo piso hasta US$ 2,35 en marzo y hoy cotiza a US$ 3,73. Pero con una particularidad para el infarto: este lunes su cotización subió 40% y ayer ese mismo valor se desplomó 11%.

Ahora bien, la suba general que tuvieron los mercados el lunes estuvo ligada a remedios contra el Covid y a datos de recuperación de empleo. Y en el caso argentino, el motivo del estallido alcista fue la promesa de que se iba a hacer una nueva presentación para el canje de la deuda, con números muchos más amigables, con una estructura que cayó muy bien en varios fondos de bonistas y que celebraron los empresarios argentinos.

Efectivamente ayer, el ministro Guzmán presentó la oferta ante la Security Exchange Commission de Nueva York. Y cuando se leyó la letra chica, algunos bonistas siguieron diciendo que están hartos del tema y que es posible que acepten, pero los fondos más duros, que piden siete dólares más de lo que se propone, continúan sentados en sus trece. Y lo complicado del caso es que estos tenedores tienen el 32% de los bonos ley NY, y si entregan una negativa, el país irá irremediablemente al default dentro de 22 días.

El ministro Guzmán, repitiendo el minué acostumbrado, volvió a decir que esto es lo último que se ofrece, que no se puede más. Pero todo parece indicar que la novela va a continuar. Ayer se decía que la aceptación de los bonistas subiría del 14% inicial a la zona del 50%, pero todavía falta un largo trecho para conseguir los mínimos indispensables para que los que se queden afuera se vean obligados a aceptar lo que se está negociando.

Como resultado de este tira y afloje, los bonos argentinos tuvieron ayer una mejora en sus precio, colocándose en el mejor nivel de los últimos seis meses. Y el riesgo país bajo algo, no demasiado: cedió apenas 67 unidades, hasta 2.332 puntos básicos, a años luz de los riesgos de todos los países vecinos de América Latina, que están entre 180 y 350 puntos (salvo Venezuela por supuesto), lo cual demuestra que la negociación sigue acercándose, pero aún está muy lejos de ser resuelta.

Toda esta cuestión bien argentina se está dando con los mordiscos del Covid en todo el mundo, con muchas naciones retrocediendo en sus cuarentenas, por lo que a los mercados ayer les tocó un día de pausa, de baja. Con la Reserva Federal y los otros bancos centrales principales emitiendo sin parar, por lo que el dinero en efectivo sigue perdiendo valor y las cosas continúan subiendo medidas tanto en dólares, como en euros o en yenes.

Ayer, por ejemplo, como el Covid mostró que continúa, se dudó sobre las mejoras en la actividad y el petróleo se frenó. Pero el oro y casi todos los metales siguieron subiendo. El metal amarillo rozó los US$ 1.800 hasta su mejor pecio en nueve años y el cobre también estiró el cogote y fue a su mayor valor en catorce meses. En otras commodities y valores alternativos no hubo tanta euforia: los granos están firmes pero no despegan y las criptomonedas se están desinflando lentamente.

Lo llamativo del mundo es la debilidad de las monedas centrales. En el exterior el dólar subió 2,2% en México, 0,5% en Brasil, 0,3% contra el euro y 0,2% contra el yen, pero bajó 0,4% contra la libra y 1,1% en Chile. Y dónde se ve más firme que en ninguna parte es justamente en la Argentina, ya que el peso nacional es una de las monedas mundiales que más se está derritiendo en este fatídico 2020.

Ayer, mientras el ministro Guzmán dice que tenemos que lograr que los argentinos ahorren en pesos, el billete verde subió en todas las categorías. El dólar turista subió 4 centavos, hasta $97,03. El dólar oficial subió 3 centavos, hasta $74,64 y el blue no se movió: siguió a $127. El dólar mayorista subió 5 centavos, hasta $70,87. El Banco Central perdió US$ 17 millones de las reservas, por lo que ahora le quedan US$ 43.240 millones. El dólar MEP saltó $1,88, hasta $108,58. El contado con liquidación saltó $1,37, hasta $109,48. Y con todo eso, la brecha entre el dólar oficial y el blue fue del 70,2% y la brecha entre el CCL y el mayorista subió al 54,5%. Y, por si queda alguna duda, medidos en pesos, la libra subió 55 centavos hasta 88,94, el euro bajó 10 centavos hasta 79,92 y el real bajó 3 centavos hasta 13,18.

En el exterior, se registró una baja del 1,3% en la Bolsa de Nueva York, y un descenso del 1,2% en la de San Pablo. Obviamente, después de todo lo escuchado, y con la chance de default a fin de mes todavía viva, la Bolsa de Buenos Aires operó mucho menos volumen, $1.232 millones, y los precios bajaron en promedio 2%.

Como puede verse, el camino que hay por delante es todavía muy largo. En algún momento el presidente Fernández comprenderá que deberá presentar un plan, con recorte de gasto público y baja de impuestos, para que vuelva la inversión y se pueda exportar. Sin embargo, en su sí pero no, ayer se limitó a mandar una moratoria universal con deudas hasta junio. O sea, el que cumplió, fue un estúpido. Y el que se mantuvo sin pagar tendrá su premio. Una historia que nos sigue llevando a un caer indefinidamente.

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