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Aumenta la incertidumbre internacional por el conflicto entre titanes: China e India

En plena crisis económica y sanitaria por el Covid-19, es difícil pensar en un conflicto bélico de gran escala. Sin embargo, las tensiones se mantienen en un alto nivel. Cualquier acto imprudente, por mínimo que sea, podría desembocar en una situación de extremo peligro.

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Damián Cichero 03 julio de 2020

Por Damián Cichero

El enfrentamiento del último 16 de junio entre tropas chinas e indias en el valle de Galwan, en la región de Aksai Chin, ha dejado un saldo de varios muertos, provocando la situación bilateral de mayor riesgo entre estos países en los últimos 50 años. Ambos se acusaron mutuamente de haber intentado romper el statu quo en la zona fronteriza y, ante la inminente implosión del equilibrio de poder, decidieron utilizar la fuerza para proteger sus intereses.

China e India son los países más poblados de la tierra, con 1.400 y 1.200 millones de habitantes, respectivamente. Comparten una frontera de 3.440 kilómetros, denominada LAC (Line of Actual Control) y establecida de facto ante la imposibilidad de un acuerdo. Por eso, históricamente han tenido infinidades de disputas por reclamos territoriales. El enfrentamiento más recordado fue en 1962 cuando las tropas chinas derrotaron categóricamente al Ejército indio, siendo una humillación recordada hasta el día de hoy por la población de ese país, que acusó a Pekín de ocupar hasta 38.000 km2 de su territorio.

Pese a integrar conjuntamente la más importante asociación económica de países emergentes (BRICS: Brasil, Rusia, India, China, Sudáfrica), los enfrentamientos regionales han generado una relación de “enemistad” continua.

La economía china es la segunda más importante del mundo, solo por detrás de la de EE.UU., siendo casi 5 veces mayor a la de India. Por su parte, la economía de Nueva Delhi representa el 7% de la economía mundial y se calcula que en 2040 se convertirá en la segunda más grande del mundo, solo por detrás de China.

Pero mientras China se plantea convertirse en la “hegemonía” del sistema internacional, los líderes indios tienen una visión multipolar del mundo. Uno de sus principales objetivos es ser miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU, el cual actualmente es ocupado por EE.UU., Rusia, Gran Bretaña, Francia y China. Y si bien los políticos rusos y estadounidenses se han mostrado favorables a dicha petición, China se opone rotundamente.

Tampoco debemos dejar de mencionar que China es el principal aliado de Pakistán, quien se halla en una sangrienta disputa con la India por la región de Cachemira desde que ambos países se independizaron en 1947 de Gran Bretaña. Pekín invirtió casi US$ 60.000 millones de en “el corredor económico China-Pakistán”, que forma para de la Nueva Ruta de la Seda. Allí se construyó la carretera china NH 219, que atraviesa la Región Autónoma Uigur de Sinkiang, donde se encuentra el sistema del río Indo y la principal fuente de agua de Pakistán. Además, ha sido China quien en el Siglo XX proveyó ayuda a Pakistán para que obtuviera armas nucleares. Como india también poseía armas nucleares (1974), se generó una situación de disuasión nuclear entre ambos. Esto significa que los estados con intereses claramente opuestos, y ante la falta de una autoridad central en el sistema internacional a la cual recurrir, pueden amenazarse mutuamente en caso de que sus objetivos peligren sin que ninguno tenga ventaja. El especialista en disuasión Bernard Brodie dijo alguna vez: “Las armas nucleares deben estar siempre listas, pero nunca deben usarse”.

Por su parte, India ha invertido en infraestructura en la LAC para abastecer a sus militares. Esta zona es de vital importancia para el plan comercial de Xi Jinping, por lo que estas inversiones representan un peligro para sus intereses. Esto acrecentó aún más la desconfianza de China, que estaba muy atenta a las alianzas de India con sus rivales históricos en la región: Japón y EE.UU. Justamente, en febrero pasado, el presidente estadounidense, Donald Trump, visitó durante dos días el país asiático y firmó un acuerdo militar por US$ 2.600 millones, reforzando su alianza bilateral. Pero, pese a este acercamiento, Nueva Delhi rechazó la intención norteamericana de mediar en el conflicto con Pakistán.

Rusia, otra de las potencias involucradas, tiene una positiva y antigua relación con India, pero sus disputas con EE.UU. influyeron en su acercamiento a China. Esta nación posee una frontera muy extensa y esto dificulta su defensa, algo que se ha acrecentado a partir del “cerco” que EE.UU. le aplicó en Europa, por lo que enemistarse con China no sería nada conveniente teniendo en cuenta los límites que comparten.

Y, aunque el poderío armamentístico chino pareciese superior al indio, un estudio del Centro Belfer (Belfer Center for Science and International Affairs) en Massachusetts sugirió que India tiene mayor experiencia y capacidades para combatir en terrenos montañosos tales como el lugar donde ocurrió el último enfrentamiento. En cuanto a armas nucleares, el Instituto Internacional de Investigación de Paz de Estocolmo (SIPRI) estima que China tiene 320 ojivas mientras que la India posee aproximadamente 150. Además, ambos podrían ser denominados como “potencias militares espaciales”, ya que poseen armamento para destruir satélites.

Más allá del potencial militar, los líderes de Nueva Delhi han optado ahora por iniciar una “guerra comercial”. La economía china comienza a mostrar cierta recuperación, ya que el índice oficial PMI aumentó de 50,6 puntos en mayo a 50,9 en junio. Para “interrumpir” este crecimiento, desde el 24 de junio, grandes empresas decidieron que los comercios en India deben mostrar claramente “el país de origen” de sus productos vendidos en línea, intentando así perjudicar la venta de los productos de sus competidores y tratando de aprovechar el creciente sentimiento antiChina en la población.

Además, el 29 de junio, el Ministerio de Tecnología de India prohibió el uso de más de 50 aplicaciones de origen chino, entre ellas TikTok, que tiene a este país como uno de sus principales mercados. El argumento es que ponen en peligro la seguridad nacional ante la posible filtración de información confidencial.

En plena crisis económica y sanitaria por el Covid-19, es difícil pensar en un conflicto bélico de gran escala. Sin embargo, las tensiones se mantienen en un alto nivel. Cualquier acto imprudente, por mínimo que sea, podría desembocar en una situación de extremo peligro.

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