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Un nuevo consumidor verde toca la puerta

sustentabilidad
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23 junio de 2020

Por Leandro Peres Lerea

Previo a la crisis originada por el Covid-19, el medio ambiente o la sustentabilidad encabezaban la lista de las preocupaciones de los consumidores de los países más desarrollados. La pandemia ha impulsado aún más el compromiso de los consumidores dando inicio a un nuevo tipo de consumidor, con más apego por causas como estas.

Pero no solo el medio ambiente o la sustentabilidad están apareciendo en recientes estudios de mercado realizados durante la cuarentena. El nuevo consumidor pospandemia exige nula o mínima diferencia entre aquello que promete la marca y lo que finalmente entrega, busca marcas más genuinas, más reales y con menos interés por aparentar.

La nueva consciencia está demostrando un consumidor más humano que ha dado nacimiento a un término nuevo: el “conshumanism” o “conshumano” que refiere al paso del individuo a un ciudadano comprometido con una vida en consonancia con el planeta y la sociedad.

Los residuos de plástico en los mares, la contaminación de las ciudades, la emergencia climática, el smog y las enfermedades derivadas de esto han puesto de manifiesto las consecuencias de un modelo de crecimiento descontrolado e inconsciente. La pandemia ha dejado en claro que con poco el medio ambiente vuelve a funcionar como debe.

Miles de imágenes recorrieron el mundo y reza el dicho que una imagen vale más que mil palabras. La fauna invadiendo espacios urbanos fue de las primeras cosas que llamaron la atención durante la pandemia. La vuelta de la vida marina a los canales de Venecia o la reducción de la contaminación en los países en los que se decretó el confinamiento evidenciaron aún más el impacto que el ser humano tiene en la naturaleza. Esto como resultado genero una alerta que seguramente derive en una fuerte tendencia hacia la compra de productos eco-friendly.

Uno nuevo concepto surgido de los estudios de consumo es el denominado “ecoshame” o “ecovergüenza” que implica que actuar de manera respetuosa con el planeta ya no sea algo a premiarse, sino que será señalado con vehemencia su incumplimiento. Por ende, ser eco-friendly se da por sentado.

Las prioridades de los consumidores han cambiado: la calidad prima sobre la cantidad y existe una mayor preocupación sobre los residuos generados y por la huella que dejamos.

Pero más allá de esto el consumidor demanda transparencia, sensibilidad y mayor sensatez de parte de las marcas. Rechaza los materiales contaminantes, priorizando lo natural, pasando de gastar a invertir.

Hoy las marcas deberán estar alerta a cubrir esas demandas del consumidor, que les exige colocar la sostenibilidad en el centro de sus operaciones. A sabiendas que esa sustentabilidad traiga consigo un menor consumo de muchas cosas.

Reciclar, reparar y no tirar, el consumo de alimentos orgánicos, el rechazo al plástico y la cultura veggie son algunas de las tendencias que surgen a primera vista como nuevas formas que transforman la sociedad, quizás sean pasajeras o quizás traigan otras tendencias detrás. Probablemente sea temprano para sacar conclusiones.

Lo que sí queda claro es que las marcas deben estar donde lo exijan los consumidores y obviamente tomar un rol importante en sus vidas a través de acciones y una comunicación que responda a los cambios en su comportamiento.

Cada industria se enfrenta a retos particulares, el consumo masivo deberá lidiar con los descartables y contra nuevos jugadores que aparecen en el mercado para cubrir la demanda de sustentabilidad. La cosmética va a un rumbo sin retorno en la oferta de productos naturales, veganos y no testeados en animales, opciones que antes eran para consumidores sofisticados y hoy son commodities.

El retail tiene en el plástico a su principal desafío y, además, el consumidor apuesta por un consumo más consciente, lo que implica, a su vez, una menor frecuencia de compra, algo que trabará la generación de ingresos de los principales oferentes.

La moda viene trabajando en este tema hace mucho, pero aún los avances son tenues, ya que pesan sobre esta industria graves acusaciones de trabajo infantil y esclavo. Pero Gucci se comprometió recientemente a reducir sus colecciones anuales a dos, H&M y Zara tienen ya una línea eco-friendly y Adolfo Domínguez anima a comprar menos y mejor. Cuando a su vez comienzan a aparecer las tiendas que compran y venden ropa usada.

El sector de la alimentación es uno de los que más tiempo llevan viviendo esta transformación, primero porque afecta directamente a la salud y segundo, porque supone un sacrificio animal que cada vez menos personas están dispuestas a tolerar. Por eso, en respuesta a ello, numerosas empresas hacen esfuerzos por que el origen de sus productos no entrañe un abuso animal. Este sector se encuentra en constante cambio y dando respuesta a aspectos como la creciente cultura veggie o el incremento del interés por el real food, basado en alimentos sin aditivos y de proximidad.

En la industria turística la sostenibilidad gana cada vez más terreno. La contaminación producto del transporte, el trastorno en la vida de los residentes en los destinos de viaje, entre otros aspectos, están convirtiendo a este sector en una actividad con una huella social y medio ambiental insostenible. Por ello cada vez más los actores de la industria van adaptando sus propuestas en lo que se conoce como slow tourism o más claro como lograr pasar de un turismo destructivo a uno constructivo.

El cambio es la única tendencia que podemos rescatar y resaltar y que, a base de prueba y error, la demanda y la oferta volverán a encontrarse en algún punto.

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