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Un horizonte estrecho

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06 junio de 2020

Por Sebastián Giménez Escritor y trabajador social

El aislamiento social preventivo y obligatorio fue una medida que se anticipó a indudables desbordes que hubiera sufrido el sistema de salud argentino por el crecimiento exponencial en el número de los contagios y fallecidos. Es indiscutible.Los cuadros estadísticos lo demuestran, el ejemplo de países vecinos y de latitudes más lejanas lo refuerza. La conclusión tajante, y que se repitió acertadamente el jueves en la conferencia: es indudable que se salvaron muchas, muchísimas vidas con el esfuerzo de todos.

El problema es la longitud del tiempo, lo que lleva a la fatiga. La sensación es que uno escuchaba diez, quince minutos de la conferencia de prensa del 4 de junio y ya lo sabíamos todo. Como esas argumentaciones en que escuchás o leés dos párrafos y ya sabés hacia dónde se dirige el autor. Si aprendimos en la escuela primaria que la narración y el cuento tradicional se divide en momentos de introducción, nudo y desenlace, la conferencia de prensa del jueves no tuvo nudos, pareció una introducción demasiado prolongada o esas descripciones largas y monumentales que escribía el genio de Gabriel García Márquez sin mover al personaje de la habitación. Ésta fue con otro color, claro, sin los recursos estilísticos de la literatura del maestro del realismo mágico latinoamericano. Una hora y media dura un partido de fútbol, cuesta no aburrirse en el mismo lapso escuchando un texto instructivo que no eran las “Instrucciones para subir una escalera” de Julio Cortázar. Hay una fatiga indudable en la escucha de las argumentaciones que traducen el consejo de los epidemiólogos y el peligro de la contagiosidad del virus, ejemplificado en un baby shower en la ciudad balnearia de Necochea.

También, se apuntó en el desarrollo de la conferencia de prensa a mostrar una imagen de cierta normalidad en las actividades económicas traducida en una cifra: 85% y 15%. La abrumadora mayoría del país pasando a la etapa del distanciamiento social y el AMBA y algunas otras ciudades populosas del interior varadas en la fase 3, quedándose a mitad de camino aunque autorizando la reapertura de algunas actividades. Si fuéramos un país federal, el 85-15 se traduciría en que hubieran hablado uno o dos gobernadores, no un Presidente. Pero la cuestión es que el 15% del país en cuarentena reúne a la mayoría de la población.

Se extendió el tiempo en tres semanas, una novedad respecto a los momentos anteriores, que avanzaban de dos en dos. Ahora, de tres en tres. Se traduce de esto la certeza de que el confinamiento va para largo y aquí nadie discute la necesidad de que así sea. Pero es indudable que la extensión del aislamiento social preventivo y obligatorio no congela la situación como era antes del 18 de marzo. No estamos en una hibernación, el hombre sigue con sus necesidades vitales que vienen exigiendo nuevas respuestas. La situación de la pandemia no es de congelamiento, sino que empuja a la pobreza a vastos sectores de la población. O sea, si la cuarentena apuesta al inmovilismo, al quedáte en casa, las necesidades sociales adquieren una dimensión dinámica que ayer parece no haberse contemplado tal vez lo suficiente. El IFE está bien, y en más, tendría que la población vulnerable poder continuar inscribiéndose para percibirlo. Las ayudas a las empresas (los ATP) son una política acorde. La ayuda alimentaria es indiscutible, y debe ampliarse para que nadie absolutamente pase hambre.

Parecemos haber gastado todos los cartuchos de las políticas sociales, cuando la situación demanda más ayuda y soluciones, porque nada es suficiente. Pero, para que alcance un poco más, tenemos que tener de dónde sacarlo, el gran drama de la cuestión. Dos variantes: una mayor presión impositiva (porque, para que existan ayudas de la Anses, tiene que haber una Afip) y el Gobierno había atendido este aspecto en el paquete de solidaridad social que aprobó el Congreso en aquél diciembre de la prehistoria del coronavirus. Se insinúa también como eventual respuesta la enredadera del impuesto a las grandes fortunas. La otra variante para incrementar las políticas sociales y económicas es la emisión monetaria, que no se tradujo en un desborde de la inflación probablemente porque la demanda está planchada. Todo remedio, en pacientes frágiles (la economía argentina) tiene sus contraindicaciones. Lo que te sirve para atender una cosa te desordena la otra. Hacer equilibrio, la cuestión.

Los tres líderes políticos juntos en el mismo barco. Las ideologías se disuelven en el aire cuando los tiempos se avecinan difíciles. Pero el discurso de todos no pasó más allá del 28 de junio, la nueva fecha de extensión. Faltó tal vez en sus palabras ese ir un poco más allá, aunque sea bosquejando un imaginario a veces tramposo, exagerado. La despedida fue la cita del consejo de Pedro Cahn de prevenirse y no buscar el virus, figura que aunque no estuvo en el escenario pareció casi omnipresente. La sensación es que a la exposición le faltó algo de picante, esa capacidad de la política de inventar, de cambiar un escenario. Ese imaginarse, proyectar un horizonte aunque sea para caminar, como diría en su idea de utopía Eduardo Galeano. Las palabras pintaron un horizonte demasiado estrecho, de ahí a tres semanas. Vamos a poner a Argentina de pie, dijo en su campaña electoral Alberto Fernández. De pie para, dando algunos pasos pequeños, empezar a andar. Pero mejor no les recuerdo al caudillo riojano que un día dijo: Argentina, levántate y anda. Porque esa es historia pasada, y necesitamos buscar palabras para el horizonte futuro.

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