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16 junio de 2020

Por Camilo Cisera Economista

Imaginemos por un momento que tenemos la suerte de trabajar para una empresa familiar que factura U$S 45.000 millones al año y tiene una reserva de U$S 23.000 millones en el banco.

Sin embargo, esta empresa tiene gastos fijos por U$S 75.000 millones anuales y requiere de constantes inyecciones de capital para mantenerse a  flote. Su rojo financiero viene creciendo de forma ininterrumpida y se ha acelerado en los últimos veinte años. ¿Pondrías la seguridad de un retiro tranquilo en manos de la empresa familiar?

Nuestra jubilación está en manos del Anses, que tiene un resultado similar  al presentado arriba. Se trata simplemente de un sistema quebrado que  difícilmente pueda proveer buenas jubilaciones en el futuro.

Es altamente probable que para cuando llegues a los 65 años la edad jubilatoria haya aumentado o el monto que puedas recibir no alcance para vivir como estás acostumbrado, razón por la cual se hace imprescindible armar tu propia fuente de ahorros.

La idea puede resultar hasta ingenua pero es sorprendente la cantidad de profesionales, incluso en finanzas, que comienzan tarde o directamente no ahorran con vistas al retiro. El ahorro resulta inalcanzable si es considerado  como un objetivo a cumplir una vez que se gane más dinero, ya que la mayoría de las personas aumenta su nivel de gastos en la misma magnitud en que aumentan sus ingresos.

En el poema “No culpes a nadie”, Pablo Neruda decía “no olvides que la causa de tu presente es tu pasado así como la causa de tu futuro será tu presente”. El capital del que una persona dispone no solo sirve para afrontar  un buen retiro, también otorga flexibilidad ante la caja de sorpresas que representa el futuro. La pandemia que estamos atravesando es un claro ejemplo y su efecto fue asimétrico en las personas dependiendo de su situación financiera.

Mientras más temprano se empieza a invertir mejor va a ser el resultado, ya que el capital generado depende de tres factores: cuánto se ahorra, durante cuánto tiempo y qué rendimiento se gana sobre dicho ahorro. La mayoría de las personas se concentra en este último punto, sin embargo, son los dos primeros sobre los cuales se tiene mayor influencia.

La magnitud que pueden alcanzar los ahorros es exponencial a la cantidad de años durante los cuales se extiende el hábito y la explicación radica en los intereses sobre intereses, es decir, en el interés compuesto.

En una estimación conservadora, suponiendo que luego del tradicional ahorro para un auto, vacaciones o gastos en general se destinan U$S 100 mensuales al fondo de retiro, es decir, se ahorran U$S 1.200 al año y que se obtiene una tasa promedio del 5% anual sobre estos fondos, luego de 35 años se habrá obtenido un total de U$S 108.385.

Para tener referencia, en el reporte de riqueza para 2019 elaborado por la  banca Credit Suisse se concluye que a partir de los U$S 100.000 de patrimonio se forma parte del 10% más rico del planeta. Más aún, con el monto ahorrado y siguiendo los datos del informe mencionado se estaría  dentro del 1% más rico de Argentina.

Lo que comenzó como un hábito de ahorrar U$S 100 mensuales se transformó luego de 35 años en una fuente de ingresos que genera más de U$S 5.000 anuales en intereses. Claramente, Albert Einstein tenía razón cuando alegaba que “el interés compuesto es la fuerza más poderosa del universo”.

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