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La soberanía alimentaria, otra sandez  

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10 junio de 2020

Por Alberto Benegas Lynch (h)

 

Tal como hemos advertido en diversas circunstancias, hoy el Gobierno sigue los lineamientos del chavismo y si no se revierte a tiempo terminará en la misma tragedia venezolana.

Ahora se anuncia la expropiación de una empresa centenaria con gran presencia en la exportación agroindustrial, harinas, aceites, la ganadería, la industria frigorífica y la vitivinicultura. Se presentó en concurso de acreedores debido a un pasivo de más de US$ 1.000 millones con bancos y más de US$ 300 millones adeudados con el sector agrícola.

Como es de público conocimiento, el gasto estatal se encuentra a niveles astronómicos lo cual hace que la carga tributaria resulte descomunal, la deuda, hoy nuevamente en proceso de “renegociación”, ha escalado a niveles insostenibles a lo que se agrega una expansión monetaria colosal en un contexto de amenazas a la libertad de prensa, proyectadas reformas inauditas al Poder Judicial, querellas frenadas por sonados casos de corrupción y la pretensión de endosar el manejo presupuestario a la jefatura de gabinete lo cual es función primordial del Poder Legislativo. Como si esto fuera poco, este enjambre se lleva a cabo machacando con las fallidas recetas de controles de precios y embates contra comerciantes.

¿Será posible que en lugar de encaminarnos hacia los principios alberdianos que en su momento hicieron de nuestro país uno de los más prósperos del planeta, nos encaminemos a la profundización del estatismo que nos viene hundiendo en el fango desde hace ocho décadas? ¿Será posible que no nos hayamos dado cuenta de los estrepitosos fracasos que ha provocado el estatismo en todo el mundo donde se ensayó?

Si no fuera dramático podríamos decir que lo que ocurre es digno de una producción cinematográfica de Woody Allen. Se vuelve a repetir la cantinela que la expropiación de marras “es una decisión estratégica del Gobierno” y que “rescatará la empresa y preservará las fuentes de trabajo”, sin percatarse que es la población que debe agregar al ya gigantesco peso que debe soportar cotidianamente con el fruto de su trabajo para todavía tener que financiar una aventura adicional. Esto es lo ideal para que se derrumben aún más los salarios e ingresos en términos reales. No son los gobernantes los que contribuyen de su peculio a estas financiaciones (ni ninguna otra), son los habitantes que deben absorber semejantes gastos adicionales lo cual acentúa la bancarrota al tiempo que ahuyenta a inversores potenciales locales y del extranjero pues resulta un riesgo superlativo el atreverse a encarar actividades económicas en un clima semejante.

Lo dicho también alude a una ridícula “soberanía alimentaria” que ha conducido a las hambrunas más espeluznantes en todos lados donde los aparatos estatales pretendieron inmiscuirse en la administración de alimentos, a lo que se acumulan las ya deficitarias empresas estatales. Como es sabido, la característica medular de una empresa es el arriesgar recursos propios, el dar un manotazo y poner en riesgo por la fuerza recursos de terceros no constituye una actividad empresarial. El mismo establecimiento de una empresa estatal significa que inexorablemente se altera la prioridad que establecen los consumidores con los siempre escasos recursos. Si, en cambio, la empresa estatal se ubicara en lo mismo que la gente prefiere no tiene sentido su intervención si va a hacer lo mismo que hubieran realizado las personas libremente con el consiguiente ahorro de gastos burocráticos.

Por lo dicho, politizar la actividad empresarial es lo peor para la salud de la economía. La asignación de los derechos de propiedad permite en una sociedad libre que obtengan ganancias los comerciantes que dan en la tecla respecto a los gustos de sus semejantes y que incurran en quebrantos los que no aciertan. Este proceso sanador contrasta con llamados empresarios, en verdad asaltantes, que se alían con el poder de turno para obtener privilegios que siempre atentan contra el bienestar de la población.

Es reconfortante la reacción y la preocupación por estas medidas alarmantes puestas en evidencia por destacados periodistas, sustanciosos colegas y la parte de la actual oposición liberada de los fracasos estrepitosos del Gobierno anterior. Es de desear que se recapacite antes de caer en el pestilente pozo venezolano donde el “exprópiese” resuena como un alarido mortal.

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