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¿Cuál será la intensidad de la recuperación de Argentina?

Quizás la pospandemia nos tenga reservadas sorpresas y una fuerte recuperación que dentro de dos décadas se aprecien en retrospectiva como una situación en la que las oportunidades eran evidentes

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09 junio de 2020

Por Pablo Mira Docente e investigador de la UBA

Un día las plagas que azotan a la economía argentina deberán terminar, y la economía intentará, una vez más, transitar por un sendero de crecimiento sostenido. Los números de actividad de los últimos dos meses son aterradores, pero eso también significa que un nivel de actividad tan bajo registrará un “rebote” también fuerte.

La pregunta es cuán fuerte. No sería la primera vez que una economía que sale de una crisis no solo recupera su nivel máximo previo, sino que gracias al envión también logra superar el pico anterior. El ejemplo más cercano es el período tras el desastre de 2001-2002, que trajo una milagrosa resurrección que duró, con bemoles, hasta 2011. Un ejercicio interesante entonces es evaluar si Argentina podría permitirse crecer a “tasas chinas” a partir de 2021 y emular el desempeño de aquellos años.

El ejercicio comparativo tiene dos componentes que contribuyeron a fortalecer la recuperación: las condiciones de partida y los eventos posteriores (shocks y políticas). La distinción más clara en cuanto al punto de partida refiere a la estabilidad de precios. La memoria de inflación baja de principios de siglo permitió varios años de crecimiento sin preocuparse por la nominalidad. Además, esta estabilidad redundó tras la devaluación de 2002 en una suba dramática del tipo de cambio real que facilitó la política cambiaria en años subsiguientes. Estas ventajas hoy no están disponibles. El equilibrio entre expansión y tranquilidad nominal requerirá contorsiones ineludibles en los próximos años, lo que incluye una fina administración cambiaria y del control de capitales.

En 2002 la demanda interna estaba ávida de retomar su dinamismo, tras un largo período de penurias que retrasaban el consumo desde 1998. Hoy el consumo podría mostrarse más cauto tanto por razones de salud como de recomposición de presupuestos. Pero la diferencia fundamental es otra. El gasto de los 2000 fue liderado al principio por un grupo de ganadores inmediatos (los exportadores), que luego la política económica se encargó de repartir para extenderlo al resto de la sociedad. Hoy ese puntapié inicial está desactivado, porque la crisis del Covid-19 encuentra a todos igualmente dañados.

La situación de la política macroeconómica también es distinta. En 2002 se produjo un ajuste violento en el gasto público total consolidado de 6 puntos del PIB, mitad gracias a menores intereses, y mitad por menor gasto primario. Esto dio espacio fiscal para la expansión posterior en un contexto social desesperante. Hoy la pandemia obliga a una respuesta fiscal que es apropiada, pero que resta margen para activar la demanda futura. En cuanto a la deuda pública, el acceso a los mercados financieros es por ahora más esencial para la Argentina actual, siendo que tras 2002 las reservas virtualmente explotaron a la suba y permitieron suplir esta necesidad.

Los shocks externos también fueron decisivos en aquella época. Tras la tormenta perfecta de 2001-2002 el país se encontró con el día soleado perfecto: América Latina creciendo, precios internacionales de exportación récord, y una competitividad fortalecida. En la coyuntura actual, si bien se espera un recobro rápido en algunos países, el crecimiento sostenido de nuestros socios arroja serias dudas.

Finalmente, la recuperación posterior a 2002 se respaldó al principio en la baja utilización de la capacidad, pero luego explotó algunas ganancias de productividad latentes asociadas a las inversiones importadas de los '90 y el shock tecnológico adoptado por las empresas públicas privatizadas. Hoy las ganancias tecnológicas se concentran en inteligencia artificial, y están concentradas en hubs específicos de países desarrollados.

Si bien la comparación con 2001-2002 arroja un resultado negativo para las perspectivas actuales, debemos reconocer también que la evaluación de la posconvertibilidad cuenta con el beneficio de contar con el “diario del lunes”. En aquella época, casi ningún político se animaba a gobernar, muchos compatriotas abandonaron el país y el estallido social parecía incontrolable. Años después todos hablaban de las “extraordinarias condiciones” para crecer de que disponía el país en esos años. Quizás la pospandemia nos tenga reservadas sorpresas y una fuerte recuperación que dentro de dos décadas se aprecien en retrospectiva como una situación en la que las oportunidades eran evidentes.

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