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Argentina ante un nuevo mundo

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17 junio de 2020

Por Guido Lorenzo Director Ejecutivo de LCG

En 2020, Argentina posiblemente experimente la mayor caída del PIB desde 1900 que se tienen registros (Arklems UBA). Nuestro foco claramente es la economía doméstica, pero vale la pena resaltar que, a nivel global, estamos ante la caída más fuerte y sincrónica de al menos los últimos 60 años. Es decir, todo el mundo cae y mucho, pero la recuperación no sabemos qué  forma tendrá porque depende de las respuestas individuales que se conjugan con los mecanismos de contagio. Vale la pena algunas reflexiones sobre este punto.

El fenómeno no tiene antecedente alguno. Cuando uno mira la distribución de las tasas de crecimiento, no se encuentra en el pasado reciente una caída  donde se hayan agrupado sincrónicamente todos los países. En este caso la distribución respecto a la historia se mueve hacia la izquierda, en forma mucho más pronunciada incluso que en la crisis global 2008. Muestra que estamos ante un fenómeno completamente nuevo a nivel global.

El carácter no anticipado de la pandemia. Es casi imposible no remitirse a la última crisis global por más que tenga orígenes completamente distintos. Podemos observar que esta caída no estaba prevista de ninguna manera, la magnitud de la corrección de las proyecciones obliga a tomar decisiones en un marco de incertidumbre. ¿Cuándo volverá a producir la economía nuevamente?¿Logrará recuperar los niveles de producto anteriormente alcanzados? En caso de que el efecto sea permanente, las medidas de estímulo fiscal deberían empezar a matizarse: la deuda y la política anticíclica sirve para atravesar shocks transitorios, pero si el nivel de riqueza cae, es decir, todo el mundo se hace más pobre, habrá que distribuir pérdidas.

El shock no se origina en ninguna economía en particular. Habitualmente vemos efectos contagio de shocks que se originan en economías desarrolladas. En ese caso, el desafío siempre está centrado en la integración con el país de origen y los efectos derrames o multiplicadores hacia el resto del mundo. La ventaja es que cuando se haya en un país el problema, si se lo soluciona rápidamente, el rebote suele ser más directo. Los mismos canales que generan “spillovers”, generan “spillbacks”. En este caso, la reacción asincrónica y poco coordinada a nivel internacional puede ser que esté presentando un desafío incluso para la gobernanza internacional.

La recuperación no está garantizada, menos en nuestro país. El comercio internacional se espera que caiga doble dígito. Sin embargo, las recuperaciones suelen ser sincrónicas. En el caso favorable que no haya un retroceso en la globalización, la recuperación vía aumento de la demanda y  la producción internacional puede ser que nos pase de costado, nuestra integración a las cadenas globales de valor es muy baja, la dependencia de nuestras exportaciones a los bienes primarios es alta y está sujeta a la Ley de Engels que enunciaba que “si aumentan los ingresos, la proporción gastada  en alimentos disminuye”.

Los efectos sobre los precios internacionales de las materias primas. La liquidez internacional afecta al precio de las materias primas, la cual tiene una demanda más inelástica que el resto de los países pero tiene una volatilidad en los precios mucho mayor. Argentina va a tener que volver a enfrentar seguramente estos problemas de extracción de señales. No saber qué efectos son permanentes y cuáles transitorios. Sin tener en claro esto, por ejemplo, es ridículo estar hablando de emitir un “warrant” atado a las exportaciones argentinas.

Los efectos contagio igualmente están presentes y la cuestión de la cooperación monetaria. Si bien por lo dicho anteriormente no estamos en un shock al estilo de la crisis subprime, esta última reveló la interconexión a nivel internacional. En términos de comercio produjo una caída de casi 10% dando cuenta de la magnitud del multiplicador comercial. Al mismo tiempo, la cooperación monetaria vía swaps se realizó quizás más desde el egoísmo de los grandes bancos internacionales que demostraron la compleja redde  contratos de la economía.

La falta de cooperación explícita luego se expresó en los efectos sobre el tipo de cambio que derivó en el concepto de “guerra de monedas” impuesto por Guido Mantega y puso en jaque al sistema monetario internacional. El famoso trilema monetario pasó a ser un simple dilema: controlar o no el flujo de capitales. Sin terminar de resolver este dilema se monta otra inyección de liquidez que plantea nuevos desafíos hacia delante. Nuestro país por ejemplo evidenció una fuerte apreciación vía entrada de capitales, estas preguntas empiezan a preocupar en vistas a algunos años por delante.

Los efectos sobre la política monetaria doméstica. La crisis subprime desafió el combo inflation targeting y libre flotación. Sin embargo, logró sobrevivir a aquella crisis. En esta oportunidad no sabemos si sucederá, nuestro país aún no tiene política monetaria porque es un apéndice de las  necesidades del Tesoro, pero en algún momento deberá replantearse este punto. Más aún cuando quiere emprender una desaceleración de la tasa de  inflación.

El carácter permanente. Esta crisis no tiene precedentes y, en términos económicos, tiene resultados que serán de carácter permanente. Los Estados están respondiendo principalmente asistiendo a los individuos, pero el tejido social y los vínculos entre empleado-empleador o  comerciante-proveedor se están cortando. Esas luces que se apagan no son fáciles de volver a encender. Las decisiones descentralizadas a nivel global llevaron a un resultado en la última crisis global y queda la duda si esta vezserá diferente.

Nuestro país sigue mirándose el ombligo y el ministro de Economía batalla contra acreedores que empiezan a ver problemas de solvencia por doquier. Propone un bono atado a las exportaciones de un mundo que no tenemos certezas de cómo será. La dominancia fiscal está restringida por el miedo al  descontrol monetario. La mirada de Alberto Fernandez parece ser que la prioridad es contener la pandemia y el resto, que parece haberlo confiado a su catolicismo, vendrá por añadidura.

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