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Salgamos a buscar el virus antes de que sea tarde de nuevo

Aprovechar lo que queda de cuarentena para suprimir el virus y poner en pie un sistema que nos permita salir seguros tiene que ser la primera prioridad: no hay tiempo que perder

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24 mayo de 2020

Por Iván Stambulsky

Ayer el presidente anunció una nueva extensión de la cuarentena general en el Area Metropolitana de Buenos Aires. Si solapamos esta cuarentena con la de Lombardía -uno de los primeros focos mundiales de la pandemia- podemos ver que la nuestra se encamina a superarla en duración (Gráfico 1). Pedro Cahn, uno de los artífices de la estrategia oficial, desafiaba al público en una entrevista radial: “Que alguien me explique cuál es la alternativa”. En la misma línea, el presidente decía ayer sus anuncios que la aceleración de los casos que estamos viendo era inevitable.

¿Es así? ¿Las opciones eran esta larga cuarentena con aceleración de casos o el desborde sanitario? No. En pocas palabras, había dos alternativas mejores: la primera era prevenir la entrada del virus al país y la segunda aprovechar la cuarentena para suprimir el virus y armar una salida segura.

La opción de evitar que el virus ingresara al país era ideal. Si antes de que el virus empezara a circular entre la comunidad se hubiera puesto en cuarentena a los viajeros que iban llegando al país, este largo confinamiento general habría sido innecesario. Para el 14 de marzo, Italia ya tenía 20.000 casos confirmados y 1.300 muertos. Muchos más que los que tiene Argentina hoy. La tragedia ya estaba a la vista.

Sin embargo, ese mismo día entraban por el aeropuerto de Ezeiza cientos y cientos de viajeros a los que solo se les requería una declaración de buenas intenciones para dejarlos partir a su casa sin supervisión. Por no controlar a ese puñado de viajeros y garantizar con los medios necesarios su aislamiento es que se tuvieron que imponer medidas más costosas e invasivas después.

Taiwán, un país de 23 millones de habitantes que queda solo a 130 kilómetros de China, tuvo tan solo siete muertes por coronavirus. El secreto fue el control estricto de los viajeros. Es cierto, Taiwán es un país rico. ¿Es por eso que lo pudieron lograr? Vietnam y Mongolia, otros dos vecinos de China que también previnieron la transmisión local del virus usando una política muy cuidadosa con los viajeros, tienen un PIB per cápita de 35% y 55% del de Argentina, respectivamente. Mongolia tiene 3 millones de habitantes. Vietnam, 90 millones. ¿Cuántas muertes por coronavirus suman entre los dos? Cero.

Pero hagámosles una concesión a nuestras autoridades. Son pocos los países que lograron esta hazaña. Sin embargo, una vez perdida esa oportunidad, también existía una trayectoria mejor que la que finalmente se eligió. La cuarentena ayuda a reducir la velocidad del contagio pero no es un arma perfecta: la gente infectada puede contagiar a su familia en el hogar o a las personas con las que comparte espacios en sus salidas a comprar. También hay trabajadores exceptuados que pueden contagiar a sus compañeros o a otros en el transporte público. Además, hay ciertos barrios en los que las condiciones habitacionales vuelven particularmente difícil la reclusión, por lo que en la práctica ahí la cuarentena es más flexible. Todas esas circunstancias hacen que, en ausencia de políticas complementarias, el virus siga circulando aún en cuarentena.

Y aunque estos problemas no existieran y la cuarentena fuera un arma casi perfecta, sin una estrategia sólida de salida para contener potenciales brotes lo único que conseguiría es una victoria pírrica: destruir la economía tan sólo para postergar el desborde sanitario o una nueva marcha atrás.

Por estos motivos, muchos países complementaron la cuarentena con un régimen agresivo contra el virus que permite al mismo tiempo aumentar la eficacia de la cuarentena general y crear las condiciones para levantarla con menores riesgos. ¿Qué piezas componen ese régimen? Primero, testeo amplio para encontrar a la mayor cantidad posible de casos y rastreo de sus contactos estrechos. Inmediatamente, aislamiento de los infectados y cuarentena de sus contactos para cortar la cadena de contagios. Veamos un ejemplo de este camino.

Israel puso las primeras piezas de su cuarentena general el 12 de marzo y la completó el 19, casi al mismo tiempo que Argentina y todavía sin ningún muerto. El 17 de marzo el primer ministro israelí expresó claramente su intención de complementarla con una estrategia activa: “Vamos a incrementar de forma dramática nuestra capacidad de detectar y aislar a aquellos que estén infectados. Además, hoy empezamos a utilizar tecnologías digitales para localizar a los que estuvieron en contacto con los infectados e informarles que tienen que hacer una cuarentena de 14 días”.

El testeo fue una prioridad desde el arranque. Para el 26 de marzo, el Gobierno israelí ya había importado los insumos necesarios para hacer 500 mil tests. El 21 de marzo el gobierno además sacó el testeo a la calle con stands para que las personas con síntomas leves se pudieran testear desde su auto. Es que no alcanza con los laboratorios tradicionales: facilitar el testeo todo lo que sea posible es crucial para identificar más infectados y actuar rápido para que no sigan contagiando. La última semana de marzo ya se estaban haciendo en Israel casi 6.000 tests por día. La primera de abril, más de 8.000. En Argentina, mientras tanto, se hacían 600 y 1.200, respectivamente. El 6 de abril, con tan solo 1.000 tests diarios y una tasa de positivos de 16%, Pedro Cahn declaraba a un diario que la cantidad de tests era suficiente. Mucho más acá en el tiempo, la semana que terminó el 10 de mayo, Argentina hacía 2.500 test por día, menos de la mitad que Israel casi dos meses antes.

En el punto del rastreo de contactos el accionar del Gobierno israelí también fue activo desde el principio. Ya el 18 de marzo el gobierno pasó una ley de emergencia que permitía usar datos de localización de los celulares para detectar a quienes hubieran estado en contacto con un infectado e informarle que tenían que hacer cuarentena obligatoria. Aunque a fines de abril esta herramienta tuvo un revés en la justicia debido a preocupaciones de privacidad, la tecnología solo es un complemento para el mecanismo tradicional de rastreo de contactos, las entrevistas. Lo más relevante del caso es que la preocupación por rastrear a los contactos de los positivos fue central desde el principio de la cuarentena. La última pieza de este régimen -el aislamiento de los infectados y sus contactos en un lugar donde no contagien a otros- también se talló desde temprano. Para mediados de marzo el gobierno ya había acondicionado varios hoteles en los que aislarlos. Esto fue crucial para reducir la transmisión en el hogar y la transmisión presintomática, dos mecanismos de contagio muy importantes. En Argentina no hubo una proactividad similar.

Con todo esto Israel controló el virus y desde principios de mayo está abriendo la cuarentena. En Argentina la actitud fue más pasiva y lenta, por lo que en vez de haber disminuido los casos están aumentando aceleradamente aún después de dos meses de reclusión. ¿Fueron particularmente visionarias las autoridades israelíes? No. Como muchos otros países - entre los que podemos anotar a Croacia, Tailandia, Noruega, Australia, Nueva Zelanda, Letonia, Lituania, Estonia e incluso Uruguay- tomaron las lecciones que ofrecían los pioneros a los que ya les había ido bien utilizando este régimen (como Corea del Sur) y las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (gráfico 2). Entre principios de abril y principios de mayo, todos estos países flexibilizaron considerablemente su cuarentena. En Argentina -especialmente en el AMBA donde vive casi el 40% de la población- la situación es muy distinta (gráfico 3).

¿Es posible poner en pie este régimen en Argentina? Sí. Desde el 4 de mayo, a raíz de la preocupación que empezó a generar la cantidad de casos que había en los barrios vulnerables, se empezó a implementar el “Plan Detectar”, un programa a pequeña escala que tiene las mismas piezas que el que armaron estos otros países. Ese día comenzó un operativo puerta por puerta en la villa 31 con el fin de encontrar personas con síntomas, testearlas y -en caso de ser positivas- aislarlas y rastrear a sus contactos. En ese operativo, el porcentaje de tests positivos que se encontró fue altísimo (alrededor del 60%) lo cual sugiere que la circulación del virus ya estaba desatada en el barrio. Con ese resultado extremo como señal de alerta, el operativo se extendió a la villa 1-11-14, a la 21-24 y a distintos barrios vulnerables del conurbano bonaerense y alguna provincia. Es con esto que empezaron a reflejarse en los números oficiales los datos récord que vemos hoy.

Un mensaje que los expertos de todo el mundo transmitieron desde el principio de la pandemia es que con este virus hay que actuar antes de que aparezcan números preocupantes porque cuando aparecen ya es demasiado tarde. Nuestras autoridades aplicaron ese mensaje al instalar temprano la cuarentena, pero no para salir a buscar el virus activamente. Cuando empezó el Detectar ya era tarde. El contagio en las villas estaba desatado. Si se hubiera hecho antes, la cadena de contagio se habría cortado a tiempo y hoy probablemente estaríamos en un mundo muy distinto. Además de la previsión, entonces, había una alternativa: usar el primer mes para salir a buscar activamente el virus, suprimirlo, armar una salida sólida y flexibilizar la cuarentena sin que se disparen los contagios como hicieron muchos otros países.

Esta conclusión es más importante para planificar el futuro que para evaluar el pasado. No podemos repetir el error. En lugar de apagar el incendio cuando ya es demasiado difícil, hay que prevenirlo. Por eso es fundamental que el Detectar se extienda a los barrios vulnerables de todas las provincias, a todos los barrios (no solo los vulnerables) de la ciudad de Buenos Aires y a todos barrios que sea posible del conurbano bonaerense. También es crucial que se amplíe el criterio de testeo. Afuera de los barrios vulnerables, todavía es requisito una fiebre de 37,5° o más para realizar el test. En los barrios vulnerables alcanza con dos síntomas cualquiera como por ejemplo tos y dolor de garganta. Usemos el criterio de testeo de los barrios vulnerables en todos los barrios para detectar más casos y poder cortar la cadena de contagios. Ayer Chile hizo 16.000 tests. Argentina hizo un cuarto de esa cifra. Chile no es un país rico ni tecnológicamente avanzado. Además, su economía es la mitad que la nuestra. Como todo, la factibilidad de esta política depende de la prioridad que se le dé. Y aprovechar lo que queda de cuarentena para suprimir el virus y poner en pie un sistema que nos permita salir seguros tiene que ser la primera prioridad. No hay tiempo que perder. Cada día es oro.

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