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Optimismo de la voluntad, pesimismo de la desinteligencia

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08 mayo de 2020

Por Federico Zinni

 

Cuando hoy a las 16 horas de Nueva York venza el plazo de aceptación de la oferta del canje nada definitivo habrá sucedido. Para bien o para mal, como se sabía de antemano esto tendrá un final in extremis, cuya resolución se conocerá probablemente a horas del 22 de mayo, la fecha límite que tiene Argentina para evitar otro default, el noveno en su historia.

Sin embargo, avanzar rápido hacia una nueva etapa en la negociación requiere de decisiones que, como en un tablero de ajedrez, obligan a abandonar posiciones y condicionan las siguientes. Descontado hace ya varios días que la oferta iba a ser rechazada por la mayoría de los acreedores, el alza de los activos argentinos de ayer se apoya menos en el éxito de la propuesta que en especulaciones sobre cómo se desarrollará el escenario que se abre a partir de aquí.

El Gobierno lanzó el 22 de abril una oferta que, si bien fue mejor que la esperada, él mismo se encargó de publicitar como decididamente "agresiva". Más que arrogancia, aquello fue clara voluntad de dejar preparado margen para mejorarla. Peso a ello, llegado a este punto la oferta continúa siendo la misma.

No parece ser intransigencia la razón. En efecto, mientras que en los últimos días se han sucedido los gestos simbólicos que reafirman y tratan de legitimar las aspiraciones del país, al mismo tiempo el ministro de Economía, Martín Guzmán, ha mandado distintas señales de flexibilidad a los bonistas, siendo la más reciente y relevante la invitación pública (o más bien exigencia) a efectuar una contrapropuesta. Del otro lado, no parece haber disposición a aceptar el convite.

¿Cuál es el motivo de este atasco operativo? Parecería existir un consenso general de que el Gobierno y los acreedores no están lejos en los números, pero acercarse a ellos requiere dar pasos en la negociación que debilitan la posición futura en caso de que las misma no llegue a buen puerto.

Del lado argentino, mejorar la oferta sin garantías de que aquello conlleve su aceptación solo implica ceder pretensiones gratuitamente. De la misma manera, prolongar el vencimiento del canje sin ningún nuevo elemento lo único que hace es patear el problema, obligando a negociar más adelante con la soga al cuello. Por eso, Argentina demanda una contrapropuesta que parta de lo que fue, hasta ahora, su principal logro en esta negociación: la “insostenibilidad” de la deuda ratificada por el FMI.

La reticencia de los acreedores a presentar una oferta susceptible de ser valorada responde a que la misma debería reconocer condiciones inconsistentes con el diagnóstico de un problema de liquidez a corto plazo. Una propuesta de este tipo no sólo pone un techo futuro a las expectativas de los bonistas, sino que implica una aceptación de hecho de la incapacidad de pago de Argentina, que incluso podría tornarse un elemento de consideración en un eventual juicio contra el país. Es una concesión que los acreedores, también, sólo estarán dispuestos a hacer en función de un acuerdo inminente.

El problema que se presenta hoy, entonces, es la situación paradójica de que, aunque los números muestran una distancia absolutamente saldable, para acercarse a ellos los actores deben tener expectativas de llegar a un acuerdo que sean suficientes para comprometer su margen presente. Cómo en un subóptimo equilibrio de Nash, cualquiera que dé el primer movimiento hacia una solución debilitaría su posición de cara a futuro, por lo que se produce una desinteligencia que impide avanzar en un acuerdo beneficioso para las partes.

Desatar este nudo requiere de un esfuerzo cooperativo que sólo puede generarlo la proximidad inminente de un final insatisfactorio para todos, que haga lo suficientemente incómoda la posición actual como para invitar a modificarla. El riesgo real es que esta situación de estancamiento se prolongue hasta el punto en dónde ni siquiera la voluntad de los actores alcance para llegar a un acuerdo en los plazos existentes. Evitar un default completamente innecesario es todavía posible, pero el tiempo de jugar al póker está terminado.

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