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El empleo como motor del desarrollo humano integral

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15 mayo de 2020

Por Guillermo J. Sueldo

Comenzando por una dimensión ética del sentido dado a la ocupación laboral, no podemos menos que considerar al ser humano en su condición original de vulnerabilidad material, razón por la cual necesita valerse de cosas para satisfacer sus necesidades básicas.

Lo que a su vez genera que, al ampliar su panorama, sienta también el lógico deseo de satisfacer necesidades espirituales, lo que lo lleva a relacionarse con sus semejantes. Por lo tanto, de esas posibilidades de relacionarse serán, en definitiva, sus éxitos y sus fracasos.

Por ello, la virtud que produce en cada ser humano el sentirse útil y que le da reconocimiento a sí mismo.

Viene entonces a ser el trabajo la herramienta que da la oportunidad para posicionarse socialmente, siendo a su vez un elemento que brinda posibilidades de innovación y transformación, en un sentido creativo.

De allí que, en un sentido espiritual, el hombre viene a ser un creador. A tal efecto, dice Populorum Progresio: “Dios, que ha dotado al hombre de inteligencia, le ha dado también el modo de acabar de alguna manera su obra; ya sea el artista o artesano, patrono, obrero o campesino, todo trabajador es un creador” (P. P. Nº 27).

De allí que el empleo, además de producir cosas y darnos satisfacciones materiales, otorga una dimensión ética al ser humano. Sin olvidar que como contrapartida la condición del trabajo se encuentra éticamente condicionada, porque esa herramienta social de dignidad y progreso no puede ser excusa para la tolerancia de sutiles formas de explotación laboral, porque entonces lo que en principio dignifica termina siendo una carga insoportable que, lejos de considerarse un ciclo virtuoso, se convierte en un círculo vicioso, tanto personal como social.

Es en función, entonces, de ese “círculo vicioso”, que los problemas laborales suelen ser encarados únicamente en relación a los salarios y la producción, en un sistema que sólo ve al hombre como elemento necesario de un proceso productivo, no como el centro de aquel. Es decir, únicamente dominados por el mercado y despojando así al hombre de su dignidad y su libertad, poniéndolo al servicio exclusivo del mercado. Por ello es vital considerar el valor ético del empleo, para darle su organización con un objetivo integral que no deshumanice. En tal carácter, cuando una estructura organizacional no vincula al trabajo con la dignidad humana y el desarrollo integral, se asienta sobre un sistema injusto. Es decir, cuando se coloca al capital sirviéndose del trabajo en lugar de ser a la inversa, es necesario entonces revertir esa condición considerando que tal cuestión pertenece al orden moral social. Y cuando es el mercado el que dirige y condiciona al hombre, a expensas de condiciones indignas y del desempleo, el orden social deja de ser justo.

Por supuesto que esto incluye también las condiciones del ejercicio del empleo, en un ambiente libre de interferencias para su desarrollo personal, tomando en consideración lo hasta aquí expuesto en cuanto a la dimensión ética del trabajo.

Ahora bien, dadas algunas definiciones sobre el tema, cabe considerarse la situación actual, que nos presenta a millones de personas en todo el mundo que están desempleadas, además de una profunda declinación en la calidad exigida para ciertos empleos, en particular debido a los avances tecnológicos que han mutado “producción” por “servicios”. Es así que actualmente vemos que valen más los servicios que el producto en sí mismo que nos llega por medio de ese servicio, que además en muchos casos prácticamente no contrata empleados en cantidad como una fábrica y se maneja en una pequeña oficina y con servicios por Internet.

A ello le debemos sumar la escasez de calificación cada vez mayor de los jóvenes que se deberían incorporar al mercado laboral. Es así que el mundo se encuentra ante el problema de cómo crear trabajo y cómo adaptar la globalización y las nuevas tecnologías para aumentar las posibilidades laborales y además, que sean buenos empleos, pues ya no alcanza con una reactivación del crecimiento económico, sino que a ese ciclo se le debe agregar la capacitación y la innovación.

En lo que respecta a una Argentina enfrascada siempre en la coyuntura, no logra evaluar políticas de Estado acerca de empleo y tampoco que se propongan ni confronten proyectos políticos. En esa encrucijada, el tema del empleo no cuenta. Triste panorama si tomamos en cuenta la situación mundial y particular pues los avances tecnológicos y las nuevas modalidades laborales reforzadas hoy como consecuencia de la pandemia, parecen encaminarse a una profunda exclusión del sistema de millones de personas. Como consecuencia, surgen líderes que atraen a los votantes proponiendo la vuelta a los nacionalismos para proteger las fuentes de trabajo, resaltando la puesta en marcha de puestos laborales aún a costa de problemas ambientales graves y de no hacerse cargo de las profundas desigualdades humanas del mundo.

En consecuencia, se impone en Argentina un debate en serio sobre el empleo (que no puede disociarse del panorama mundial) y los demás temas que a partir de él surgen, como el de la pobreza, la educación, la seguridad, las inversiones con objetivos de desarrollo y la infraestructura, entre otros. Ello daría un más que interesante vuelco ante la pobreza del debate público y al menos también evitaría que la política se siguiera degradando, arrastrando en ese proceso a toda la sociedad. El problema es político y, por lo tanto, debe reformularse el rol del Estado y del capital privado en un sistema de colaboración para generar un ciclo virtuoso de desarrollo, lo que implica que el mercado esté al servicio de la política, para arribar al desarrollo humano justo.

La situación del empleo es vital para el desarrollo integral y representa un tema clave para ser tratado entre los líderes políticos e incluso exige escucharse entre todos, ya que es el ser humano el destinatario de la creación de empleo, por lo que es importante y necesario intercambiar diferentes visiones sobre esta cuestión de enorme importancia en el presente y fundamental para el futuro.

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