El Economista - 70 años
Versión digital

mie 24 Abr

BUE 13°C

El comercio global frente al Covid-19

12163642-16x9-2150x1210
12163642-16x9-2150x1210
Héctor Rubini 11 mayo de 2020

Por Héctor Rubini USAL

La salida de las cuarentenas y las medidas “físicas” de alto costo económico no están clara en el presente. Recién estamos en los primeros meses de los daños del Covid-19 en pérdidas de vidas e ingresos para todo el mundo. Apresuradamente han emergido interpretaciones relativamente “claras” sobre un “mundo” nuevo con una China dominante en los frentes de la economía y las finanzas, el político, el militar y el de la imposición de valores al resto el mundo. Un “mundo nuevo” altamente condicionado a elites de controladores vigilantes y represores desde el este de Asia, invasivos de los movimientos, expresiones y pensamientos de personas físicas, tanto en China como en el resto del mundo. Escenario favorable para políticas altamente intervencionistas, con dilución o debilidad de las instituciones legales que garanticen el derecho de propiedad privada y la protección de la privacidad.

El temor que emerge, más o menos explícitamente en las últimas semanas, es la emergencia de una China hostil y militarista que podría tornar inviable una sólida recuperación del comercio internacional y la actividad y el empleo en el resto del mundo. Paradójicamente (o no), ser el principal tenedor de bonos del Tesoro de Estados Unidos no es ninguna fortaleza. El sistema financiero del gigante no es realmente estable y cualquier shock negativo podría tener efectos difíciles de manejar por el Partido Comunista. No es lo mismo enfrentar un colapso financiero, laboral y social en países de 30-60 millones de habitantes que en uno de no menos de 1.300 o 1.400 millones.

En Estados Unidos, a su vez, la pandemia actual ha destruido puestos de trabajo con una intensidad y velocidad no observada ni siquiera en la Gran Depresión. El salto de la tasa de desempleo hasta 14,7% refleja una destrucción de riqueza y actividad que tendrá efectos derrame negativo hacia el resto del mundo. Algo que se puede morigerar y revertir en la medida en que se disponga el cese definitivo de cuarentenas y otras medidas de distanciamiento social.

Pero sin vacuna a la vista por los próximos 12 meses (salvo alguna afortunada gran sorpresa), lejos se estará de una real normalización de la circulación internacional (y dentro de cada país) de bienes, servicios y personas. Algo que puede exacerbar las iniciativas proteccionistas de la Casa Blanca, al menos hasta las próximas elecciones presidenciales en Estados Unidos

Si Estados Unidos y China reanudan las hostilidades comerciales, y con mayor intensidad, una recesión tipo “W”, con pérdidas de empleo, ingresos y riqueza probablemente irrecuperables por al menos 2-3 años.

En la transición, y con polémicas que recién están en su inicio, todo parece indicar que lejos estaremos del “mundo nuevo” que sueñan los nostálgicos del intervencionismo medieval.

Australia, por caso, tiene como pilar de su economía una industria minera y un sistema educativo (y no sólo con oferta de cursos de idioma inglés) intensamente relacionada con la República Popular China (y no sólo, digamos, con su Partido Comunista). Nada indica que esta pandemia vaya a destruir esa vinculación. Tampoco que frente a la previsible reversión del incipiente acercamiento comercial entre funcionarios estadounidenses y chinos a medida que se acerquen las elecciones en Estados Unidos, se pueda pensar en un colapso en el comercio entre ambos países, o una salida masiva de empresas estadounidenses de China.

Es probable, eso sí, que el comercio internacional siga en niveles inferiores a los observados antes de la pandemia por varios meses o trimestres. Sin una vacuna que liquide el virus, continuarán las restricciones prohibitivas a la operatoria de fábricas, depósitos, puertos, aeropuertos, transportes internos, y servicios de salud. Pero también idear e implementar protocolos también para construir una economía “administrada” con criterios preventivos que prioricen la salud, la higiene, y la seguridad farmacéutica y alimentaria. Los subsidios estatales deberán forzosamente girar de asesores de políticos, viajes de políticos, a subsidios para preservar la subsistencia, la zoonosis, la bioquímica, la medicina y la formulación de manuales y procedimientos hasta para estudios de arquitectura. Más aún, también la habilitación de nuevas obras exigirá modificación de criterios y regulaciones inicialmente incómodas pero inevitables. El futuro, que ya llegó, exige desde ya mismo empezar revertir las deficiencias de información y de educación (no sólo formal) en la mayoría de países del mundo en materia de salubridad e higiene. Las libretas o pasaporte sanitarios pasarán a ser la regla en la mayoría de los países del mundo. Algo molesto, pero inevitable, hasta que no se logre controlar o erradicar este virus.

Mientras tanto, las disputas comerciales pueden reaparecer y a una escala nunca vista desde la Gran Depresión, y no sólo entre Estados Unidos y China. En caso de generalizarse, nos esperan no menos de 10 años de empobrecimiento, conflictividad social y escenarios mucho peores que los que asoman a partir de este año. Un mundo distinto, con menos contacto físico, intensivo en tecnologías de la informática y las comunicaciones, puede funcionar con normas e instituciones que reduzcan costos de transacción y que preserve los derechos de propiedad y la privacidad. Si los gobiernos optan por regímenes policíacos, vulnerables como siempre lo han sido, a corruptelas de todo tipo, el mundo en general se tornará más inestable y más impredecible. Algo que tal vez dé lugar a una nueva “globalización”, más fragmentada, conflictiva, y que puede complicar la recuperación de las exportaciones, la actividad y el empleo de los países emergentes. Especialmente, si proliferan los controles a exportaciones y exportaciones, las guerras comerciales vía barreras arancelarias y no arancelarias, y los controles cambiarios y de capitales.

En ese caso, la inestabilidad macroeconómica y financiera forzará a varios gobiernos a formular programas orientados a recuperar flujos de inversión directa e impulsar exportaciones. Pero eso exigirá probablemente agendas menos restrictivas que lo que algunos sugieren en estas semanas. El apoyo al mercado interno urge para evitar verdaderas catástrofes económicas y probablemente también en materia sanitaria. Pero el retorno al crecimiento y a una reactivación permanente, no transitoria exige no cerrar fronteras. Algo que, por ahora, deberá esperar. Al menos hasta que no se logre la esperada vacuna contra el Covid-19 y se abandonen definitivamente las cuarentenas y los distanciamientos físicos como única defensa frente a este virus.

En esta nota

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés