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Como agua para chocolate

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Carlos Leyba 22 mayo de 2020

Por Carlos Leyba 

A ese nivel de hervor se encuentra la cuestión de la deuda. A punto para echar al agua la barra que nos brindará energía. ¿Zafamos del default?

Acabo de leer, jueves por la tarde, que el FMI manifestó su satisfacción por el acercamiento entre las partes, los bonistas de un lado y el Gobierno de Argentina, del otro. ¿Será?

Ese hervor, en los despachos de Washington, anuncia que podremos preparar unas tazas de festejo camino al 25 de Mayo. ¿Será así?

Las preguntas al final de cada oración afirmativa señalan que las dudas, aún sin default, no se despejan.

Claro que con default los días serían muchísimo peores a los que podemos imaginar sin él, es decir, con paz financiera.

Los costos de la paz serán enormes. Pero mucho mayores serían los de vivir sin ella.

El default es insensato y conducirnos a él por una idea acerca de la “sustentabilidad” sería un error. Una economía en default es insustentable. “Sustentable” es algo que se puede sustentar, es decir, que se puede mantener en el mismo estado o bien que se puede defender con razones.

Ignoro que razones se podrían alegar para defender la decisión de ir ahora al default y estoy seguro que las actuales condiciones de la economía (nivel de actividad, empleo, etcétera) estando en default ni siquiera se pueden mantener: se agravarán. Entonces lo esencialmente “insustentable” es el default.

Es un error comparar la situación presente con la que administraron Eduardo Duhalde y Néstor Kirchner. Tipo de cambio real irrepetible, retenciones inesperadas, congelamiento tarifario, inaudita tolerancia social y un viento de cola que empezó suave y siguió soplando hasta llenarnos de dólares de comercio y dólares de retorno azuzados por la cotización reptante del peso.

Por eso, como con default las cosas serían mucho peores que sin él, las palabras entusiastas (el hervor) ? y seguramente informadas del FMI- nos auguran la lógica de un chocolate celebratorio...aunque, de todos modos, se trataría de una celebración por poco tiempo.

Es que la realidad inevitable es, justamente, la causa de la deuda.

Salvado el default renace la causa de la deuda que dio origen a la zozobra.

La situación, sea la anterior a la cuarentena, sea la anterior a la toma de la deuda, sea la anterior - remontándonos a siniestros años, se describe como la estructura de una economía hecha para la deuda. Para “las dos deudas”: la externa y la social.

El Ministro debería manifestarse pronto y de un modo que hace muchas décadas no se hace. Sin anunciar con firmeza una visión sobre lo porvenir millones de decisiones se postergan. Entonces el presente amenaza prorrogarse. ¿Tiene este presente algo que sea valioso de prorrogar?

Pobreza, desempleo, desequilibrios, bajísima productividad, inflación, ausencia de inversión. No es de ahora: se acumula hace décadas.

El ahora le agrega, a la estanflación de Macri, la cuarentena que ha evitado el colapso sanitario y derrumbado la economía.

A los males estructurales y a la estanflación heredada, le sumamos que en “11 días de cuarentena la economía cayó en marzo 11,5%”.

En este clima hay que proponer un futuro. No me refiero aquí al horizonte largo del que carecemos hace años. No.

Hay un “inmediato”: el que habremos de transitar al salir de la cuarentena. Llamémoslo “futuro próximo” para distinguirlo del “futuro deseado”.

Martín Guzmán es el responsable de la política del futuro próximo que tiene dos componentes. El inmediato, o la administración económica de la cuarentena y el “futuro próximo liberado” que es el de la poscuarentena.

Desde hace muchos años no hay rastros de un “futuro deseado”. Deseo es la revelación del interés y la voluntad de la realización del algo.

La “Argentina Deseada” es una gran ausencia de la política. Veamos.

Para las conducciones fuertes de la economía de las últimas décadas no hubo “Argentina Deseada”: toda alusión a un Plan, a un Programa, a una definición de acciones estratégicas colectivas fue derogada.

Se disolvió la oficina de planeamiento, se liquidó el sistema de financiamiento de inversión a largo plazo y se derogó toda ley de promoción a la inversión. Caso único en la economía mundial.

El compromiso político se degradó a la creación de “condiciones” para que una “Argentina ocurra”. Es la idea de poner “las reglas” y jueguen.

La Dictadura Genocida, Carlos Menem y Mauricio Macri procuraron las condiciones para que una economía, liberada a las fuerzas del mercado, forjara una “nueva economía” que dejaban en las manos del mercado.

El Estado se limitaba a que las condiciones de las tres “D” de Roberto Aleman (desregulación, desestatización, desinflación) habilitarán el camino al futuro.

El resultado fue (en 45 años) una inflación galopante; una duplicación del Estado para compensar las crisis sociales que esas políticas provocaban y, finalmente, la liberación financiada por deuda del comercio que liquidó la trama de la industria y generó el desierto de “restricción externa” y “sufrimiento social” que aun debemos transitar.

Las tres administraciones dominantes de esos años incrementaron los pasivos: deuda externa y deuda social. Las estrategias de “crear condiciones” sólo provocan destrucción, porque desincentivan la inversión en actividades productivas, que crean trabajo y aumentan la productividad.

Es obvio que Argentina necesita la verbalización de una “Argentina Deseada”.Una obra que requiere un consenso básico sobre lo que queremos construir.

Los argentinos no podremos lograr un consenso sobre el pasado ni sobre el presente. Creo, eso sí, que es posible acordar los grandes objetivos de un futuro deseado. Es un paso.

Seguramente mantendremos un consenso menor, incompleto, sobre el camino, los instrumentos, para lograr esos objetivos.

En la medida que una política comience a aproximarse a esos objetivos aumentará el consenso sobre las políticas.

Duplicar el PIB en una década; pleno empleo formal; volver al porcentaje de pobreza y a la distribución del ingreso más equitativa de nuestro pasado; un Estado eficiente de planta optimizada; los resultados educativos más altos de la región; reducir los costos del sistema de salud; terminar con la “restricción externa”; reducir drásticamente los costos logísticos. Esos son algunos objetivos globales compartibles por la inmensa mayoría. ¿Cómo llegar a ello? Dependerá de las ofertas de los partidos políticos cuyas propuestas debería ser como llegar a esos objetivos.

Guzmán podría proponer una estrategia para consensuar esos objetivos y formulara una manera de lograrlos. Pero no es razonable esperarlo de él en estas circunstancias.

Lo que sí es imprescindible es que el Ministro ponga en marcha - una vez que la cuestión, default sí default no, haya sido resuelta - es el cómo administrar la cuarentena sin asistir a la profundización de sus costos.

Emmanuel Macron, respecto de la asistencia a los trabajadores impedidos de agregar valor en la cuarentena, lanzó la “nacionalización de los salarios” que han dejado de agregar valor para contribuir a la dignidad de la vida de los trabajadores y a que no se interrumpa la cadena de pagos. Es “nacionalización” porque no es un problema privado sino público.

Nuestro Estado para hacerse cargo debe acudir a la emisión. Es un mal menor. Lo está haciendo, con normas cambiantes. No está bien. Es imprescindible tener una política integral. No tenerla agrega confusión y genera vacíos.

Por ejemplo, desde el mismo espacio proponen que esas ayudas del gobierno, destinadas a sostener la dignidad de los trabajadores, se conviertan en deudas empresarias. Y que esas deudas se conviertan en parte estatal del capital de las empresas. Capital que, si fue a salarios, ya no está.

Es cierto en que muchos países el Estado ha capitalizado empresas para que puedan continuar o crecer. Pero hizo aportes de capital que acrecentaron el capital de las empresas. No la financiación de los salarios de trabajadores que no agregaron valor. Otro ejemplo es la búsqueda de recursos a través de gravar los bienes, incluido las tenencia del capital de las empresas pero sólo a las tenencias de empresas argentinas. Una discriminación.Las empresas extranjeras, sin accionistas locales, no rinden tributo al igual que los empresarios argentinos cuyo patrimonio local goza de la proteccion de un fideicomiso o de alguna forma cooperativa que lo exima.

Toda esa normativa entusiasta surge como consecuencia de la ausencia de un programa explicito para la gestión de la economía en cuarentena. Guzmán está en mora, deja vacíos que otros llenan.

Más grave es el silencio sobre el futuro inmediato liberado, es decir, el programa económico después de la cuarentena.

¿Esta pensado como abordar para que la salida tenga la forma de una “V” y que no se convierta ni en una “L” ni en una “pipa”? La “V” es la condición necesaria para que todas las ayudas se validen en la producción.

Sin programa, con el deterioro de las empresas y el mercado, más las cargas que se están formalizando, la salida se tornará en un problema más que en una solución. Brasil no deja de devaluar y sufrimos una invasión, lógica, de sus productos industriales. Brasil erosiona el mercado interno para la industria nacional, no estamos haciendo nada como coordinación o espejo en las políticas nacionales.

Nada que se asemeje al tónico que cualquier médico le ofrece a un enfermo que acaba de levantarse de la cama. En esas condiciones el convaleciente, lo más probable, es que sea víctima del accidente más tonto. Volviendo atrás.

En los hospitales decía “el silencio es salud”.

Pero en economía la palabra de un ministro, primero, construye la confianza que la economía requiere en la claridad de su visión y, después, en la confianza para decidir.

La comuncación del ministro es para bajar la incertidumbre, que es mucha.

Las noticias de Washington respecto de la deuda auguran que el agua está para chocolate.

Pero sin anuncios de lo que se quiere hacer ahora y después de la cuarentena, no dan ganas de tirar la barra ni revolver.

Que bueno sería ese chocolate para celebrar el sol del 25 criollo que hace tanto no tenemos.

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