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Bolsonaro, cada vez más complicado

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Héctor Rubini 14 mayo de 2020

Por Héctor Rubini Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

El avance del Covid-19 en Brasil muestra claramente el fracaso de la descoordinación de la política sanitaria del presidente Jair Bolsonaro. Desde el martes, es el 7° país del mundo en fallecimientos por este mal, y la discrepancia entre las normas de gobiernos estaduales y el fomento del “no pasa nada” del Presidente se traduce en deficiencias que arrojan cifras implacables. Para prueba, casi ridícula, basta el decreto presidencial de esta semana de Bolsonaro, que habilita en todo el país la reapertura de gimnasios y peluquerías, sin consulta previa al ministro de Salud, Nelson Teich, y rechazada por gran cantidad de gobernadores y jefes municipales que han optado por seguir manteniendo restricciones para prevenir contagios.

Las dificultades crecientes para el manejo de pacientes, internados y defunciones lejos están de encauzarse de manera coordinada. En algunos estados la situación ya es crítica. El estado de San Pablo, por caso, registra unos 200 nuevos pacientes por día en espera para ingreso directo a terapia intensiva. Esto puede dar una idea cabal del enorme grado de contagios en los últimos dos meses que puede llevar en pocas semanas al colapso del sistema sanitario brasileño.

La población empieza a inquietarse cada vez más y también ciertos sectores del establishment, luego de la expulsión del jefe de la Policía Federal, Mauricio Valeixo, dos semanas atrás, dando lugar a la renuncia del (ahora ex) ministro de Justicia, Sergio Moro. Este último disparó dos acusaciones muy duras que pueden complicar a Bolsonaro: le achacó intenciones de influir en investigaciones del organismo policial, de acceder indebidamente a información confidencial de ese cuerpo y también en interferir en procesos en curso en el Supremo Tribunal Federal (la Corte Suprema brasileña). Todo apuntaría a lo mismo: abusar de su poder como Presidente para detener e incluso destruir pruebas de las investigaciones en curso sobre él y su familia.

La decisión de sustituir a Valeixo por Alexandre Ramagem, jefe de la AFI brasileña (ABIM) y ex jefe de la custodia de Bolsonaro en su campaña presidencial, trata de señalizar que todo está “bajo control” del Presidente. Pero anteayer se conoció un video del 22 de abril en el que Bolsonaro aparece fuera de sí exigiendo el cambio de la jefatura del órgano policial para que dejen tranquilos a sus hijos.

El futuro de este incidente depende ahora de si el fiscal general de la Unión, Augusto Aras, opta o no por iniciar una investigación sobre el Presidente. Si lo hace, se expone a que no sea el potencial reemplazante dentro de unos meses del titular del Supremo Tribunal Federal, Celso de Mello, que forzosamente se jubila el próximo 1° de noviembre, cuando cumpla 75 años de edad. El juez de Mello estuvo fuera de actividad en el verano por una cirugía y retornó a su actividad hace un mes, el pasado 13 de abril. Ya ha hecho conocer su opinión respecto de cierto eventual “delito de responsabilidad” de Bolsonaro por los actos y marchas del pasado 15 de marzo de seguidores que propugnan el retorno a un régimen dictatorial y el cierre del Congreso y del Supremo Tribunal Federal. También sobre su “atrevimiento” (de mínima) al conocerse en octubre del año pasado un video en el que el presidente de Brasil calificó a los miembros del Supremo Tribunal Federal como “hienas”.

En este clima, sumado al desastre sanitario en curso, ha reaparecido el temor a un juicio político que pudiera terminar desfavorablemente para el actual Presidente. Bolsonaro cuenta con 200 de las 513 bancas en las Cámara de Diputados. Por ahora más que lo necesario (172 votos favorables) para bloquear un “impeachment”. Pero ante el temor de un juicio político ha optado en los últimos días por negociar la concesión de secretarías, subsecretarías y otros cargos de segunda y tercera línea en varios ministerios a personas provenientes del bloque conocido como “centrão”: partidos de centro derecha con poca representación parlamentaria, pero que a veces definen mayorías críticas, inclusive para iniciar o avanzar en un juicio político contra Bolsonaro.

Desde la renuncia de Moro, cuatro partidos opositores presentaron 31 pedidos de juicio político contra Bolsonaro. Por ahora, es difícil que alguno prospere.

De todas formas, las decisiones en ese sentido no dependen sólo del apoyo de ese bloque, ya que su voto en el Parlamento no es algo que surja de compromisos irrevocables. Si bien es cierto que el apoyo del “centrão” le permitió a Michel Temer sortear tres pedidos de acciones penales del Parlamento para investigar casos de corrupción, no logró evitar el juicio político y su caída política. También apoyaba a Dilma Rousseff, hasta dos días antes de “darse vuelta” y votar en el Parlamento a favor del juicio político de su supuesta “aliada”.

En el caso de Bolsonaro, su situación puede complicarse tanto por el agravamiento de la crisis sanitaria, como por potenciales declaraciones explosivas del renunciado Moro, o por acciones o declaraciones del propio Bolsonaro que generen fuerte rechazo en la sociedad.

La dinámica del futuro del Presidente pareciera ir de la mano de la pandemia, más que de otra cosa. A medida que se acumulan los contagios y las muertes, más se evidencia la descoordinación de su política sanitaria. Los opositores del Partido de los Trabajadores (PT) ven sólo la caída de Bolsonaro vía juicio político o por decisión del Supremo Tribunal Federal, pero admiten que desde hace días se habla de una opción alternativa: que el presidente renuncie, pero que continúe como presidente el actual vice, Hamilton Mourão, para mantener a salvo a los hijos de Bolsonaro y otros familiares y allegados, de eventuales investigaciones judiciales.

Por ahora, las aguas están en cierta calma en el Parlamento, pero la incorporación del “centrão” empieza a hacer ruido: ya empiezan a pedir más partidas de gastos y esto es una abierta colisión con la disciplina que trata de preservar el ministro de Economía, Paulo Guedes. Si cede, su política económica pasa a ser algo muy diferente de la que propugna desde la campaña. Si este no cede, se complica el juego político del Presidente, y su continuidad como ministro correrá serio riesgo. Pero en ambos casos, el eventual descarrilamiento del frente fiscal, el de la inflación y el de las expectativas de inversores locales y extranjeros pueden agravar la situación.

En suma, un escenario no caótico pero potencialmente inestable que por primera vez asoma como de difícil manejo para Bolsonaro. Mientras tanto, a medida que aumenta el número de contagios y muertes por el Covid-19, el rechazo a su persona y a su gestión ya supera en algunas encuestas el porcentaje de apoyo. Algo que en caso de agravarse la crisis sanitaria va a terminar forzando o a la adopción de medidas de cuarentena, o a una crisis política que puede terminar con la salida anticipada de Bolsonaro de la presidencia de Brasil.

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