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Liberación de presos, una cuestión de Estado

No hay el más mínimo control sobre aquellos que gocen de la salida. Una marea que beneficia a Cristina Fernández y a sus hijos y a sus socios cercanos.

carceles
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29 abril de 2020

Por Daniel Muchnik

Con el visto bueno de Alberto Fernández para liberar a los presos procesados sin sentencia (cerca de 1.600 personas) la voz más autorizada en el poder viene a sumarse al coro de los que claman por la prisión domiciliaria. Es igual que nada. No hay el más mínimo control sobre aquellos que gocen de la salida. Todos, justa o injustamente, están subidos a una nube de incertidumbre para la sociedad en su conjunto.

Por supuesto: es el pretexto que necesitaba el cristinismo para liberar a los funcionarios encarcelados por la corrupción y borrar los juicios que llovieron sobre ellos. Una marea que beneficia a Cristina Fernández y a sus hijos y a sus socios cercanos.

Ya se sabía desde hace años que la infraestructura carcelaria era primitiva, precaria e insuficiente. Un castigo en medio de un infierno promiscuo e inhumano. Y que el 50% o 60% de los detenidos lo estaban sin sentencia firme. En definitiva, el subdesarrollo en su máxima expresión. La cárcel en Argentina también ejerce de modelo de la ciertamente nociva reeducación para que la gente joven se perfeccione en el delito, por las enseñanzas de los expertos mayores.

El que quiera profundizar sobre la cuestión puede recorrer en videos el sistema carcelario en el Hemisferio Norte. En Austria o en el mundo báltico los sitios de encierro se asemejan a un country con mucho verde en Argentina. Porque la cárcel, para ellos, no es una sentencia de muerte sino un lugar para aprender a vivir, producir, asumirse, y pagar las culpas por romper el lazo social . Una diferencia extrema de nuestro sistema carcelario. No se conocen excepciones.

Pero de allí a dejar a los liberados el poder de transitar, sin vigilancia, sin elementos electrónicos de control hay un largo paso. No habrá sentencias pero innumerables son violadores, psicópatas, delincuentes de poca monta o grandes ladrones de bienes ajenos, estafadores, falsificadores y gente peligrosa.

No se puede negar que puede haber inocentes. A los cuales no les ha llegado la hora de la condena por negligencia, atraso deliberado o ceguera de la Justicia, más la habilidad “negra” de ciertos abogados.

Este asunto viene a darle impulso a un pensamiento ligado a la confabulación. Este plan de “libertad” formaría parte de un combo donde participan el default, el escape del Mercosur y el alineamiento en el Grupo de Puebla, todo lo cual recrea la idea de otra Venezuela en el continente. Es manejado por cierta oposición.

En el Gobierno de Fernández hay funcionarios o amigos en la Casa Rosada que le dan aire al miedo colectivo por la solicitud expresa de la puesta en libertad mientras se convive en medio de la pandemia y la incertidumbre.

Las informaciones detallan que hay una Comisión de la Memoria que llama a los detenidos “compañeros que merecen la libertad”. Uno de los titulares de esa Comisión es el Premio Nobel, Adolfo Pérez Esquivel. Y, además, hay que agregar una Asociación de Familiares de Detenidos de Cárceles Federales (ADAF). En la partida también participan algunos jueces que desean el olvido para los que están detrás de las rejas.

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