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La corrupción, la mezquindad y el coronavirus

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09 abril de 2020

Por Sandra Choroszczucha Politóloga y Profesora (UBA)

Estamos acostumbrados, tal vez resignados, a que en Argentina la corrupción existe como parte de nuestras vidas cotidianas, y que así viviremos eternamente. La corrupción atravesó prácticamente toda la historia política de nuestro país, y la impunidad la fortaleció y la alentó hasta límites inimaginables. Así, expresiones como “robó, pero hizo” pasaron a formar parte de nuestro libro de frases mediocres, para que los mismos gobernantes que cometieron ilícitos sean elegidos una y otra vez y no vayan a prisión, o para que funcionarios públicos corruptos ingresen a un penal con tratos preferenciales y luego salgan con tobilleras a seguir sus vidas desde sus lujosos hogares.

Si no hubiésemos sufrido el flagelo de la corrupción, si la Justicia no hubiese operado tantas veces con el poder político de turno, seguramente nuestros impuestos hubiesen sido destinados a educación de calidad, infraestructura de calidad y salud de calidad. Pero esto no ocurrió y muchas escuelas cuentan con una infraestructura arruinada y muchos niños estudian en condiciones infra humanas; nuestras rutas y caminos que no terminan nunca de ponerse en forma continúan arrojando miles de muertes anuales y nuestra salud pública nos muestra hace años que escasean los insumos más básicos, que no se puede responder a la atención inmediata y necesaria que requiere la gente que se enferma, y que el mismo personal médico trabaja en condiciones deplorables. 

Mientras tanto, nos acostumbramos a que así se vive en Argentina, y que algunos “vivos”, como dice el Presidente, de cualquier color político o de cualquier actividad mega empresaria, se aprovechan y disfrutan de ese dinero extra que con tanta frecuencia los beneficia, y que no permite una vida más digna y placentera para los “bobos”. 

Hoy estamos como estamos, enfrentándonos a un sistema de salud público más que precario, sufriendo porque un virus muy contagioso que puede ser letal para cierta población de riesgo, corre más rápido que la capacidad de nuestros gobernantes para equipar en tiempo y forma un sistema sanitario postergado por décadas.

Cuando el presidente Alberto Fernández decretó el aislamiento obligatorio y luego la prórroga de éste, nos comunicó aquello que todos queríamos escuchar, que quedarnos en nuestras casas, no solo implicaría cuidarnos y cuidar a los demás, sino que ese tiempo de aislamiento total, implicaría ganar tiempo para equipar como corresponde nuestro sistema de salud. En un punto todos fantaseamos que durante este tiempo se comprarían insumos, se fabricarían insumos, se volverían a inaugurar centros de salud que se inauguraron pero nunca abrieron sus puertas, se comprarían y fabricarían infinidad de tests para la detección del coronavirus, para que los portadores del virus no tengan contacto con los no portadores y se eviten mayores contagios. Creímos que todo esto iba a pasar, pero parece que debemos seguir creyendo que en algún momento más lejano va a pasar.

Así que, mientras se debate si se continuará con el aislamiento extremo a partir del lunes 13 de abril, debemos seguir esperando el dichoso equipamiento médico, y que muchísima gente que se está empobreciendo a niveles fatales, resista también. Los “bobos” podemos bancar mucho más que los “vivos”, así que vamos a poder.

Dos buenos gestos y una medida muy eficaz fue otorgarle recientemente US$ 3.133.456,40 al Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez, dinero que fue incautado de los bolsos que José López lanzó desfachatadamente por los muros de un convento. La semana pasada también fueron destinados para el Hospital de Niños Juan Pedro Garrahan, la suma de $ 1.275.700 y US$ 1.988.139 para la compra de insumos varios. 

Por su parte, el Presidente anunció que no bajará los sueldos de sus funcionarios para ayudar en la emergencia sanitaria. "No seamos hipócritas, no seamos demagogos y ganemos nuestro sueldo como corresponde, no buscando títulos de los diarios”, fueron las palabras del Presidente para expresar su repudio a la baja de los salarios que se reclama por parte de la sociedad, que no se reclama solo a sus funcionarios como él destaca, sino a todo el arco político en general.

Vale decir, que la mayoría de los diputados nacionales forman parte de la oposición al Gobierno, gran cantidad de senadores también, y el Gobierno y la Legislatura porteños cuentan con personal en su mayoría también opositores al partido de gobierno, y todos cederían un porcentaje de su sueldo, si el Presidente asumiera esta medida de donar parte de los ingresos de la dirigencia política para darle batalla a nuestro “enemigo silencioso”.

Pero el Presidente se niega rotundamente, una verdadera pena, tal vez hubiese sumado un nuevo buen gesto, y de paso le daba una linda lección a los “miserables” megaempresarios, para demostrarles como las intenciones de ayudar, les cabe para todas aquellas personas que cuentan con buenos ingresos, que cobran sin excepción alguna, cada primero de mes, y que hoy pueden ayudar a los “bobos” de siempre, que ya desde el mes de abril no están pudiendo afrontar sus gastos más básicos.

No tengo la menor idea de si el coronavirus vino a develar una guerra bacteriológica, pero de aquello que no me cabe ninguna duda es que vino a develar que la corrupción y la mezquindad también pueden dañar vidas humanas.

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