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El manejo de daños exige coordinación internacional

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Héctor Rubini 13 abril de 2020

Por Héctor Rubini  Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

La crisis actual muestra varias peligrosas semejanzas con la Gran Depresión, la deflación japonesa hasta 2008 y la Gran Recesión poscrisis subprime. Esta vez el origen no es la corrección de valuaciones de activos insostenibles. Opera ahora un doble shock de oferta y de demanda sin antecedentes recientes.

Por el lado de la oferta, millones de personas no trabajan por estar afectadas por el virus (e incluso haber fallecido), no pueden ir a su puesto de trabajo habitual y/o su productividad se ha desplomado debido a decisiones de los gobiernos (distanciamiento social) para frenar el contagio de un virus contra el cual no se dispone por ahora de vacuna alguna. Por el lado de la demanda, la caída de clientes por el virus, las reacciones de los gobiernos y la cautela del propio público torna inevitable la caída de clientes y de la demanda de bienes y servicios.

El efecto impacto sobre el comercio interno de China y las cadenas de suministro hacia y desde el exterior afectaron a sus clientes y proveedores, pero luego las sucesivas cuarentenas en línea con las descoordinadas respuestas del resto de los gobiernos, está paralizando todas las cadenas de suministro y productivas de no menos de 120-150 países.

La situación se complica seriamente en cuestión de semanas para los países que tienen una alta concentración de importaciones y exportaciones clave en pocos socios comerciales. Tanto estos (mayoritariamente países emergentes), como los que han crecido con fuerte vínculo con el boom de inversiones reales y financieras, y al crecimiento industrial y tecnológico de la República Popular China (mayoritariamente países desarrollados) enfrentan un horizonte de destrucción de empresas, vacantes laborales permanentes y la demanda de servicios de cuentapropistas formales e informales.

Los paliativos bajo la forma de subsidios de desempleo y ayudas parciales para aminorar la velocidad de caída se irán generalizando. El fondeo, en última instancia, proviene inevitablemente de la emisión de deuda y dinero. La primera cuenta todavía con cierta viabilidad. Los principales demandantes de estos papeles no se han visto afectados por esta pandemia. Sus eventuales clientes seguirán siendo empresas financieras y no financieras e individuos con elevados niveles de liquidez. La segunda, depende del comportamiento de las expectativas, de la estructura vencimientos de deuda a pagar, y del acceso o no a fuentes de ingresos que permitan compensar quebrantos por destrucción de ingresos y del valor de activos financieros y no financieros.

Algunos economistas del FMI están proponiendo medidas para preservar la liquidez y la solvencia de consumidores, y empresas financieras y no financieras. Brevemente, en el blog “Dialogando A Fondo” del FMI, los economistas Giovanni Dell'Ariccia, Paolo Mauro, Antonio Spilimbergo y Jeromín Zettelmeyer propusieron días atrás las siguientes alternativas.

Para las familias. Suspender pagos de deudas hipotecarias y de créditos a estudiantes, diferir pagos de impuestos y de contribuciones a la seguridad social, acceder a transferencias (no préstamos) de efectivo, vales de alimentación para estudiantes que viven lejos de sus escuelas y seguros de desempleo.

Para las empresas no financieras. Alargar plazos hasta el vencimiento de sus deudas, diferir pagos de impuestos y de contribuciones a la seguridad social, compras por parte del Estado de obligaciones privadas y otros papeles comerciales, acceso a créditos directos y garantías de los bancos centrales u otros intermediarios financieros estatales, inyecciones de capital por parte del Estado, subsidios para mantener el empleo, transferencias a pymes basados en ventas pasadas.

Para empresas financieras. Provisión de liquidez, aplicación de políticas para mantener la liquidez del mercado financiero, acceso a inyecciones de capital del Estado y de garantías estatales. En todos los casos las medidas para preservar la solvencia de familias y empresas incluyen transferencias, dispensas de pago y bienes y servicios no reintegrables.

Un resumen no exhaustivo, pero claramente focalizado en evitar que la economía mundial desbarranque hacia un escenario de pobreza generalizada e inevitablemente conflictivo. Dado el carácter general de esta pandemia y su mecánica de transmisión (favorecida por los transportes aéreos y marítimos), el éxito de estas medidas requiere un mínimo de coordinación internacional vía mecanismos de intercambio de información y solidaridad real, no meramente retórica. La salida de esta crisis exige cualquier cosa menos la autarquía o el autismo.

En el caso particular de las cuarentenas, sus flexibilizaciones no van a ser totales al menos hasta que se cuente con la vacuna hoy inexistente. Y una vez disponible, que sea accesible a precios razonables, que no sea un producto sometido a los ya conocidos abusos de precios y abastecimiento como los que se registran con el alcohol, los barbijos y otros insumos para prevenir el contagio de este nuevo virus.

Minimizar los costos de la crisis exige programas integrales de cooperación público-privada siguiendo rigurosos análisis de costos y beneficios, no prejuicios ideológicos o de otro tipo. Si los gobiernos lo entienden o no es algo que va a quedar bien en evidencia en los próximos meses. Claramente, los países que logren antes que otros controlar la pandemia, y luego vacunar a toda la población contra este nuevo virus, serán los que más rápido lograrán liberar sus economías de las restricciones a la movilidad de personas y de bienes y servicios. Quienes no, enfrentarán penurias todavía inciertas, no sólo en materia sanitaria y económica, sino de administración interna de los futuros conflictos sociales.

Esto exigirá, más que nunca, transparencia informativa, honestidad y sinceridad de los funcionarios públicos. Más profesionalidad y objetividad, y menos apuestas en base a frases hechas, como lo han intentado algunos jefes de gobierno que enfrentan situaciones difíciles de controlar.

Si algo ha quedado más que claro en lo que va de este año, es que ningún gobierno por sí solo puede liderar el camino hacia el fin de esta pandemia, sea el de China, el de Estados Unidos, el de Reino Unido, el de Alemania, o cualquier otro. Exigirá paciencia, profesionalidad y una dosis de realismo y coordinación internacional, que hasta ahora sigue siendo la gran ausente en esta gran crisis mundial que recién está en sus inicios.

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