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El fantasma de la doble D

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Alejandro Radonjic 24 abril de 2020

Por Alejandro Radonjic

La caída de la actividad económica de las últimas semanas es brusca e intensa. No estamos ante una recesión suave, paulatina ni anticipada. La economía se infartó por el shock. Eso se sumó a una economía ya recesiva después de que “pasaron cosas” allá por?2018. Ya viene castigado el lomo. Son 3 años de sinsabores (más, en realidad).

La medicina aplicada para contener el enfermo tiene beneficios, pero también conlleva costos. Como con el coronoavirus, no hay una simple vacuna. El “aislamiento obligatorio” hace menos empinada la curva de Covid-19, sí, pero desploma la oferta agregada que, luego, trastorna la demanda y genera un círculo vicioso. Cuanto más se alarga, mayor el impacto. Las proyecciones de un pico de contagios en mayo o junio no auguran un levantamiento general en el corto plazo.

Otro ejemplo: el bombazo monetario puede ayudar a financiar el programa ATP y pagar salarios en empresas que no facturan, pero también puede descolocar las variables nominales. Los primeros efectos ya se están sintiendo en los dólares, tanto los paralelos (MEP y CCL, que ayer cerraron arriba de $110) como en el informal, más entonado, en la zona de $115-120. Es inevitable que eso se “filtre” en la inflación, más allá de que el dólar de referencia sea el anestesiado mayorista en $66,32.

Por eso, Miguel Angel Pesce prendió la aspiradora de pesos. Pero eso, también, seca la plaza y las desmonetiza. Nota al pie: nunca es fácil hacer política económica en Argentina y muchísimo menos por éstos días.

Una inflación en potencial ascenso supone una caída más importante del ingreso real, ya sin expectativa alguna de crecer en 2020. Pero, aun si eso no ocurriera (y esperemos que así no sea), ya está cayendo el salario nominal. Un informe de CEPA, difundido ayer, señala que 297.063 trabajadores vieron perjudicados sus bolsillos por la parálisis de la economía: 3.070 trabajadores se vieron afectados por un atraso de pago de salarios, 8.480 sufrieron suspensiones con reducción salarial, 54.030 cobraron menos y 231.483 personas llegaron a un acuerdo patronal o con el gremio para tener una reducción salarial.

En el mundo informal, la situación es peor y el Ingreso Familiar de Emergencia (IFE) de $10.000 es tan correcto como insuficiente.

Eso configura el primer fantasma de la D: un desplome de la economía, golpeada por la oferta y la demanda, que conduzca a una depresión. Una caída violenta del PIB, superior a 10%. En 2002, la caída fue de 10,9%. Las caídas de los últimos años, para poner un parámetro, fueron de 2-3%. Claro que se podrá recuperar, como dice el Presidente (lamentablemente, tenemos demasiados ejemplos), pero cuanto más caiga y más tejido productivo y patrimonial se destruya, más tardará la recuperación. Las perspectivas de una recuperación en “V” deberán ser revisadas y sería muy ingenuo apostar a eso.

Sobre todo eso se monta el segundo fantasma, que podría agravar el primero: el default. La posibilidad de ingresar en otro default son crecientes. Es más, según el Gobierno ya estamos ahí. En parte, es cierto y ya se “reperfiló” todo lo que se podía y no está bajo el campo de acción del Thomas Griesa de turno. Aún queda el veredicto de la deuda bajo Ley Extranjera. Martín Guzmán puso el 8 de mayo como fecha límite y ya mostró los dientes: el miércoles pasado, no pagó los intereses de los Globales por US$ 503 millones. En rigor, tiene tiempo hasta el 22 de mayo. La sensación del mercado es que no habrá arreglo el 8 ni pago el 22. Por eso, el riesgo país escaló 5,5% ayer y cruzó los 4.000 puntos. Hay tiempo y no hay nada escrito sobre piedra, pero el “outlook” no es tan alentador. Un default complicaría todo aún más.

Es necesario evitar que no se empine a curve de contagios y es menester, también, reestructurar los pasivos del Estado hacia un nivel sostenible, pero también es necesario evitar que se conjuguen las dos D y la crisis económica se potencie hasta niveles peligrosos.

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