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Sin cepo, el coronavirus sería letal

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13 marzo de 2020

Por Sergio Chouza Economista UBA y UNDAV

El precio del petróleo WTI cayó casi 40% en un mes. Los futuros de soja bajaron 35% en igual período. Brasil devaluó su moneda 8% desde inicios de febrero, y el peso mejicano perdió 15% en relación a la moneda estadounidense. El escenario global es crítico. La magnitud de este desplome es equivalente al crash de 1987. En una semana el S&P 500 se apagó dos veces por desplomes que superaron el 7%.

Uno de los aspectos más críticos es que no se vislumbran señales de recuperación a corto plazo. Esto no es la explosión de una burbuja financiera. Es la conjunción de una crisis de salud a escala global, con un conflicto geopolítico de proporciones entre los países de la OPEP. Podemos también discutir cuantos fundamentos había para una corrección endógena del rally alcista de los últimos meses en los principales índices de Estados Unidos. En cualquier caso, eso apoya al argumento.

A nuestro país esto le llega en un momento “inapropiado”. Huelga decir que afrontamos uno de los desafíos más complejos en décadas: la renegociación de una deuda monumental, que marcará las posibilidades de recuperar el crecimiento a mediano plazo o nos sumirá en una crisis de mayor magnitud y extensión.

Jugar hipótesis sobre el impacto del colapso financiero internacional en las negociaciones de la deuda es precipitado. Parece haber una tensión entre dos fuerzas equivalentes. Por un lado, el aspecto “positivo” de que caigan más las paridades de los bonos argentinos, vuelve más tentadora la propuesta de quita en valor presente neto. En contraposición, el factor “negativo” sería que se sobregire la caída en los bonos y terminen comprando acreedores poco colaborativos. La estructura financiera de la mayoría de los instrumentos a renegociar cuenta con cláusulas de acción colectiva cabales, que facilitan el bloqueo de tenedores “litigantes crónicos”. Teniendo en cuenta esto último, el escenario no parece similar al de 2015. No obstante, una alta volatilidad puede ser contraproducente para tener un parámetro estable con el cual negociar.

La respuesta de la política pública ante todo este escenario no es inocua. La administración del tipo de cambio, tan vilipendiada entre grandes pensadores económicos que fracasaron cuando fueron Gobierno, viene siendo el nombre del juego. El cepo llegó para quedarse, no por una idolatría ideológica sino como un mal necesario. No hace falta lucubrar complejos modelos para pensar el contrafactico de impacto de la crisis financiera en un esquema macroeconómico desregulado. La experiencia reciente ante shocks externos de mucha menor magnitud, muestra que variables como el valor del dólar moviéndose sin intervención del BCRA pueden configurar una dinámica incompatible con una economía sana. Para poner en claro: no solo es contraproducente una trayectoria alcista acelerada del dólar, sino también la alta volatilidad propia de la exposición a un mundo financiero convulsionado

No solo en el plano cambiario la regulación es la estrategia más inteligente. Venimos de una crisis de balanza de pagos monumental, que solo se moderó cuando la moneda perdió la mitad de su valor en 20 meses. La liberalización de la cuenta de capitales estuvo íntimamente ligada a este fenómeno. La formación de activos externos consolidó la friolera de US$ 88.000 millones en cuatro años. Siquiera pensar la posibilidad de volver a un esquema de esa índole es absurdo. Es imposible desvicular la crisis de la deuda con la irresponsabilidad de hacer la vista gorda ante la fuga de capitales. Va a costar mucho tiempo dar vuelta las consecuencias de la desregulación naif de la administración pasada.

Somos un país de frontera en el plano financiero y con una profundidad de nuestro mercado de capitales semejante a un vaso de agua. Entender eso, implica aceptar que la participación activa de la política pública para mitigar movimientos disruptivos, es fundamental. Tener una mirada pragmática sobre los cursos de acción más efectivos, es el primer paso para evitar los errores que nos trayeron a este desastre macroeconómico. Sin regulación, sin cepo, el cisne negro del coronavirus sería letal.

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