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Elecciones en Israel: la tercera es la vencida

Netanyahu
Netanyahu
02 marzo de 2020

Por Nicolás Luna Politólogo @SoyNicoLuna

Luego de tres elecciones en menos de 12 meses parece que el Estado de Israel finalmente tiene las condiciones para volver a tener gobierno. En un año que estuvo marcado por campañas sucesivas, el procesamiento del Primer Ministro y el sorpresivo brote del coronavirus pocos creían que el fin de esta temporada política estuviera cerca.

Israel es la democracia más grande de Medio Oriente con más de 6 millones de ciudadanos habilitados para votar. Lo que hace particular al sistema israelí es su sistema parlamentario en el que los ciudadanos no eligen directamente al Jefe de Gobierno, sino que este es elegido por acuerdo entre los miembros del Parlamento: la Knesset.

La Knesset cuenta con 120 bancas y para poder formar gobierno es necesaria una mayoría simple, es decir, 61 miembros de la cámara deben acordar en brindar su apoyo a un líder para que este se vuelva Primer Ministro. No suena difícil, pero las características de la sociedad israelí han generado clivajes que dificultan muchísimo lograr consensos. Las tensiones entre la población secular y la religiosa, el espectro izquierda-derecha y las relaciones con poblaciones árabes son solo algunos de los avatares que los partidos tienen que sortear a la hora de entrar al Congreso.

El punto de partida

Para explicar bien que es lo que sucede hoy en Israel es necesario que volvamos a abril del 2019 cuando el proceso recién comenzaba. Luego de distintos golpes que el Gobierno del Primer Ministro Benjamín Netanyahu había sufrido, este resolvió adelantar las elecciones. El momento fue percibido para muchos como una oportunidad para desplazar al líder del Likud de la Jefatura de Gobierno. En este contexto es que surge la figura de Benny Gantz, un excomandante en Jefe de las Fuerzas de Defensa de Israel, como el favorito a ocupar el Primer Magisterio.

Gantz se mostraba como una figura de centro izquierda en materia económica y duro en términos de defensa, con experiencia probada en el conflicto palestino-israelí. Por un momento pareció que Netanyahu tenía los días contados como Primer Ministro y con los resultados provisorios de las elecciones algunos ya especulaban con un nuevo tiempo en la política de Israel. Sin embargo, el esfuerzo no alcanzó y los partidos de ambos alcanzaron un empate en la Knesset con 35 bancas cada uno. El difícil contexto en el que Netanyahu había decidido convocar a elecciones volvió imposible cualquier forma de acuerdo entre los partidos y, ante esa imposibilidad, los diputados recientemente electos resolvieron disolver la Knesset y volver a llamar a elecciones para septiembre del mismo año.

Las elecciones de septiembre llegaron y pasaron sin grandes novedades. Aunque Gantz obtuvo una pequeña ventaja sobre Netanyahu, nuevamente las grietas que atraviesan a la sociedad israelí fueron demasiado como para poder formar un gobierno. Así, con una clara frustración y una clara negativa para el consenso (los dos primeros partidos contaban con bancas de sobra para formar una coalición entre ellos y sin socios menores) fueron convocadas las elecciones de ayer.

En el interín, el Primer Ministro en funciones, Netanyahu fue procesado en tres causas de corrupción donde es acusado de recibir sobornos y utilizar su posición para favorecer a medios amigos. El panorama no se veía nada bien para el mandatario que más tiempo había ocupado la Jefatura de Gobierno.

Una caja llena de sorpresas

Ahora, con los comicios cerrados y los primeros resultados circulando nos encontramos con un escenario que pocos creían posible. Las semanas previas a la elección la mayoría de los expertos habían pronosticado una fuerte apatía en la sociedad israelí que se traduciría en una baja asistencia a las urnas. Eso, sumado a la aparición de infecciones de coronavirus, debería bastar para que estas elecciones fueran un rotundo fracaso. Sin embargo, contra todo pronóstico estas elecciones han tenido la participación más alta desde 1999 cuando el laborista Ehud Barak derrotó a Netanyahu con la promesa de retirar las tropas del sur del Líbano. No sólo eso, sino que también Netanyahu logró lo que muchos creían imposible y ha superado en cantidad de bancas a Benny Gantz.

Al momento de escribir esta columna (todavía falta el recuento definitivo), Netanyahu es el ganador indiscutido de estas elecciones con 37 bancas seguido por el partido de Benny Gantz, con 32. Los próximos días serán interesantes ya que se llevarán a cabo las negociaciones para la formación de gobierno y los partidos que no han logrado una mayoría sustancial se vuelven clave para los grandes jugadores en tanto les permitirán alcanzar las 61 bancas necesarias.

Los dos partidos religiosos tradicionales Shas y Judaísmo Unido de la Torá (UTJ) han tenido buenos resultados y han sido una parte fundamental de gobiernos anteriores de Netanyahu. Yamina, un partido a la derecha de Netanyahu y ligado al sionismo religioso tuvo una elección suficiente y seguramente cooperará con el mítico líder.

De esta forma Netanyahu cuenta con 60 escaños y solo necesita uno más para ser elegido Primer Ministro. Un actor clave en este juego será Avigdor Lieberman, líder de Yisrael Beytenu -ex Likud- que se ha distanciado de Netanyahu para impulsar una plataforma a favor de las comunidades emigradas recientemente de la antigua Unión Soviética y de carácter más secular.

No es menor destacar la gran elección que ha logrado la Lista Unida, una formación que agrupa distintos sectores dentro de la comunidad árabe que va desde los más laicos a sectores religiosos. Luego de una desastrosa elección en abril de 2019 donde estos grupos fueron divididos en dos listas, hoy han sido quienes más se han beneficiado de las segundas oportunidades y son la tercera formación más votada cosechando 14 bancas propias.

Las próximas semanas serán alborotadas ya que los partidos que acuerden formar gobierno tendrán negociaciones sobre la repartición de ministerios y aquellos partidos que sean más necesarios para llegar a las 61 bancas tendrán un peso más importante que el resto. Parece que se termina este impase de 11 meses que ha tenido a Israel en vilo. Nadie quiere cargar con la responsabilidad de arrastrar a toda la población a una cuarta elección, aunque tampoco existen grandes certezas sobre que esa alternativa haya quedado del todo descartada. Lo que probablemente afecte estas negociaciones sea el desarrollo de las causas que hoy enfrente Netanyahu y su voluntad de permanecer en el poder (y la de sus socios de mantenerlo) independientemente de las mismas.

La única certeza que tenemos es acerca de la fortaleza de la democracia israelí. Cuando menos se apostaba a ella como una herramienta para solucionar problemas ha terminado dando resultados sorprendentes.

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