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El Gobierno tiene poco espacio para estimular la economía, y debe usarlo bien

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21 marzo de 2020

Por Iván Baumann Fonay Ex-Director Nacional de Política Macroeconómica

La pandemia del coronavirus SARS-CoV-2 está impactando en la actividad económica a nivel mundial, y recién estamos comenzando a conocer el alcance de su caída. El virus ha golpeado a la fuerza laboral, el transporte, las cadenas globales de valor, las líneas productivas, las cadenas de pagos y por supuesto, los sistemas de salud.

Los gobiernos de todo el mundo están tomando medidas para intentar aliviar estos efectos. En primer lugar, muchos bancos centrales han reducido sus tasas de interés de referencia, retomado las compras de activos financieros y ofrecido líneas de liquidez adicionales. Dada la magnitud del impacto del virus, en los últimos días los países han recurrido también a la política fiscal. España, el Reino Unido, Francia, Italia y Estados Unidos han anunciado medidas por hasta veinte puntos del PIB.

Tras el anuncio de la cuarentena obligatoria en Argentina, es evidente que el impacto en el país será considerable. Teniendo en cuenta el ejemplo de las economías avanzadas, parecería tentador emular sus acciones para apaliar la situación local. No obstante, dados los sesgos de las políticas fiscal y monetaria, esto puede tener un efecto reducido.

La estrategia actual de una expansión agresiva presenta, al menos, dos grandes problemas. En primer lugar, tanto la política fiscal como la monetaria ya habían sido fuertemente expansivas desde diciembre. El gasto público estaba creciendo diez puntos por encima de los ingresos fiscales (en contraste con los años anteriores), mientras que el BCRA había estado emitiendo casi $500.000 millones tanto para cubrir el déficit fiscal como para que el Tesoro afronte pagos de deuda en pesos.

El segundo problema, y relacionado con esto, es el problema de cómo financiar el impulso. En el mejor de los casos la economía argentina se encuentra en un equilibrio inestable, donde una gran emisión de pesos podría desestabilizarla fuertemente, disparando el tipo de cambio, los precios y hundiendo aún más la actividad.

En las economías avanzadas, las tasas de interés de referencia se encontraban, en general, cerca de sus mínimos históricos, que ahora han alcanzado con las últimas medidas. Por lo tanto, se encontraban con poco margen para expandir. En cambio, como la situación fiscal se había consolidado bastante desde la última crisis financiera internacional, los países europeos sí tenían espacio para impulsar la economía desde el gasto público, algo con lo que Argentina no cuenta.

Aquí, la política monetaria local ya era expansiva, tanto por la fuerte baja en la tasa de interés como en la enorme emisión de pesos para financiar al Tesoro. En el marco fiscal, se venía arrastrando un déficit durante una década y además se abandonó el proceso de consolidación que había costado tanto conseguir. Por ello, el margen de impulsar la economía es muy escaso y es difícil que estos impulsos no se licúen, especialmente si ambos son financiados con emisión monetaria.

¿Qué hacer?

Resulta evidente entonces que las herramientas para generar algún impacto real son limitadas, y que todo exceso en la emisión monetaria se disolvería en mayor inflación, golpeando así el único hito económico de estos meses, la desaceleración del aumento de precios. Conviene entonces preguntarse, ¿qué sector es el más afectado? ¿De qué herramientas o políticas dispongo? ¿Qué sé que funciona?

Para empezar, es necesario tener un buen diagnóstico del problema. Aquí al igual que en el resto del mundo, el mayor impacto sobre la actividad económica recae sobre la cadena de pagos. Debido al aislamiento social, miles de empresas dejarán de facturar, al tiempo que deberán seguir cubriendo sus costos fijos, en particular salarios, proveedores, servicios, alquileres e impuestos. Muchos rubros se verán fuertemente afectados al no poder abrir, como la hotelería, la gastronomía, el transporte de pasajeros y los pequeños comercios en general. Por otro lado, también verán caer fuertemente sus ingresos los cuentapropistas y los trabajadores informales.

Fundamentalmente, éste es un shock de oferta y no tanto de demanda. La producción cae porque los comercios cierran y los trabajadores no pueden concurrir a sus espacios laborales. En este sentido, inyectar pesos indiscriminadamente no sólo es inocuo sino que hasta puede llegar a ser contraproducente, por las razones esgrimidas anteriormente. Las medidas para impulsar la demanda no provocarán mucho impacto si no tienen efecto sobre la producción. No se entiende tampoco cómo el mayor presupuesto en obra pública ayudará en tiempos de aislamiento social si los trabajadores no pueden concurrir al lugar de construcción.

Por ello, debe ponerse el foco en la cadena de pagos. Una de las pocas medidas anunciadas que ataca el problema de lleno es la ampliación del programa Repro, para ayudar a las empresas a pagar los salarios. El BCRA también anunció una línea de crédito a tasa subsidiada para Pymes. Faltan otras medidas para ayudar a cubrir el déficit de caja de las empresas y cuentapropistas, para financiar el pago de servicios, alquileres e impuestos, cuyo acreedor es el Estado. Es cierto que esto requiere recursos fiscales, por lo cual sería conveniente redirigir los fondos anunciados a evitar el quiebre de la cadena de pagos.

La pandemia del coronavirus presentará un desafío sobre la economía mundial nunca antes visto. El Gobierno parte de una posición débil para enfrentarlo, con pocas balas para gastar. Es imperativo que las use bien.

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