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El coronavirus y la tentación autoritaria

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30 marzo de 2020

Por Augusto Salvatto Politólogo (UCA)

Hacia fines de la década de 1980, América Latina se encontraba sumida en plena efervescencia de la primavera democrática. En tan solo una década casi todos los países de la región habían realizado transiciones hacia la democracia, y eso se reflejaba incluso en la academia, donde la literatura que abordaba las transiciones hacia la democracia, y todo lo referido a la tercera ola de democratización inundaban las revistas, congresos y seminarios.

Pero los grandes pensadores son aquellos que logran mirar lo que el resto decide deliberadamente ignorar. En 1991, el politólogo francés Alain Rouquié, quizás uno de los mejores intérpretes a nivel global de la política latinoamericana, publicaba un pequeño libro de tan solo 200 páginas titulado "La Tentación Autoritaria". En ese rejunte de ensayos, Rouquié abordó las causas profundas del autoritarismo que azotó durante casi todo el siglo XX a América Latina.

Con la política en stand by, el coronavirus pone de manifiesto una vez más la tentación autoritaria presente en la sociedad argentina

Y sus conclusiones fueron tajantes. La historia no es lineal, y así como la democracia estaba gozando de sus mejores años en la región, todo podía cambiar con rapidez, especialmente ante la aparición de nuevas amenazas.

La política en stand by

La crisis global derivada de la pandemia de Covid-19 ha puesto en jaque a los gobiernos de todo el planeta, sin discriminar latitudes ni tamaño del PIB. Las respuestas ?en su mayoría improvisadas? de la clase dirigente han sido diversas alrededor del globo.

En Argentina, prácticamente todo el país se ha unido frente a un “enemigo invisible”, y el Gobierno goza de algo que nunca hubiera imaginado hace unos meses: consenso político, apoyo del periodismo y una alta aceptación social. Como si esto fuera poco, de acuerdo con una encuesta realizada por Gallup, el 61% de los argentinos cedería derechos para ayudar a que no se propague la pandemia.

Mientras tanto, la política ha quedado en una especie de stand by. El país continua carente de plan económico y la situación de la deuda no solo no se ha resuelto, sino que ha empeorado considerablemente a raíz de las ya conocidas circunstancias externas. La inviabilidad de la provincia de Buenos Aires, más expuesta que nunca ante el riesgo de la pandemia, parecería ser un dato menor, y cuestiones de vital importancia como el régimen de promoción de la industria del conocimiento continúan suspendidos desde fines de diciembre.

Sin embargo, las rápidas, firmes y acertadas medidas en materia sanitaria han llevado a un endiosamiento periodístico y una sobreexposición de la figura presidencial. Cuestionar las decisiones políticas del Gobierno, como el bajo número de testeos por habitante en comparación con países como Chile y Uruguay, se ha vuelto casi un ataque a la Patria.

El coronavirus y la tentación autoritaria

Las situaciones excepcionales requieren medidas excepcionales. Es cierto. Pero también requieren relatos y narrativas que convenzan a la sociedad de realizar dichos esfuerzos. Y por si los enemigos invisibles no alcanzaban, también se han creado enemigos visibles: primero los que por su situación socioeconómica pueden acceder a realizar viajes al exterior y, luego, aquellos que salen de su casa en plena cuarentena obligatoria. El tratamiento de los medios y de la sociedad en general sobre estos casos es primero acusatorio y luego, tan solo en algunos casos, investigativo.

Ese estado policial y acusatorio al que ha llegado, producto de un miedo más que justificado, la sociedad argentina, puede aceparse en una circunstancia excepcional como la que estamos viviendo. Pero los peligros de que esto sea legitimado son grandes.

Y es que, siguiendo el pensamiento del ya citado Rouquié, el autoritarismo político descansa en un autoritarismo social que pone en riesgo las bases mismas de la democracia. Las acusaciones y escraches entre vecinos con la complicidad de la clase dirigente atentan contra los valores sociales y comunitarios necesarios para la existencia de democracias.

El sistema representativo en su conjunto, de hecho, no es la forma natural de tomar decisiones en momentos de fuertes crisis. Los liderazgos fuertes tienden a dar mejores resultados en el corto plazo y mostrar mayor entereza frente a enemigos externos (visibles o invisibles). Pero al mismo tiempo atentan contra la existencia de un Estado de Derecho que garantice la libertad de los ciudadanos.

El miedo es una de las principales fuerzas legitimadoras de la tentación autoritaria, no solamente político, sino ?y lo que es más preocupante- social. Que el coronavirus no nos tape el bosque. Mirar hacia donde la mayoría prefiere ignorar es una elección, pero también un compromiso con la realidad que analizamos.

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