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El coronavirus y la enfermedad holandesa

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10 marzo de 2020

Por Pablo Mira Docente e Investigador de la UBA

El precio del petróleo se viene desplomando en el mundo en las últimas semanas a una velocidad inusitada. La variante West Texas Intermediate (WTI) registró una baja de 23% y se sitúa en US$ 31 por barril. El crudo tipo Brent, de mayor calidad, cayó 29% y hoy vale alrededor de US$ 35 por barril, el precio más bajo desde 2016. Se espera además que esta tendencia continúe, porque los precios de los futuros son más bajos aún, para ambas especies.

El inicio de la caída de precios se produjo como consecuencia de la caída de la demanda de crudo como consecuencia de la detención de algunas actividades productivas, en particular de los servicios de transporte. La razón, como ya todos sabemos, es el temor al coronavirus. A esto se suma un componente muy importante del lado de la oferta. La OPEP, una organización destinada a coordinar el abastecimiento de petróleo para evitar justamente estos movimientos bruscos en los precios del crudo, no logró ponerse de acuerdo en reducir la producción. Ese exceso de oferta podría disparar, al menos transitoriamente, una competencia entre los países miembros para sostener sus ingresos. Para Argentina, se podría pensar que en lo inmediato una baja del precio del crudo significaría un alivio fiscal y externo.

Pero examinando el asunto más de cerca, ninguno de estos beneficios podría ser de magnitud. La baja del precio del petróleo solo afecta a los subsidios si se produce una baja del precio de la nafta en lo surtidores, lo que en lo inmediato es difícil que se materialice. Así, la única ganancia para el Estado sería en términos de las diferencia entre mantener el precio reconocido a las empresas y la evolución del resto de los precios.

En cuanto al sector externo, la reducción del precio de la energía era vital mientras el país crecía a “tasas chinas”. En esas épocas la economía presentaba un déficit energético estructural que rondaba los US$ 5.000 millones anuales. Sin embargo, hoy ese déficit ha desaparecido, en parte por el estancamiento de la economía, en parte por la corrección de las tarifas, y en parte por el despegue de la producción en Vaca Muerta. Pero aun si la economía creciera en los próximos años a las tasas sugeridas por el ministro de Economía, Martín Guzmán, en su discurso al Congreso, el resultado energético de la balanza comercial en términos de cantidades sería nulo, sin impacto neto sobre la acumulación de divisas.

En cambio, los impactos negativos de mediano plazo de esta baja del crudo sí pueden ser significativos. Argentina activó la producción de petróleo y gas en Vaca Muerta gracias a que el Brent se situó entre 2010 y 2015 por encima de los US$ 80 por barril. La fuerte caída de 2015 a casi US$ 50 se fue recuperando paulatinamente, hasta llegar de nuevo a los US$ 80 a fines de 2018. A partir de allí el precio osciló entre US$ 60 y US$ 70, hasta la caída reciente.

Dos problemas podrían afectar la producción en Vaca Muerta. Por un lado, el precio “break even” del petróleo Brent que determina el valor a partir del cual la inversión es rentable, es de US$ 38 para YPF y de US$ 40 para otras compañías menos competitivas. Hoy ese valor no se alcanza, y por lo tanto hay que centrar las esperanzas en que el presente shock sea superado. Se gundo, además del precio promedio, la inversión en Vaca Muerta está afectada por el riesgo en general, y por la variabilidad del precio del crudo en particular. Las inversiones que deben hundirse en la zona son importantes, y por lo tanto la volatilidad de los mercados no son una buena noticia para inversores que podrían preferir colocar recursos en activos con menor incertidumbre.

¿Y qué pensar del largo plazo? Sin Vaca Muerta, Argentina no tendrá más alternativa que desplegar al máximo su estrategia exportadora en diversos nichos productivos. Pensándolo mejor, si la incertidumbre sobre la exportación de productos primarios genera en la práctica este tipo de reacciones, las noticias recientes no serían tan malas desde el punto de vista de los incentivos. Si la economía se ve obligada a diversificar su oferta exportable, la baja del precio del petróleo podría operar como una suerte de enfermedad holandesa en reversa. Una cura holandesa para la enfermedad del coronavirus chino.

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