El Economista - 70 años
Versión digital

vie 19 Abr

BUE 17°C

Coronavirus y pobreza: ¿ante un “efecto Titanic”?

Hay que estar alerta, dado que el crecimiento disminuido puede, en sí mismo, terminar perjudicando a los que viajan en tercera clase de este Titanic llamado planeta Tierra y de este salón llamado Argentina

titanic
titanic
16 marzo de 2020

Por Jorge Paz Economista e investigador del Ielde de la UNSa y el Conicet

El RMS Titanic, que debía conectar Southampton con Nueva York, se hundió en la noche del 14 al 15 de abril de 1912 en el Océano Atlántico. La catástrofe, emblemática por varios motivos, dejó muchas enseñanzas. Una de ellas particularmente ilustrativa tiene que ver con la mortalidad. En total hubo 818 personas fallecidas de las 1.316 que estaban a bordo, esto es, 62% del total. Y dado que viajaban más pasajeros de tercera clase que de segunda y de primera, era lógico esperar, como efectivamente sucedió, que murieran más pasajeros de tercera clase.

Pero, ¿no hubo entonces diferencias entre pobres y ricos? Veamos. De cada 100 pasajeros de tercera clase murieron 75, mientras que de cada 100 de primera clase lo hicieron sólo 28. Pero como como en estas catástrofes rige el principio de “los niños y las mujeres primero” sucedió que de cada 100 mujeres murieron sólo 26 (contra el 62% del tal), pero (y ahí está el punto) fallecieron 54/100 de la tercera clase versus 3/100 de primera clase. Al decir de Orwell, si bien todos somos iguales, hay algunos más iguales que otros.

Estos números no hacen reflexionar sobre la relación entre la muerte, la desigualdad y la pobreza. Morir nos vamos a morir todas/os. Esto, al menos por ahora, no puede refutarse. El tema es que algunas/os morirán antes que otras/os. Desde la época de la Ilustración, la sociedad viene bregando por la igualdad de derechos. El derecho a la vida uno de los principales, sino el principal, si se apela al principio que establece que lo primero es vivir para ejercer todos los demás derechos. Es decir, el “efecto Titanic”, la mortalidad diferencial por clases, es inadmisible desde la perspectiva y vigencia de los derechos. De estos hechos se desprende una pregunta que a mi criterio merece cierta reflexión en los tiempos del Coronavirus. ¿Qué relación tiene la pandemia del Covid-19 que enfrenta el mundo y la pandemia de pobreza?

Capacidad desigual

Una manera de explorar sobre lo anterior es planteando si la sociedad está preparada para enfrentar este desafío sanitario. Si interpelamos a Argentina, la respuesta más exacta a ese planteo es “ni”. El Gráfico 1 muestra la situación del país en el mundo ordenados según un indicador de resiliencia sanitaria: el número de camas de hospital por cada 1.000 habitantes.

Teniendo en cuenta ciertos aspectos de salud pública, la Organización Mundial de la Salud (OMS) sugiere entre 8 y 10 camas por 1.000 habitantes (9 como promedio). Argentina tiene 4,7 si se excluyen las camas para personas mayores, especialmente relevantes para la pandemia actual. ¿Esto es mucho o poco? Claramente, está por debajo de la sugerencia de la OMS, pero se sitúa por sobre la media mundial, y está en el puesto 57 de los 165 países cuyos datos se volcaron en la figura (el bastón resaltado del gráfico).

Asimismo, el valor es alto comparado el promedio de América Latina (2,4 camas), o con algún país de la región, como el 1,2 de Bolivia, pero está muy lejos de las naciones que mejor puntúan en este indicador como Mónaco (18 camas), Corea del Sur (17) y Alemania (9), que se encuentra justo en el valor sugerido por la OMS.

Pero una manera posible de aproximarse al “efecto Titanic” es correlacionar este indicador con alguno de situación socioeconómica. Si bien el sistema sanitario argentino es público, esto es, contiene a la población en su conjunto incluido el 36% que se encuentra fuera del sistema de obras sociales, hay palpables diferencias según las provincias como puede verse en el Gráfico 2.

Se observan disparidades provinciales notorias, desde jurisdicciones como la Ciudad de Buenos Aires con una capacidad similar a la de Alemania a Tierra del Fuego, parecida en número a la que tiene la República del Congo en Africa. Si se apela a otro indicador, el número de médicos por cada 1.000 habitantes, las brechas son aún más marcadas. La Ciudad de Buenos Aires, con 13 médicos sobre 1.000 habitantes contrasta con, por ejemplo, la situación del Chaco, con solamente 2,3 médicos por cada 1.000 habitantes.

Una moraleja que se desprende de lo anterior tiene que ver con un símil de las corridas bancarias: si impulsadas por el periodismo amarillo grandes masas de población presionan al sistema de salud, éste será incapaz de dar respuestas, ¡ni aún en el ideal de Mónaco! Previendo precisamente esto, Corea del Sur utilizó una aplicación mediante la cual cada persona que tiene síntomas registra sus datos y pide hora para la realización del test del coronavirus. Esto sirvió, entre otras cosas, para evitar el efecto “corrida bancaria” y el de la “profecía autocumplida” que de ella se desprende como corolario. Además, descongestionaron los hospitales y las/os profesionales se dedicaron sólo a atender a las/os pacientes en situación crítica. Hoy en Corea del Sur la tasa de contagio está en el mínimo y la mortalidad en 1% del total de infectadas/os.

Algunas consecuencias más

Podríamos profundizar en los nexos entre el Covid-19 y la pobreza mirando cómo afectaron ciertas catástrofes a las economías de los hogares. Están en desventajas aquellos hogares cuyo principal sustento proviene de una persona mayor, ya que este grupo demográfico es particularmente vulnerable a los efectos letales del virus.

Los epidemiólogos sostienen que el Covid-19 se propagará más fácilmente en lugares donde hay condiciones higiénicas deficientes, hacinamiento y donde los servicios de salud y monitoreo son débiles. También se ha advertido que es más probable el contagio en hogares extensos, en los que sus integrantes viven en situación de pobreza estructural y hacinamiento. Según los últimos datos disponibles. Alrededor del 10% de la población urbana en Argentina vive en condiciones de hacinamiento y 4% en hacinamiento crítico. Estas proporciones se elevan al 17% y 7%, respectivamente si se considera a niñas y niños y al 21% y 10% si esas niñas/os viven en Salta.

Por último, si la economía entra en recesión como consecuencia del Covid-19 (lo cual es altamente probable) van a haber menos recursos para la protección social, lo cual se torna aún más grave si se tiene en cuenta que los disminuidos recursos públicos deberán direccionarse al sistema de salud.

Habrá que pensar también en los efectos de largo plazo de estos fenómenos. La caída del nivel de actividad (producto de la recesión) y de los niveles educativos en el caso que la pandemia se dilate en el tiempo, pueden tener un efecto que se propague en un plazo más extenso traducido en tasas de crecimiento menores. Hay que estar alerta, dado que el crecimiento disminuido puede, en sí mismo, terminar perjudicando a los que viajan en tercera clase de este Titanic llamado planeta Tierra y de este salón llamado Argentina.

Seguí leyendo

Enterate primero

Economía + las noticias de Argentina y del mundo en tu correo

Indica tus temas de interés