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Sesenta días de Alberto Fernández

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11 febrero de 2020

Los primeros sesenta días del Gobierno de Alberto Fernández, que se cumplieron ayer, transcurrieron dentro de lo esperado. Uno de sus rasgos más salientes es el de la heterogeneidad, que se entiende por tratarse de una coalición. Por lo tanto, hubo que otorgarles espacios de poder a cada uno de sus integrantes. Esto no sólo significa la existencia de algunos matices ideológicos diferentes sino perfiles muy distintos entre los principales funcionarios.

Así conviven en un Gabinete desparejo quienes tienen experiencia en la función pública nacional y/o son expertos en el tema de los que se ocupan con otros que tienen sólo una de esas características o ninguna de ellas. Eso genera dudas sobre la calidad de la gestión en algunas áreas del Gobierno.

En cuanto a las diferencias políticas, el primer atisbo surgió cuando algunos funcionarios sostuvieron que hay presos políticos. Una insólita condena para el Gobierno que integran porque, por definición, no puede haber presos políticos sin una decisión del Poder Ejecutivo.

Para enfrentar los problemas económicos, Fernández está siguiendo una secuencia que los analistas consideran adecuada y que comienza con la renegociación de la deuda. Pero es un Presidente, quizás más obligado que otros, a mostrar resultados dado que no es un líder político y, por lo tanto, su fuerza deberá surgir de los logros de su gestión y no del entusiasmo que genere un proyecto de país que él encarne. Muy pocos argentinos conocen mejor el funcionamiento del Estado que Fernández, pero también es cierto que no lo habían acompañado, hasta ahora, los éxitos electorales.

Pero mostrar avances significativos en ese contexto de restricciones externas no será sencillo. Hay expectativa en la sociedad de que el país mejore y los analistas sostienen que los números de la economía en 2020 y 2021 serán superiores a los de 2019 pero, para eso, no hará falta mucho. Empero, puede suceder que el cambio no sea percibido como tan relevante como ocurría cuando se comparaban las gestiones de Néstor Kirchner con la de Fernando De la Rúa. Un desempeño económico mejor que el del Gobierno anterior, pero acotado, puede ser insuficiente para entusiasmar con la coalición gobernante. Ese será el momento clave de la presidencia de Fernández porque allí deberá demostrar su capacidad de liderazgo.

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