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Maniobrando antes de negociar

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13 febrero de 2020

Por Matías Carugati Economista

El ministro de Economía, Martín Guzmán, presentó ante el Congreso los lineamientos principales en relación con la deuda pública. El “modelo macroeconómico integral y consistente” sigue sin ver la luz, pero al menos se van dando señales de qué podemos esperar. Lo que queda aún por verse es si estas señales son creíbles, sobre todo para los acreedores. Vamos por partes.

Primer mensaje: no esperen ajuste fiscal. El Gobierno no está previendo, en ninguno de sus escenarios, una convergencia hacia al ajuste fiscal en el corto plazo. Si no se modifica el “modelo económico”, recién en 2026 habría equilibrio fiscal primario, mientras que, con cambios fundamentales, la convergencia al equilibrio no se alcanzaría antes de 2023. La prioridad está puesta en el crecimiento (¿acaso, gracias a las enseñanzas de 2019, también en el ciclo electoral?) y la teoría (y la práctica) indican que la austeridad es contractiva. Parece que volveremos a confiar en el crecimiento como herramienta (casi) exclusiva para resolver el problema fiscal.

Segundo mensaje: habrá una reestructuración profunda. El ministro lo dijo, además de comentar que “la situación es dura”, que “la deuda no es sostenible” y que entiende que puede haber “frustración por parte de los bonistas”. Estas son algunas de las frases que refuerzan el mensaje enviado esta semana con el Bono Dual. Los bonistas que no quieran “colaborar” con el Gobierno en materia de deuda (ingresando a canjes o licitaciones de títulos públicos), sobre todos los extranjeros, van a ser reestructurados.

La presentación de Guzmán fue bastante concluyente. Las conversaciones formales aún no comenzaron, pero el Gobierno se predispone a encarar una negociación dura con los acreedores. Y, por si fuera poco, da señales de que hay un principio de entendimiento con el FMI, el otro actor relevante en la mesa de negociación.

Si el contenido del mensaje es claro, lo que aún queda en duda es su credibilidad. ¿Cuán efectivo puede ser decirles a los acreedores que tienen que aceptar una quita importante porque no habrá demasiado esfuerzo fiscal por parte del Gobierno? El tiempo juega en contra de Argentina y es cierto que un default es un resultado negativo para todos, pero el costo político de extender la recesión lo tendrá el Gobierno por más “épica” que quiera incorporarle a su discurso. Una posible vía de reforzar la credibilidad de la postura del Gobierno sería logrando el aval del FMI. Con el organismo de respaldo, podría llegar a ser posible forzar una quita significativa sobre los acreedores privados. Algo así como sucedió con Ucrania, pero por razones completamente distintas.

De todas formas, se trata de movimientos de piezas previas a una confrontación. La verdadera relación de fuerzas se conocerá cuando se presente una oferta concreta a los acreedores. Ahí veremos si alguna de las partes tiene ventaja sobre la otra y si la estrategia adoptada por el Gobierno permite alcanzar una solución aceptable para todos (renegociación exitosa) o coordina las decisiones hacia un equilibrio malo (default).

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