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La presentación de Guzmán en el Congreso dejó sabor a poco

El éxito del rumbo elegido dependerá a) de las expectativas de inflación y de depreciación del peso, b) de la percepción de riesgo jurídico desde fuera y desde dentro del país), y c) de la credibilidad en las autoridades y en sus decisiones de política económica.

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Héctor Rubini 13 febrero de 2020

Por Héctor Rubini Economista de la Universidad del Salvador (USAL)

La presentación ayer del ministro de Economía no ha sido un gran aporte para la demanda de información que persiste casi sin cambios desde el inicio de su gestión. En términos generales marcó algunos límites habitualmente violados por casi todas las administraciones anteriores. Reivindicó el rol del Congreso para la discusión y contralor del endeudamiento público, se mostró en contra del endeudamiento de las provincias en dólares y afirmó que no serán los fondos de inversión los que definan la política de crédito público.

Luego de la consabida lectura de la herencia macro recibida, marcó un criterio que preanuncia una postura firme frente a los acreedores: no se pueden esperar tasas “chinas” de crecimiento económico y que, por ende, no es factible contar con fondos para pagar los vencimientos de la deuda con bonistas y el FMI sin un “sacrificio” por parte de los acreedores.

La idea subyacente que dejó flotando es que debería iniciarse a futuro una etapa en la que el monto y el costo del futuro endeudamiento debería ser compatible con tasas de crecimiento más que modestas del PIB y de la capacidad de pago del Gobierno. Pero eso exigirá previamente una estrategia de reestructuración todavía desconocida, y un set de políticas para preservar la estabilidad y volver a crecer. Algo que sigue brillando por su ausencia, y sobre lo cual sólo aludió con cifras parciales de escenarios tentativos que no es claro si son o no los únicos que está elaborando su equipo. La postura sigue siendo la misma: no anunciar nada hasta que no se reestructure la deuda. Se asume que recién en ese caso se podrán cerrar las proyecciones fiscales para la futura Ley de Presupuesto 2020 y los futuros programas macro. Pero esa es la información básica para mostrar a los acreedores un plan de pagos que luego sería aceptado o rechazado.

Algunos de los interrogantes planteados por varios legisladores reflejaron otras inquietudes: el “cambio de modelo” y la reactivación de la que habló el ministro no se ve en ningún lado, que el rigor fiscal de los últimos años fue necesario para evitar escenarios inmanejables, y tampoco faltaron las críticas al diagnóstico del ministro: nadie habló de cuestiones específicas como la situación de deudores UVA, la no indexación de haberes jubilatorios, o el pago de menores retenciones a las exportaciones de mineras y petroleras.

Más allá del fervor de las críticas por derecha e izquierda, la única definición implícita es que Economía tendrá una postura más dura con los tenedores de deuda bajo legislación extranjera que con los bonistas bajo legislación argentina. Suena razonable para tratar de sostener el mercado local de capitales, pero así como Fidelity y Templeton le dieron la espalda a la provincia de Buenos Aires y al Tesoro en menos de una semana, otros acreedores pueden rechazar las ofertas oficiales. Y en esa alterativa podrían en ese caso accionar judicialmente contra Argentina, y a otra cosa. La derrota judicial en el juzgado de Thomas Griesa, es un antecedente jurisprudencial no trivial. Y en caso de juicios en curso, podrían retornar los pedidos de embargos a diversos activos en el exterior del Gobierno como se observaron aun después de la reestructuración de 2015. ¿Habría en ese caso certidumbre suficiente para computar pagos de intereses y hacer proyecciones para la pendiente Ley de Presupuesto 2020? ¿Se podrá presentar en abril o mayo como sugirió el Presidente? ¿En base a qué?

El ministro habla de tranquilidad y de crecer. Cómo lograrlo no lo termina de explicar. Aludió a programas que estaría estudiando el Ministerio de Desarrollo Productivo. Van más de dos meses de gestión, y a decir verdad, no se conoce ninguno. En materia de estabilidad formuló una apelación al “rol del Estado” como coordinador de decisiones. ¿Habrá olvidado que el único período de inflación de un dígito anual e inclusive deflación fue en un régimen de mercado como la convertibilidad, y que ningún otro (menos con controles de precios) logró un sendero de estabilidad “sostenible” como le gusta afirmar? ¿O sugiere un régimen policíaco de control de precios y cantidades al estilo de Nicolás Maduro? Lo que se vio en los últimos dos años es a venezolanos huyendo a la Argentina, no argentinos desesperados por ir a vivir a Venezuela?

Como hemos afirmado desde esta columna hace casi dos meses, el éxito del rumbo elegido dependerá: a) las expectativas de inflación y de depreciación del peso, b) la percepción de riesgo jurídico desde fuera y desde dentro del país), y c) la credibilidad en las autoridades y en sus decisiones de política económica. Esto exige anunciar y poner en práctica un programa de estabilización y crecimiento creíble y sostenible. Pero hasta ahora, meras palabras. En concreto, nada.

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