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Coronavirus: en torno del “tipping point”

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Héctor Rubini 26 febrero de 2020

Por Héctor Rubini Economista de la USAL

La epidemia del coronavirus se acerca a un doble punto de inflexión o “tipping point”: hacia la estabilización (no necesariamente el control definitivo) de la epidemia en la República Popular China y, también, hacia la aceleración de los contagios y víctimas fatales en Asia y en principio Europa.

Dentro de China, las costosas cuarentenas están reduciendo desde mediados de la semana pasada la suma de nuevos contagios. También se ha desacelerado (pero no detenido) la suma de nuevos fallecidos en ese país. Fuera de China, en cambio, se está acelerando la expansión del virus, fruto de la lamentable repetición de los mismos errores del gobierno chino en enero y febrero: a) subestimación de la probabilidad de contagio, b) falta (cuando no inexistencia) de controles fronterizos y en aeropuertos, c) inexistencia de protocolos realmente rigurosos y sistemáticos para aislamiento de casos dudosos, d) insuficiente difusión de mínimos hábitos de higiene personal y prevención, y e) en la mayoría de los países emergentes sistemas de salud deficientes en múltiples facetas: infraestructura insuficiente, equipamiento insuficiente o inexistente para una rigurosa protección de médicos, paramédicos y pacientes internados por otras enfermedades.

En la República Popular China la dinámica registra un punto de inflexión algo esperanzador. La suba exponencial del número de contagiados y muertos pasó a un sendero con una velocidad decreciente. Sin vacuna a la vista y con estos primeros resultados algo alentadores el gobierno chino igualmente no puede sino mantener por tiempo indeterminado cuarentenas. Más aun, no es de descartar que se extiendan a más ciudades y provincias chinas. El aislamiento de pacientes, aun bajo los cuestionables métodos autoritarios del gobierno chino, es en el corto plazo la única esperanza para la población china.

En el resto del mundo la dinámica es la opuesta. La difusión del virus, fruto de la inexistencia de controles rigurosos de cruceros, aviones y aeropuertos se está acelerando. Irán está registrando una aceleración de contagios que ahora ha alcanzado nada menos que al viceministro de Salud. Italia está desde el fin de semana con un brote que forzó la suspensión de actividades deportivas y luego al carnaval de Venecia y otras reuniones públicas en el norte de Italia, incluidas las misas. El aumento de contagiados muestra desde el domingo una aceleración comparable a la de China en enero y febrero. España registra casos en el continente, y un turista italiano es el primer caso positivo en Argelia. En nuestro país la situación no es para alarma, pero tampoco para confiarse. En el Hospital Posadas está bajo observación un caso sospechoso mientras que en La Plata un matrimonio que estuvo en el crucero Westerdam, estacionado finalmente en Camboya, se encuentra en cuarentena. Medida prudente, aunque tardía: les informaron cumplir con dicha prevención cuatro días después de haber ingresado sin que se les notifique siquiera ninguna medida preventiva. Un riesgo todavía no resuelto: hasta que los futuros análisis no confirmen que no están contagiados, bien podrían ser pacientes asintomáticos y haber contagiado a otras personas.

La epidemia, sin vacuna disponible en el corto plazo, asoma como un shock negativo sobre no menos de media población mundial que exige cuarentenas y suspensión de actividades y de la operatoria de aerolíneas, navíos, puertos y centros de logística. Varias economías asiáticas y europeas podrían ser las próximas afectadas, y las señales de alarma ha sido el aumento rápido de casos en el norte de Italia e Irán este fin de semana. La volatilidad cambiaria y la caída de las bolsas en varios países a principios de esta semana refleja una “huida” hacia activos más seguros, básicamente el oro y la plata. Reacción esperable, a que los seis países con mayor cantidad de de personas afectadas son China (continental más Hong Kong y Macau), Japón, Irán, Italia, Corea del Sur, Estados Unidos, Australia, Malasia y Tailandia. En conjunto suman el 54% del PIB mundial, que junto a varios otros países da la impresión que reportarán nuevos casos y declaraciones de cuarentenas en las próximas semanas.

El efecto macro a nivel global y de cada país afectado dependerá tanto de la capacidad de control de los contagios como del efecto subjetivo sobre el miedo o eventual pánico de la población en cada país. Siendo un shock de oferta que puede afectar de manera persistente la movilidad de bienes y mercancías, es racional la reacción de los mercados de principios de estas semanas. Mientras no haya vacuna, los gobiernos sólo cuentan con métodos extremos de interrupción transitoria de actividades. Pero si las cuarentenas y el corte de las cadenas de suministros se extienden por más de 2-3 semanas, la alternativa defensiva en los países investment grade es optar por el expansionismo fiscal financiado con emisión de deuda. Alternativa fuera del alcance para los gobiernos de no pocos países emergentes, en particular el nuestro, en la antesala además de la renegociación de una deuda cuyos vencimientos de corto y mediano plazo superan su capacidad objetiva de obtención de fondos genuinos. Con expectativas recesivas y deflacionarias, los países bajo dichas condiciones cuentan con espacio para sostener un sendero de expansionismo monetario y de flexibilización de condiciones para nuevos créditos. En particular para las empresas afectadas por la caída de pedidos desde China u otros países con este nuevo virus. Algo que tampoco es factible en nuestro país si no se estabilizan las expectativas de inflación y de depreciación del peso.

Es verdad que hay muchos otros problemas para resolver, pero el impacto potencial del coronavirus sobre las economías emergentes y sobre nuestro país depende tanto del grado de “averías” en la cadena de comercialización y transporte, como de la demanda de China y otros destinos de nuestras exportaciones.

Un brote rápido de dicha enfermedad y con fuerte aumento de afectados y fallecidos en nuestro país sería la peor noticia posible. Algo que debería evitarse y que tendría costos humanos y económicos en extremo elevados, que complicarán inevitablemente el retorno a un sendero de estabilidad y crecimiento.

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