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Sector Externo: crisis y oportunidad

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28 enero de 2020

Por Pablo Mira Economista

Los números recientes del sector externo presentan en el último año el resultado de una corrección que fue bastante violenta. En efecto, en apenas un año la balanza comercial pasó de un saldo negativo de US$ 3.700 millones en 2018 a otro positivo de casi US$ 16.000 millones en 2019. Como es tradicional, el ajuste externo se produjo principalmente en las importaciones, que se redujeron el 25% en el año.

Es interesante marcar que esta caída de las compras externas es mucho mayor a la esperada en función de los parámetros tradicionales de la economía argentina. En efecto, históricamente la elasticidad-ingreso de las importaciones argentinas (el grado en que se contraen las importaciones si hay una caída en la actividad) se ubica en torno a 3 o 4, un número de por sí bastante elevado. Esto significa que si el PIB de 2019 se reduce en 2,5%, como indican las últimas estimaciones, las importaciones deberían haberse contraído a lo sumo en un 10%. ¿Qué influyó para que esta variable se derrumbara tanto más?

Como punto de partida, debe reconocerse que el año pasado trajo consigo una crisis que duró prácticamente todo el año. En 2018 la economía comenzó a temblar a partir de mayo, pero el verdadero sacudón se produjo después de mitad de año. El año 2019, en cambio, fue crítico durante prácticamente los doce meses. También colaboraron las disrupciones provocadas por los violentos saltos cambiarios y la incertidumbre que generó el evento eleccionario. Pero por sobre todas las cosas, lo que hizo eclosión fue la certeza de los mercados de que la deuda argentina había ingresado en un sendero insostenible. Dado este contexto, no solo se derrumbó la actividad presente, sino además las expectativas futuras. De repente, el desánimo desánimo se apoderó de los agentes económicos y el gasto en importaciones, en especial de insumos y bienes de capital, se adecuó a lo que se consideró un futuro inevitablemente sombrío.

Y paradójicamente, es a partir de esta reacción exagerada que se produce una oportunidad. El brusco ajuste externo, de casi US$ 20.000 millones en un año, implica una cuenta corriente prácticamente equilibrada, y deja un espacio más que interesante para la recuperación de las compras externas. Más aún, si las expectativas se recobran, las importaciones podrían expandirse en 2020 con una recesión todavía en marcha. Tres razones justificarían esta dinámica al alza de las importaciones.

Primero, la recesión de la actividad durante este año se deberá en buena parte al “efecto arrastre” de la caída de 2019, algo que estadísticamente no aplica a las importaciones. Segundo, los empresarios que cuenten con excedentes de liquidez y tienen escasas opciones financieras podrían destinar los mismos al anticipo de importaciones de bienes intermedios, a la espera de una recuperación de la demanda. Finalmente, podría existir un efecto “psicológico” en la decisión acerca del valor del tipo de cambio real. Si bien hoy el tipo oficial es razonablemente competitivo, un importador podría tender a compararlo con el tipo de cambio no oficial y considerar que el valor de $ 60 es, después de todo, mucho más barato que el de $ 80.

No es claro que todos estos efectos vayan a operar significativamente de manera individual, pero todos apuntan en la misma dirección. Ante un cambio en el estado de ánimo de los agentes económicos se podría revertir la exagerada caída de las importaciones de 2019, proveyendo así una de las condiciones para una incipiente recuperación de la actividad.

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