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¿Hacia una tregua? Historiando la guerra comercial entre Estados Unidos y China

Las partes anuncian la firma, el 15 de enero, de la Fase 1 de un acuerdo bilateral que concluiría el conflicto, cuyo detalle aún no se ha difundido. ¿Cabe esperar una tregua duradera o un paréntesis efímero? A continuación, la última parte de la crónica de la guerra comercial.

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14 enero de 2020

Por Eduardo R. Ablin Embajador

Las partes anuncian la firma, el 15 de enero, de la Fase 1 de un acuerdo bilateral que concluiría el conflicto, cuyo detalle aún no se ha difundido. ¿Cabe esperar una tregua duradera o un paréntesis efímero? A continuación, la última parte de la crónica de la guerra comercial.

Ante este contexto crecientemente conflictivo, el Gobierno de Trump indicó finalmente en agosto que impondría el arancel del 10% sobre los U$S 300.000 millones de productos chinos contenidos en la lista sin número, criticando directamente al presidente Xi Jinping por no cumplir las promesas de incrementar sus compras de productos agrícolas en EE.UU., al mismo tiempo que no esforzarse para detener las ventas del opioide sintético “Fentanyl”, al que se atribuyen buena parte de las 28.000 muertes por sobredosis relacionadas con drogas sintéticas en el país durante 2017;

De esta forma, el último episodio de la guerra comercial en curso debía tener lugar el 1° de septiembre con la entrada en vigor de la suba arancelaria del 10% al 25 % sobre importaciones chinas por valor de U$S 112.000 millones, pocos días después extendida al 30%, previéndose que el 15 de diciembre se aplicaría un incremento del 10% al 15% al resto de importaciones gravadas hasta completar los U$S 300.000 millones de la lista mencionada.

Sin embargo, pocos días antes de dicha efectivización la misma se postergó hasta el 15 de diciembre, teniendo en cuenta su eventual impacto sobre las compras navideñas de los consumidores en EE.UU.

Al anunciarse ese paso, Trump advirtió que si fuera reelecto en las elecciones presidenciales de 2020 será “mucho más duro” para la RPC, cuya cadena de suministros se habría “desmoronado”, negociar un acuerdo comercial.

No obstante, ambas partes decidieron en septiembre ?en la antesala de la negociación agendada para principios de octubre en Washington? retrasar una vez más la imposición de aranceles ya anunciados.

La RPC dio el primer paso en este nuevo intento de distensión en un conflicto comercial que redujo sus exportaciones a EE.UU. en 25%, al anunciar que pospondría por un año ?hasta septiembre de 2020? la aplicación de aranceles a 16 productos estadounidenses, cuyos gravámenes se preveía entrarían en vigor en septiembre de 2019, incluyendo alimentos para peces, varios tipos de lubricantes y materias primas necesarias para la manufactura de medicamentos contra el cáncer, aunque mantendría el calendario original para la soja, carne de cerdo y automóviles, entre otros productos.

Conocida la decisión china, Trump anunció que se disponía a postergar 15 días ?del 1° al 15 de octubre?, la entrada en vigor de la última suba de aranceles anunciada (del 25% al 30 %) a bienes por valor de U$S 250.000 millones, como gesto por la celebración del 70° aniversario de la RPC el 1° de octubre.

Dichas postergaciones permitieron a las delegaciones de ambos países acudir a la reunión convocada en Washington a principios de octubre ?una de las últimas oportunidades disponibles para alcanzar una tregua? sin presiones mutuas.

Finalmente, en noviembre la RPC anuncia un acuerdo bilateral que constaría de tres fases, concentrándose la primera en la eliminación simultánea y en idéntica proporción de los respectivos aranceles punitivos -cesando las amenazas y retaliaciones en la materia- debiéndose luego seguir avanzando hacia un acuerdo más comprehensivo que contemple el resto de la agenda.

Finalizado octubre, el Gobierno chino confirmó el avance de las negociaciones hacia un acuerdo comercial parcial ?incluyendo el incremento de compras de productos agropecuarios de EE.UU. a un promedio de U$S 40.000 millones anuales? asegurando que las consultas técnicas sobre parte del texto habían sido completadas, mientras que el presidente Trump describió el pacto como

una “Fase 1” en un proceso de tres, y suspendió sus planes de incremento de los aranceles a las importaciones de la RPC.

Al respecto, Trump precisó que el texto incluye algunas medidas relativas al manejo responsable de la divisa china, así como a temas de propiedad intelectual y mayor acceso a los mercados financieros, aunque se conoce que el mismo no contempla aún la preocupación original de EE.UU. sobre la transferencia forzada de tecnología en China, tema relegado para la segunda fase.

Tampoco el texto de la Primera Fase incorpora las preocupaciones de los EE.UU. sobre la política industrial china englobada en el Programa China 2025, y por ende las cuestiones tecnológicas que han enfrentado a ambos contendientes en relación con las nuevas tecnologías, y en particular la actividad en este sentido de empresas como ZTE y Huawei, la cual deberá ser objeto de negociaciones por vía paralela.

Corolario

Como ya se ha señalado, no se ha conocido hasta el presente ningún texto fehaciente de la Primera Fase del Acuerdo, que estaba previsto originalmente suscribir al inicio de diciembre en Washington durante una visita del presidente Xi Jinping en un marco de gran relevancia política. Sin embargo, debió ser finalmente postergado para el 15 de enero de 2020 sin la presencia del mandatario chino.

Por ello, como reseña de este desarrollo puntual de la secuencia histórica de la guerra comercial 2018-2019 puede concluirse que desde el último intercambio de amenazas mutuas en junio de 2018 el conflicto ingresó en una serie inagotable de negociaciones bilaterales, que fueron ascendiendo desde niveles técnicos a importantes delegaciones lideradas por ministros de ambas partes, las cuales se desarrollaron alternativamente en Pekín y Washington. Estos encuentros fueron complementados con innumerables contactos telefónicos a nivel ministerial, así como por tres reuniones personales entre los máximos líderes de ambos países respectivamente, que dieron lugar en cada caso a treguas sucesivamente incumplidas.

Dada la necesidad de ambas partes de transmitir una sensación de fortaleza a sus bases los anuncios presentaron en general un tono positivo, aunque sin poder obviarse las diferencias de tono siempre subsistentes. Por ello, cada una de estas gestiones fueron seguidas por reacciones de creciente optimismo, muchas veces infundado, respecto de avances que parecían anticipar el pronto cierre de un acuerdo, con el consiguiente impacto sobre los mercados de valores en ambos países. No obstante, a la euforia por los presuntos avances se opusieron ciclos de desaliento ante las mutuas acusaciones esgrimidas por los líderes políticos señalando que la contraparte había retrocedido respecto de sus concesiones previamente acordadas, generando un impasse, o inclusive una regresión en las conversaciones.

En rigor, casi dos años después del inicio de la aplicación de las primeras medidas específicas por parte de EE.UU. contra la RPC el panorama no parece haber cambiado demasiado, dado que las cuestiones “estructurales” que constituyen el núcleo de la agenda estadounidense parecen aún distantes de resultar solucionadas, mientras EE.UU. parece reconocer que el acuerdo definitivo podría insumir lo que resta de 2020, como mínimo, mientras cabe preguntarse si se asistirá a una nueva tregua dilatoria o puede confiarse en un sólido acuerdo bilateral, que en cualquier caso habrá sido conducido, como todo el conflicto, fuera del ámbito y la normativa multilateral de la OMC.

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