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Socialdemocracia cierra 2019 en baja

30 diciembre de 2019

El año que está por terminar ha sido muy negativo para los partidos socialdemócratas en Europa mientras que las fuerzas de centroizquierda están en una situación de mayor debilidad en América Latina luego de haber sido la corriente dominante en la región a comienzos del siglo. A su vez, en las elecciones presidenciales de Estados Unidos, Donald Trump, que tiene todas las de ganar “four more years”, acusará a su rival demócrata de ser socialista, más aún si es Bernie Sanders o Elizabeth Warren. Los vientos no son favorables en ninguna región del mundo.

Pero el escenario más volátil es el europeo. Hace no mucho tiempo, la socialdemocracia gobernaba en España, Grecia, el Reino Unido, Francia e Italia. Poco queda de eso, y sobre el cierre de 2019 año, el laborismo inglés y el SPD de Alemania demostraron estar en un momento de extrema debilidad.

La dura derrota que sufrieron los laboristas en las elecciones del 12 de diciembre (tienen el menor número de bancas desde 1935) que significaron la consolidación del conservador Boris Johnson pone al partido ante el virtual desafío de reinventarse. En el caso de la socialdemocracia de Alemania, que fue un referente para las fuerzas progresistas en todo el mundo, se asiste a un gran debilitamiento luego de ser el socio minoritario de una coalición liderada por la democracia cristiana.

El otrora poderoso Partido Socialista de Francia está en proceso de extinción luego del cuestionado Gobierno de Francois Hollande que terminó su gestión con mínimos niveles de aprobación.

En Italia, el centroizquierda cambiando sus denominaciones en las últimas décadas y ahora se expresa en el Partido Democrático que, en una extraña alianza, comparte el poder con el populista Movimiento 5 Estrellas.

Aliarse a antiguos rivales para frenar el ascenso de partidos xenófobos parece ser el destino de muchos partidos socialistas que hasta hace poco años unos tenían una ambiciosa agenda progresista. El desafío no es menor, porque los partidos ultranacionalistas, con su discurso antiinmigración, han ganado apoyo entre los trabajadores a lo que siempre intento representar la socialdemocracia. Por lo tanto, en muchos países, la competencia contra la derecha liberal o conservadora clásica ya no está liderada desde la izquierda cuya base electoral se viene erosionando. En Francia, por ejemplo, tiene más base obrera el Frente Nacional de Marine Le Pen que los partidos de izquierda.

España y Portugal parecen ser los últimos reductos en los cuales el socialismo controla el Gobierno.

A la hora de explicar el declive de la socialdemocracia europea, que fue clave en la prosperidad de la posguerra en un contexto de paz e integración, surgen diferentes explicaciones. Entre ellas, se destacan los cambios en el mercado de trabajo con la disminución del empleo industrial y la aparición de temas como la inmigración que generan tensiones entre los valores de la izquierda y los intereses de sus representados.

Frente a esta realidad, las primeras respuestas no apuntan a orientarse hacia el centro sino a ubicarse más a la izquierda. Así quedó en evidencia con la plataforma con la que el Partido Laborista se presentó a las últimas elecciones y con la reciente designación de las autoridades de la socialdemocracia alemana. Por lo visto hasta ahora, nada hace pensar que el giro a la izquierda tendrá una recompensa electoral.

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