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Fernández arranca su gestión con una imagen positiva de 57%

11 diciembre de 2019

Por Nicolás Solari Director de RTD

Al final cumplieron su promesa y volvieron. Alberto Fernández, el socio prodigo del matrimonio Kirchner entre 2003 y 2008, fue la llave que habilitó la vuelta al poder de Cristina Kirchner. Ante la Asamblea Legislativa ambos cumplieron con lo que se esperaba de ellos. Alberto llegó en su propio vehículo, se mostró caballeroso con la vicepresidenta saliente Gabriela Michetti y afable con Mauricio Macri. Cristina, por su parte, se circunscribió a su papel secundario, saludó fríamente al ex presidente (ni lo miró) y se plegó animada al canto de la marcha peronista.

El discurso inaugural de Alberto dio cuenta de las dificultades que el oficialismo espera en adelante. Enfatizó en muchas políticas de alto valor político y escaso costo fiscal. La causa Malvinas, la intervención de la AFI, la eliminación de los gastos reservados y la reforma de la Justicia corrieron por ese andarivel. Sobre la deuda, el Presidente manifestó la imposibilidad de pagarla en los términos actuales, reafirmado la piedra fundamental desde la que se está encarando la negociación con los acreedores. Para el final, quedó la que promete ser la bandera del albertismo: terminar con el hambre en Argentina.

En efecto, el presidente entrante llega a la Casa Rosada con un fuerte mandato económico. El último corte de la encuesta diaria de Real Time Data muestra que la generación de empleo pica en punta como la principal demanda económica de la población con el 37% de las menciones, casi el doble que lo que suscitan de forma individual la reducción de la inflación (19%) y la mejora de los salarios (15%). Mover la rueda de la economía real será el gran desafío del nuevo Gobierno.

En términos de opinión pública, el Presidente asume con una imagen positiva del 57% y una valoración negativa del 35%. Se trata de un equilibrio claramente favorable que evidencia, sin embargo, un rechazo inicial significativo a la figura Fernández. La cuestión es central para un liderazgo naciente que deberá forjarse a base de logros económicos y apoyo popular.

Pese a no haber logrado su reelección, ni los objetivos que se puso hace cuatros años, Macri pasó a la Historia por ser el primer presidente no peronista que culmina su mandato desde la irrupción del justicialismo a mediados de la década del '40. El traspaso de los atributos de poder fue una muestra de civilidad a lo que el país nos tiene lastimosamente desacostumbrados. Macri dejó el gobierno con una imagen positiva del 38% y una valoración negativa del 59%. Es, a todas luces, un capital político interesante desde donde planear sus próximos movimientos, ya sea como “frontman” de la oposición o armador.

Ahora empieza un período de gracia donde el nuevo presidente deberá darle forma y sentido a su gobierno. Su primera tarea será priorizar donde concentrar sus esfuerzos iniciales: la deuda externa, la deuda social y la deuda electoral lo esperan sobre su escritorio de Balcarce 50.

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