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El plan económico debe ser consistente, sostenible y flexible

Todo equipo que se hace cargo de la política económica tiene la esperanza de terminar con las crisis recurrentes. ¿Qué debe tener en cuenta?

10 diciembre de 2019

 Por Pablo Mira Docente e Investigador de la UBA

Como es natural, los anuncios económicos urgentes suelen privilegiar las urgencias. Pero las alternativas para atender esos problemas no son únicas ni unívocas. Si se dejan a un lado dogmatismos, es posible privilegiar el corto plazo y complementarlo al mismo tiempo con decisiones que también aseguren la sostenibilidad. Sostenibilidad significa en este caso poder atender la emergencia evitando al mismo tiempo que las dificultades reaparezcan poco tiempo después.

Las medidas deberán además conformar un plan consistente, por la sencilla razón de que los ciclos en Argentina son cada vez más frecuentes. En el pasado, una política podía barrer bajo la alfombra sus desequilibrios durante algunos años, hasta que la acumulación de suciedad se hiciera patente y se desencadenara una crisis. En los últimos tiempos, sin embargo, ese ciclo se redujo a apenas dos años de duración, uno de expansión y uno de contracción posterior. Y más recientemente incluso esta lógica se quebró, dando lugar a dos años consecutivos de recesión sin siquiera un respiro intermedio. Los ciclos acortaron sus tiempos y eso implica que ya no queda espacio para soluciones que no consideren el futuro mediato.

Para ilustrar, consideremos los tres ejes que bien podrían formar parte de los primeros anuncios de la próxima agenda oficial: el alivio social, la calma cambiaria y la solución al problema de la deuda. Los tres objetivos deben ser perseguidos con premura, pero también con inteligencia. Un plan consistente reconoce que estas prioridades deben ser enfrentadas bajo un marco común, que lleva el signo de la sostenibilidad. Resignar cualquiera de estos objetivos, o tomar medidas cortoplacistas sobre alguno de ellos sin pensar en sus repercusiones sobre los otros dos se volvería en contra rápidamente, reduciendo grados de libertad y haciendo perder tiempo y credibilidad a los hacedores de política.

Otra propiedad esencial de un programa económico que busca atacar las raíces del problema macro argentino es su flexibilidad. Encorsetar a la economía con un objetivo único y predominante le resta capacidad de respuesta ante cambios de contexto. Esto incluye las estrategias que apuestan todo a una única opción, sea productiva, regional o social. La flexibilidad también requiere coordinar las políticas macroeconómicas (fiscal, monetaria, de ingresos y de manejo de deuda) de manera explícita, para no desacomodar ninguna de ellas ni crear “dominancias” que restrinjan la posibilidad de actuar en pos de los objetivos pautados. Finalmente, guardar posibilidades de acción señaliza a los actores económicos una sana apertura de criterio, dando a entender que se utilizarán todas las herramientas disponibles para resolver dilemas puntuales.

La consistencia y la sostenibilidad requieren además contar con la capacidad de elaborar diagnósticos propicios de los impactos directos e indirectos de cada medida. Esto no necesariamente significa que deba analizarse la economía en un marco de “equilibrio general”, pues si bien esos modelos permiten en principio identificar algunas consecuencias agregadas, lo hacen al costo de descansar en supuestos muy poco factibles para la economía local actual, lo que los vuelve poco confiables para elaborar una estrategia macro.

Todo equipo que se hace cargo de la política económica de Argentina se esperanza con terminar con las crisis recurrentes que experimentamos. Si bien el desafío es mayúsculo, por algún lado hay que empezar. Y es difícil pensar que consistencia, sustentabilidad y flexibilidad no formen parte del diccionario cuya lectura contribuya a alcanzar tan preciado objetivo.

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