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El año en el que se pondrá en juego el futuro del bialiancismo

Los desafíos políticos del Frente de Todos y Juntos por el Cambio luego de la modificación de roles.

16 diciembre de 2019

 Por Néstor Leone

La de 2001 fue muchas crisis a la vez, superpuestas. La crisis de representatividad resultó de las más intensas, sintetizada en el “que se vayan todos”. La recomposición posterior, lenta y asimétrica. El kirchnerismo ofreció una salida, de nuevo tipo. Con creatividad política y con capacidad de canalizar demandas diversas. Primero, desde los márgenes del sistema político y con el solo apoyo del peronismo bonaerense, en manos entonces de Eduardo Duhalde. Luego, dándole forma a un esquema transversal que le permitió liderar al fragmentado y remiso peronismo nacional. Más tarde, disputando la conducción del PJ o refugiándose en su minoría intensa.

Desde la vereda de enfrente, la recomposición fue intermitente y más cuesta arriba. La oposición al kirchnerismo persistió en su fragmentación durante todo el ciclo político, por más que ensayara confluencias parciales y frentes electorales con distintos grados de eficacia, pero siempre con fechas de vencimiento atadas a la elección en ciernes. El caso Blumberg, el llamado conflicto del campo y los cacerolazos fueron emergentes sociales que mostraron la disconformidad de segmentos variados de la sociedad, pero sin que pudieran ocupar ese vació de representación política. Hasta que Cambiemos, en 2015, permitió esa confluencia.

Los últimos cuatro años parecieron revertir la ecuación. Cambiemos persistió como frente electoral a pesar de sus orígenes diversos y conformó un interbloque parlamentario con alta disciplina interna, mientras la oposición se mantenía dividida y con liderazgos territoriales que no lograban trascender el límite de sus distritos y que, a su vez, ya no reconocían los liderazgos nacionales existentes. El triunfo de Cambiemos en las elecciones de medio término de 2017, de alguna manera, amenazaba con consolidar ese nuevo estado de cosas.

No obstante, la profundidad de la crisis, que las políticas regresivas del gobierno de Mauricio Macri fueron acentuando, la capacidad de Cristina Kirchner para advertir tiempos, roles y potencialidades de una nueva confluencia posible, la voluntad del fragmentado universo opositor para entender la necesidad de esa nueva confluencia y la eficacia de Alberto Fernández para estar a la altura de lo que se esperaba de él como candidato permitieron revertir ese pronóstico anticipado a través de una alternativa electoral con vocación mayorías. Frente de Todos, su nombre.

Este bialiancismo de nuevo tipo se juega en 2020, sin elecciones a la vista, su consolidación posible o su mutación.

La elección de octubre pasado llegó, entonces, con polarización acrecentada y con dos frentes electorales bien definidos que lograron capitalizar más del 85% de los votos, un número inédito desde aquel turno electoral de 2003 de cinco candidatos entre los 14 y los 24 puntos. Un bialiancismo de nuevo tipo que juega, en este 2020 que está en las gateras, sin elecciones de ningún tipo, su consolidación posible o su mutación.

Fernández, ya en el poder, pudo cristalizar esa heterogeneidad de su frente con un gabinete diverso y amplio. Mientras que el Frente de Todos se presentó como bloque parlamentario luego de arduas negociaciones entre aliados. De hecho, en el Senado que presidirá Cristina Kirchner, la bancada oficialista tiene mayoría propia y, en Diputados, presidido por Sergio Massa, no quedó tan lejos del quórum. ¿Podrá conservar sus contornos o ampliarlos, eventualmente? ¿Podrá construir, por caso, una mirada más o menos uniforme cuando decisiones del Gobierno reactiven el conflicto distributivo, más allá o más acá de las formas que adquieran esas medidas? ¿Podrá combinar masa crítica y defensa consustanciada de gestión en un contexto donde los incentivos para permanecer aliados son mayores pero también mayores los condicionantes de diverso tipo?

En el caso de Cambiemos o de Juntos por el Cambio los interrogantes son más variados todavía. Y las respuestas más inciertas. Los primeros pasos dados hablan de ratificación del frente electoral y del interbloque parlamentario. Aunque ya despunte cierta pelea por la conducción del espacio. La ausencia de elecciones en el horizonte favorece la convivencia, aunque los temas que el Gobierno pondrá en agenda (reimpulso de retenciones, aborto legal, intervencionismo del Estado como instrumento redistributivo) quizá divida aguas más de la cuenta.

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