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05 diciembre de 2019

Por Daniel Montoya @DanielMontoya_  y Gonzalo Fernández Guasp @conurbanensis

“O Fortuna, como la luna cambiante, siempre creciendo y decreciendo; detestable vida, primero oprimes y luego alivias a tu antojo; pobreza y poder derrites como el hielo”. Ese arranque de “Fortuna Imperatrix Mundi” mete miedo. Más aún, si la escuchamos con el propio fondo musical de esa monumental ópera de Carl Orff: Carmina Burana.

Pero? ¡pará, pará! ¿Cómo le explicamos a un empresario pyme de La Matanza que, por más que los nombres de quienes integrarán el Gabinete de Alberto Fernández afectarán, positiva o negativamente, las chances que éste tenga de terminar su mandato y las condiciones de vida de todes les argentinxs, no todo dependerá de ellos? ¿Y, que si bien existe un sesgo por el cual tendemos a identificar los resultados con las acciones de los individuos, exagerando su influencia y dejando de lado los determinantes de tipo estructural, estos están presentes?

Virtud y fortuna fueron los términos que Maquiavelo utilizó en su manual de conducción política a comienzos del Siglo XVI. El primero hace referencia a la capacidad de los individuos de gestionar y enfrentar lo que otorga el segundo. Es decir que, en cierta forma, los encargados de la cosa pública enfrentan las mismas restricciones que cualquier otro ciudadano de a pie, o que el empresario pyme matancero: dentro de los márgenes que otorga la creatividad, estossólo pueden hacer en tanto la realidad les permita. Y esta verdad vale tanto para sujetos como para los colectivos que integran. Porque ni la política, ni la vida, tratan de las aventuras de sujetos solitarios, reflexivos y ensimismados sino de distintos grupos con lógicas, identidades e intereses particulares.

Aunque los discursos meritocráticos imperantes intenten negarlo, el ser humano es gregariopor naturaleza. Tendemos a jugar deportes en equipo, a comer acompañados y a llorar en el cine a moco y a coro tendido. El golf es, por supuesto, cosa de CEOs.

De esta manera, la verdadera pregunta a responder es qué determina el devenir de los grupos que conforman el poder político en Argentina. Dejando de lado Comodoro Py y sintetizando, proponemos los siguientes factores: primero, la situación político-económica internacional, ya que con un desplome en los precios de los commodities, una crisis financiera o la enemistad manifiesta de una potencia, no hay gobierno que soporte. ¡Donald: tranquilo con el Twitter, con los aranceles al aluminio y acero, ya te pasaste de la raya! De paso, que bien nos vendría una China volviendo a crecer a 10% anual (10% real, no el calculado por el Instituto Estadístico Chino que dirige un primo lejano oriental de Guillermo Moreno).

Segundo, y relacionado a lo anterior, las condiciones de las masas en el país. Al respecto, contános un poco Juan Grabois acerca de esa historia de la mecha corta. ¿Cuán corta sería? ¿Un trimestre, un semestre, un par de años hasta las elecciones de medio término? ¿Nos darán tiempo los muchachxs para poner en marcha el plan de mega- emisión monetaria que todavía no tenemos clara si será de billete tradicional o, algo tecnológicamente más moderno, tipo Bitcoin?

Y, finalmente, el desgaste que impone el correr del tiempo. Ojo ahí, Alberto, es tiempo de inyectar mucha sangre y caras nuevas. Vos mismo cargas con cinco años de trote encima que tu coequiper se encargó de recordarte en su maratónica declaración en los tribunales (de operaciones jurídico- mediáticas) de Comodoro Py.

En tal sentido, los anuncios del próximo viernes deberían generar tanta sorpresa como el batacazo comunicado por Cristina en aquel video del 18 de mayo. Dejando tu participación de lado, el Gabinete debería tentarnos a colocar el temporizador de nuevo en 0. Bah, casi en 0. La confirmación de la silla de Ginés González García en Salud, la aplaude todo el arco político. Lo dejemos afuera.

Sin embargo, no quedan muchos más indiscutibles de aquella época en pie. En el rubro económico, el listado de exitosos no abunda, salvo el caso de Roberto Lavagna que, siempre austero para la humildad, mantiene su teléfono abierto para cualquier diálogo donde se hable del número 2 para abajo.

Los mecanismos por los cuales estos factores condicionan a los distintos grupos, ahora reducidos al oficialismo y la oposición, son principalmente dos: mientras que la competencia hacia el interior del oficialismo, producida por la caída del salario real y el empeoramiento de las condiciones externas, fomenta las divisiones en su interior a la vez que cohesiona a la oposición, posibilitándole a esta el armado de proyectos más amplios (Sergio Massa 2013 abriéndose del FpV), la inversa (esto es, la mejora en esas variables clave), otorga incentivos para una mayor dispersión electoral entre quienes no se encuentran en el Gobierno (Cristina 2007-2011, especialmente). Así se abren las puertas a una coyuntura compleja e indeterminada, pero no de posibilidades infinitas.

Por lo que si el Gobierno entrante logra, en la medida que la tormenta se lo permita, superar la tempestad, las preocupaciones actuales de quienes advierten por la sustentabilidad de la coalición panperonista parecerán exageradas, al igual que la esperanza de quienes piensan en una oposición unida. Para esto, tendrá también el tiempo, la tradicional “luna de miel” que el electorado otorga a su favor. En tal aspecto, una reciente encuesta de Zuban-Córdoba y Focus Market, estiman que 50% del electorado está dispuesto a esperar entre 6 meses y un año para ver cambios en el rumbo económico del país.

No obstante, si le sucediera como al macrismo, cuyo desastre dará letra a no pocos cientistas sociales, poco puede dudarse de que, cara al 2021, habrá una oferta electoral opositora poco dispersa en espejo a un oficialismo fragmentado. Esa es la división de las aguas del Mar Rojo que esperan dirigentes de garrochazo veloz como Miguel Angel Pichetto, Emilio Monzó o Juan Miguel Massot, y otros que ya arrancaron a operar, cuchillo y tenedor en mano, desde el maxikiosco que le da soporte a los sueños electorales del enigmático Horacio Rodríguez Larreta.

En ese escenario, no sorprendería ver a alguno de los albertistas bisoños, que hoy parecen bancarlo desde los tiempos de Cemento, explicando su nuevo posicionamiento. Advertencia: que nadie presente ese eventual nuevo encuadramiento político del incombustible Julio Bárbaro como un suceso inesperado onda cisne negro. Entre estos dos mundoses que se encuentra la Argentina del futuro cercano.

Como siempre, dependerá de la virtud y de la fortuna. Fortuna imperatrix mundi. Es cierto. Pero a la suerte también hay que ayudarla.

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